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Debutó de reina/Addenda

Germán Froto y Madariaga

En un verdadero berenjenal se metió Jorge Emilio González Martínez, presidente del Partido Verde Ecologista de México, al divulgarse un video en donde se evidencia que exigió una indeterminada retribución, que acto seguido se concretó en el ofrecimiento de dos millones de dólares por gestionar ante el ayuntamiento de Cancún unos permisos para desarrollar un complejo turístico en ese paradisíaco lugar del estado de Quintana Roo.

Ciertamente, Santiago León Aveleyra (quien se responsabilizó de haber grabado el video) le tendió una trampa, pero el joven senador cayó redondito en ella.

No obstante eso, el ya no tan imberbe legislador negó en principio la veracidad de lo que se mostraba en el video y luego la aceptó aunque añadiendo que todo era un ardid de la Presidencia de la República, porque según él: “El partido (Verde) se ha convertido en un interlocutor incómodo para el Gobierno, porque yo fui el responsable de romper la alianza que le dio el triunfo a Fox”. ¡Vaya soberbia!

Añadió “que se trata de una campaña orquestada con antelación, preparada y diseñada desde los sótanos de Bucareli con el objetivo de destruir al Partido Verde”.

La respuesta del Gobierno no se hizo esperar y corrió a cargo del propio Presidente quien aludiendo de manera indirecta al tema sostuvo que todas las acciones de los políticos “tienen que llevar la divisa de la ética, de la ética política... Necesitamos vivir con la verdad, terminar con el engaño, terminar con la mentira, terminar con la calumnia”.

Esta vez el Presidente tiene toda la razón, pues lo que a pueblo y Gobierno nos corresponde hacer para dignificar al país y a la política es terminar con las mentiras, las difamaciones, las constantes descalificaciones y ajustar nuestros actos a la ética. No se necesitaría más que actuar con una recta intención y nuestra sociedad sería otra.

Pero Jorge Emilio se movió en el ámbito de la mentira y pensó que con sólo negar los hechos la noticia pasaría de largo sin dañarlo. Sin embargo, no fue así y algunos de sus propios compañeros de partido han pedido que renuncie a la dirigencia, entre ellos el alcalde de Cancún, Juan Ignacio García Zalvidea.

Como por ahí se dijo, todo indica que a González lo “chamaqueraon”. Mas ello no hace desaparecer su presunta proclividad a aceptar componendas ilegales que no sólo lo dañan a él como persona, que al final es lo de menos pues cada cual asume la responsabilidad de sus actos, sino al Partido Verde que, aunque parezca lo contrario, no se integra por una sola persona sino miles de militantes que creen firmemente en el ideario que profesan y por eso merecen respeto.

De ahí que sea absurda la pretensión de que se le cancele el registro a este Partido, en razón de que no se puede castigar a toda una institución política por lo que haya hecho uno de sus miembros. Si así fuera ya hubiese desaparecido el PRI por lo que ha hecho Madrazo; el PRD por lo que hizo Félix Salgado y el PAN por la forma en que implícitamente trafica con influencia Diego Fernández.

Cualquier sanción que pueda derivar de los hechos comentados debe serle aplicada Jorge Emilio, pero nada más.

No obstante ello, es interesante analizar el porqué hay políticos que como González Martínez incurren en esos excesos.

La respuesta puede ser simple, aunque en realidad deriva de una compleja situación que antaño era común y ahora no lo es tanto, por más que todavía se den conductas como la comentada.

En el viejo esquema político bastaba con que a algún todopoderoso se le ocurriera hacer alcalde, diputado y hasta gobernador a alguno de sus allegados para que éste ya lo fuera. Así llegaban de la noche a la mañana algunos neófitos a cargos relevantes.

La mayoría salían malos, soberbios, prepotentes y corruptos. Uno que otro resultaba tener la sensibilidad y madurez necesarias para desempeñar las funciones que les encomendaba el pueblo.

Ahora es difícil que eso se dé, aunque prevalecen resabios de ese pasado y uno de ellos, por lo visto, es Jorge Emilio.

En un partido donde sus dirigentes acostumbran tomar las decisiones importantes en la mesa de la casa familiar, no es extraño que el padre le haya heredado al hijo la dirigencia partidista.

Pero además, el ahora cuestionado senador, llegó por obra y gracia de la vía plurinominal, primero a la Asamblea del DF, luego a la Cámara de Diputados y después a la de Senadores y simultáneamente a la presidencia nacional de su Partido.

En esa condición se puede decir que Jorgito debutó de reina y eso no es bueno.

Así como en las ferias primero hay que ser pajecito, luego princesa y finalmente reina, en política también hay que hacer escoleta desempeñando primero cargos modestos y entrarle con ganas a la talacha partidista, para luego aspirar a otras posiciones y llegar a los cargos partidistas.

Se necesita haber madurado aceleradamente para no enloquecer cuando se ejerce tanto poder a temprana edad.

Porque además, alrededor del poder público pululan las tentaciones. Sobre todo las que se originan en el dinero, el sexo y el vino. Hay quienes sucumben penosamente en las tres y al poco tiempo terminan destrozando sus familias o acusados por el mal uso que hicieron de los dineros públicos que les confiaron.

No hay que olvidar que la política es un arte. Y sus técnicas deben aprenderse y madurarse con la lentitud y paciencia que todo arte requiere.

Cuando no se da tiempo para esa maduración se corre el riesgo de que la persona llegue al cargo y lo desempeñe mal, muy mal. Es entonces cuando la gente suele decir: “le quedó grande el puesto”. Y eso es lo menos, pues lo más es que se incurra en excesos y desviaciones como las comentadas.

Lo más probable es que al final de esta historia Jorge Emilio tenga que dejar la dirigencia del Partido. Aunque dada su forma política de actuar y la hegemonía que ejercen sus familiares y allegados en el Partido, no me extrañaría si continúa en él como si nada hubiera pasado.

Sostengo lo anterior, pues no debemos olvidar que el nuestro sigue siendo el país donde todo es posible y nada es probable.

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