¡Una buena noticia! ¡Los socios de la Liga de la Decencia y de la Pía Sociedad de Sociedades Pías están de vacaciones! El autor de esta columna saca provecho de esa venturosa circunstancia y hace hoy la narración de un espantoso chiste colorado, conocido en los anales de humorismo sicalíptico con el extraño título de “El Joven que Quería Saber si la Muchacha con la que Iba a Casarse era Doncella o No”. ¡Lea usted al final de esta columna ese deplorable chascarrillo!... Si alguien hace una pistola, o la compra, ya sabe que esa pistola es para dispararla. Está en su naturaleza, igual que en la naturaleza de la silla está que alguien se siente en ella. La función de una Fiscalía es fiscalizar –lo dijo Perogrullo-, y más cuando esa fiscalía es especial, ad hoc, formada para tratar un caso o situación particular. En la llamada “guerra sucia” la Fiscalía ha de ser fiel a su naturaleza, como la silla o la pistola. Si se hubiese creado una “Comisión de la Verdad” otro gallo nos habría cantado, pues ya se sabe que la mejor manera de conseguir que un asunto no se resuelva es encargarlo a una comisión. En este caso se debe someter a la reprobación social a quienes abusaron de su autoridad y se apartaron de la ley al reprimir las rebeldías de los años sesenta y los setenta. Incluso al tratar con quienes asaltaban, secuestraban o mataban por motivaciones políticas debieron los encargados de hacer cumplir la ley sujetarse a ella. Si no lo hicieron, sus excesos deben ser puestos de manifiesto por la Fiscalía. Vengan después perdones, amnistías o reconciliaciones, a fin de que este país no ponga otra sombra en su futuro en aras de venganzas o reivindicaciones del pasado, estériles por lo demás. Pero la condena de la sociedad, y la vergüenza, sí deben recaer en los culpables... Un borracho llegó a su casa en la madrugada. Al entrar en su recámara vio que su mujer está en el lecho conyugal con otro tipo. Antes de que el ebrio pudiera abrir la boca le dice su señora muy enojada: “¿Cómo te atreves a llegar así, Astatrasio, y más cuando hay visita?”... Aquel día Pepito se había portado especialmente mal en la escuela. La guapa profesora, que no podía castigar físicamente a sus alumnos, le dice al chiquillo ya desesperada: “¡Ay Pepito, cómo me gustaría ser tu mamá por unos días!”. “¡Órale, señito! -dice el chamaco muy entusiasmado-. ¡Las gozadotas que se va a dar mi papá!”.... Y ahora, he aquí el tremebundo cuento que por título lleva “El Joven que Quería Saber si la Muchacha con la que Iba a Casarse era Doncella o No”... Eglogio, muchacho campesino, iba a contraer matrimonio con Bucolina, rústica zagala, y abrigaba la inquietud de que su novia hubiese tenido ya experiencias amatorias. Le pidió consejo a don Poseidón, su padre. “Mira -le dice éste-. A fin de saber si ella ha conocido otros hombres, lleva a la luna de miel un botecito de pintura roja, otro de pintura azul y una pala”. “¿Y eso para qué?” -pregunta sorprendido el muchacho al oír de tan extraña parafernalia. “Te lo diré -le explica el genitor-. Te pintarás aquella parte que ya sabes, mitad de rojo y mitad de azul. Si al ver esa parte tu novia dice: ‘Esto es lo más ridículo que he visto en mi vida’, ya sabrás que ha conocido a otros hombres. Entonces le darás con la pala en la cabeza”... FIN.