El secretario particular de un funcionario importante desempeña un cargo formalmente menor, pero materialmente mayor. En el organigrama su puesto aparece apenas como un apéndice de la figura principal. Sin embargo su cercanía cotidiana con el jefe le da un valimiento muy grande, y una influencia que no tienen muchos que ocupan posiciones de más significatividad. Alfonso Durazo era oficialmente un funcionario de los que en condiciones normales se mantienen en la penumbra, si no en la plena oscuridad. Pero este secretario particular era muy particular, tanto por su origen como por su personalidad. De trayectoria priista, Durazo ocupó con Luis Donaldo Colosio el mismo cargo que luego tendría al lado de Vicente Fox. Dejó las filas del PRI y se sumó a la campaña foxista unas semanas antes de la elección de julio del 2000, cuando un observador político avezado, como él, podía ya jugar la apuesta de la sucesión con buenas posibilidades de ganarla. La ganó, ciertamente, y se ganó también la confianza del nuevo Presidente, hasta el punto en que éste le otorgó el cargo de mayor cercanía personal con él. No parece que esa confianza haya estado muy bien depositada. Durazo le renuncia ahora a Fox, pues bien conoce que hoy por hoy todas las apuestas que se hagan en favor del Presidente, o del partido que lo postuló, están perdidas. Obvio es decir que nunca fue Durazo gente del Presidente. Por eso su kilométrica renuncia sólo por fórmula la presentó ante él: fue en verdad un documento dirigido a la opinión pública, un manifiesto que causa grave daño, político y en el seno de lo familiar, a aquél que lo nombró. Un funcionario leal habría redactado una renuncia escueta, quizás usando la consabida fórmula: “por razones personales”, y habría explicado a su jefe en lo particular -al fin secretario “particular”- las causas de su dejación. No lo hizo así Durazo: al aconsejar imparcialidad a su ex jefe en lo relativo a la sucesión presidencial, deja la impresión de que está preparando su ingreso a una nueva corriente con más favorable porvenir, cualquiera que ésta sea. El conflicto que Fox protagoniza con quien todavía muchos creen su más viable sucesor, el Jefe de Gobierno del Distrito Federal, haría pensar a un suspicaz que Durazo busca cobijarse bajo esta nueva sombra. Si otrora perteneció al centro priista, si luego se afilió a una administración de tinte derechista, no extrañe a nadie verlo mañana de pasajero en la nave de la izquierda, sea quien sea el que la conduzca. Pasajero ha sido también Durazo en los demás navíos. Ahora bien, en estas circunstancias, y en otras cualesquiera de normalidad, la renuncia de un secretario particular habría sido cuestión irrelevante. Sin embargo en la coyuntura actual de México el abandono de su cargo por Durazo fue la noticia principal del día, y el tema capital del comentario. Eso da idea de la dimensión que ha alcanzado la crisis política propiciada por la incapacidad, las omisiones y debilidades del Presidente Fox. Hay quienes solicitan ahora que la señora Marta haga renuncia expresa a sus aspiraciones presidenciales. No cabe esperar esa declaración, y menos después de conocerse las expresiones de Durazo. Así las cosas, la primera dama seguirá perjudicando al segundo caballero. Lo ha dañado -igual que ahora el renunciante- tanto en lo político como en el ámbito de lo familiar. A cualquier persona de buena entraña dará pena ver al Presidente Fox asediado hasta por aquéllos que están más cerca de él. Algún comentador proclive a las exageraciones, y sin sentido de la proporción, podría decir que esto tiene una vaga semejanza con ciertas imágenes de Shakespeare, Macbeth por ejemplo. Yo, que procuro poner rienda a mis hipérboles, me limito a repetir lo que otras veces ya he manifestado: ojalá estos dos años pasen pronto... FIN.