Doña Frigidia, ya se sabe, es la mujer más gélida de este lado del Antártico. A su lado las nevadas cumbres de los Alpes son unos ignívomos volcanes. En cierta ocasión su esposo, don Frustracio, se compró una conocida novela corta del escritor inglés Somerset Maugham (1874-1975) cuyo título es "Lluvia". Cuando entró en la alcoba el nombre del libro se cambió a "Granizo". Pues bien: hace unas noches don Frustracio le pidió a su mujer el cumplimiento del débito conyugal. Ella se negó: todavía estaba fatigada, dijo, de la ocasión anterior. "Pero, mujer -adujo el lacerado-. La última vez que lo hicimos fue cuando Niremberg ganó el Premio Nobel por sus trabajos sobre las enzimas". (NOTA: Eso sucedió en 1968). "¿Y ya quieres otra vez? -se indignó doña Frigidia-. ¡Eres un maniático sexual!". Finalmente, después de mucho suplicar, el marido consiguió que la señora accediera a su solicitud. A la mitad del trance don Frustracio se levantó del lecho y por teléfono pidió un ramo de flores. ?Gracias? ?le dice halagada doña Frigidia. "¡Ah! -se sobresalta él al escucharla hablar-. Perdona. Pedí el ramo de flores porque pensé que estabas muerta"... Babalucas salió de cacería con un amigo. Era su primera vez. "Si cazas un venado -le recomienda el compañero- inmediatamente tómalo, pues suele suceder que lo reclame otro cazador diciendo que él fue quien disparó". A media mañana el amigo de Babalucas escuchó disparos. Acudió al sitio y vio a Babalucas apuntándole con su rifle a un hombre muy asustado, al tiempo que le decía con voz amenazante: "No me discuta usted. Fui yo quien mató este venado". ?Está bien, señor -acepta mansamente el individuo-. Pero por lo menos déjeme quitarle las riendas y la silla"... Se casó don Francisco, labriego acomodado, septuagenario él, con Bucolia, muchacha campesina, veinteañera. La noche de las bodas, a oscuras el aposento de la casa y ya en el tálamo los recién matrimoniados, le dice la zagala al vejancón: ?Quite usted su codo de ahí por favor, don Francisco. Me está lastimando la espalda?. Responde el bien guarnido labrador: ?No es el codo?. Al oír esa declaración exclama jubilosa la muchacha: ?¡Paco!?... La marcha del pasado domingo en la Ciudad de México fue una espléndida manifestación de voluntad cívica. Sin embargo debe ser sólo la primera de una serie de acciones tendientes a conseguir que la inconformidad de los ciudadanos lleve a los tres poderes, Ejecutivo, Legislativo y Judicial, a hacer cambios de fondo que sirvan para limitar la acción de los delincuentes y para asegurarles el castigo de la ley. Muchas explicaciones podrán darse a la violencia desatada por los secuestradores, los asaltantes, los violadores y demás ralea de criminales. Sin embargo la causa principal de la inseguridad reinante se resume, a mi entender, en una sola palabra: impunidad. Los maleantes saben que hay muchas posibilidades de que no se les aplique la ley. El sistema judicial mexicano es anacrónico, está cargado de lastres burocráticos que alargan los procesos y dan a los delincuentes muchas oportunidades de escapar a la penalidad. A ese mal se añade la corrupción policíaca. Realizada con muy buen éxito la manifestación, siguen ahora las acciones tendientes a obtener que se plasmen en hechos lo que se ha demandado con palabras... La señora no le arreglaba a su marido un pantalón cuyo zipper ya no servía. "Así me lo voy a poner -le dice el tipo a su esposa-, para que todo mundo vea la clase de mujer con la que tengo que conformarme". Le contesta ella: " Mejor. Si andas por ahí con el zipper abierto todo mundo se dará cuenta de la clase de hombre con el que tengo que conformarme yo"... FIN.