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De Política y Cosas Peores

Armando Camorra

El jefe de la oficina llama al empleado y cerrando la puerta del despacho le dice con gran severidad: ?Me veo obligado nuevamente a llamarle la atención, Tardicio. Es usted el último que llega a la oficina, y el primero que se va a su casa. ¿Por qué hace eso??. ?Bueno, jefe -contesta el tal Tardicio-. Uno no puede llegar tarde a todas partes?... El chico y la muchacha estaban en el automóvil. Le toma él en los brazos y procede a darle un largo, concienzudo, apasionado, húmedo, prolongado, sonoro beso mordelón. ?¡Qué barbaridad, Trompulio! -dice ella recobrando la respiración-. ¡Si me das otro beso como ése seré tuya para toda la vida!?. ?-Gracias, Pasionaria -responde el muchacho separándola de sí-. Qué bueno que me lo advertiste a tiempo?... No hace muchos días vi la actuación del ballet folklórico de un país europeo, cuna de la cultura occidental, cuyo nombre no he de citar a fin de no incurrir en injusticia, pues quizá la danza popular de esa nación no estuvo bien representada por el grupo que nos visitó. Larga, tediosa, monótona fue esa presentación, tanto que en el intermedio una buena parte del público, fatigada la gente de ver y oír lo mismo una y otra vez, abandonó la sala. Vuelvo a decirlo: quizá los directores de ese grupo no lograron mostrar todo el caudal de las danzas de su tierra. Pero en todo caso yo me quedé pensando en la inmensa riqueza que los mexicanos tenemos en el campo de la música y la danza populares. Cuando un ballet folklórico de México recorre el mundo, invariablemente arrebata el entusiasmo de los espectadores, que quedan deslumbrados y seducidos por la variedad de nuestras danzas, por su vigor o su ternura, por su hondo sentido humano, por su belleza y colorido. ¡Cómo no vamos a estar orgullosos de haber nacido en un país como este México nuestro, que puede ofrecer al mundo aquel tesoro inigualable! Cosas malas tenemos, lo mismo que todas las comunidades humanas que habitan el planeta, pero muchas cosas buenas tenemos también, y en ellas difícilmente nos superan otros pueblos. Aprendamos a valorar nuestro folklore y encontremos en él uno más de los muchos, muchísimos motivos que México nos da para quererlo... ?No puedo salir con mujeres, doctor -dice el paciente al médico-. Padezco un grave problema sexual?. ?¿Qué problema sexual es ése?? -pregunta el doctor-. ?No tengo dinero? -responde con mucha tristeza el otro... Aquel señor estaba haciendo pipí en el baño del elegante restaurante. Otro señor que hacía lo mismo a su lado le pregunta de pronto: ?Perdone: ¿no es usted judío europeo??. ?-Sí, señor -responde-. Soy judío y vengo de Europa?. ?¿Por casualidad no procede usted de la República Checa?? -vuelve a inquirir el sujeto. ?En efecto -responde el otro, sorprendido-. Soy de ahí?. Sigue preguntando el señor: ?¿Nació usted en Praga??. ?Sí -responde el otro con creciente asombro-. Nací en esa ciudad?. ?¿Y su familia vivía en el barrio de la Malá Strana?? -pregunta el extraño caballero. ?Es cierto -replica el estupefacto señor-. ¿Cómo sabe usted todo eso acerca de mí??. ?Se lo voy a decir -explica el otro, ahora con enojo-. En ese barrio estaba la sinagoga del rabino Birnaum, que es el único que hacía la circuncisión en forma diagonal. ¡Y ya me mojó usted todo el lado derecho del pantalón!?... FIN.

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