Las amistades suelen resultar costosas en el ámbito político. Muchos funcionarios, sin deberla ni temerla, ven afectada su imagen por errores de amigos que después son difíciles de corregir. A nivel nacional el clásico ejemplo eran los nombramientos de embajadores, cuando algún político se equivocaba la salida decorosa era enviarlo fuera de país cobrando en la sagrada nómina.
A nivel local en el último año ha habido muchos ejemplos, pero dos sobre todo llaman la atención. Más allá de generar simpatías, para la mayoría de los coahuilenses Enrique Martínez ha desarrollado un aceptable trabajo al frente del Gobierno del Estado. Los logros ahí están, mismos que lo llevan a anhelar la silla presidencial.
Sin embargo, flaco favor le ha hecho al gobernador los arrebatos del secretario de Obras Públicas, Jorge Viesca, quien se ha peleado con la prensa, con los empresarios, con los materialistas y con funcionarios del Ayuntamiento de Torreón. Esto sin contar que la obra cumbre de Enrique Martínez, el Distribuidor Vial Revolución, estuvo mal construida. Una piedra en la gestión del gobernador originada por los errores del amigo.
Lo mismo pasa actualmente con Raúl Sifuentes, secretario de Gobierno, cuya cercanía con el alcalde de Matamoros, Felipe Medina Cervantes, le puede generar problemas para sus aspiraciones a la gubernatura de Coahuila.
Actualmente Matamoros es un pueblo sin Ley. La venta de alcohol clandestina es cosa de todos los días. Los regidores están cansados de anomalías y ya entregaron un documento al gobernador, donde le informaban de los acuerdos de cabildo que Felipe Medina se niega a reconocer.
Matamoros es un bastión importante para Raúl Sifuentes, pero el clima de ingobernabilidad lo afecta indirectamente, lo mismo que pasó con Enrique Martínez. Así pues a estos dos políticos con aspiraciones altas, flaco favor le hacen sus amigos ya que pretendiéndolo o no, afectan su imagen en lo que las personas sencillas conocen como “de rebote”.