EFE
ESTOCOLMO, SUE.- La voz de la premio Nobel Elfriede Jelinek llegó a la Academia Sueca, a través de un video que sustituyó el tradicional discurso de los galardonados y en la que la escritora austríaca, en un lenguaje algo hermético, hizo una exposición de sus complejas relaciones con el lenguaje.
Quienes esperaban un texto polémico sobre la política austríaca tuvieron que verse decepcionados, pues Jelinek optó por dejar en los anales del Nobel un discurso radicalmente literario.
En un tono bastante delirante, la premio Nobel de Literatura 2004 expone las tensiones que subyacen al acto de escribir, así como la relación ambivalente de amor y de odio que tiene todo el que escribe con el lenguaje.
?Y el lenguaje, ese perro que debería protegerme, para eso lo tengo, ahora me ataca. Mi protector quiere morderme?, dice el discurso.
El texto empieza refiriéndose a la imposibilidad de expresar la realidad a través de la escritura, así como la dificultad o, mejor, la imposibilidad del escritor para ordenar su lenguaje.
?Lo escrito, que debía tratar de los hechos, se escapa de las manos como el tiempo?, dice.
El viento se refiere además a un viento furioso que sacude los textos y los lleva a ?cualquier parte? ?menos a la realidad?.
Los otros, los que no son escritores ni poetas, tienen una mejor relación con el lenguaje porque lo tratan mejor y no quieren forzarlo a decir cosas que no quiere decir.
Eso hace que el lenguaje se convierta en algo ajeno cada vez más ajeno al escritor.
Según Jelinek, mientras más gente siga las exigencias del lenguaje, acepten su confianza y le rasquen la barriga, más confundida estará ella y más lejos del lenguaje.
?He perdido definitivamente mi lenguaje frente a aquellos que lo tratan mejor que yo?, explica.
El tono del discurso entero, que abarca nueve páginas, es bastante cercano al de las citas anteriores y el tema no deja de girar alrededor de la idea de que la escritora es permanentemente perseguida y maltratada por su propio lenguaje.
El lenguaje, dice en alguna parte, la tiene prisionera pero a la vez se escapa cuando ella quiere atraparlo.
En otra parte, casi al final, refuta expresamente una idea del filósofo Martin Heidegger y dice que ?aquello que permanece, no es lo que legan los poetas?.
El lenguaje, en resumidas cuentas, ha huido de la poesía y de la literatura y se ha convertido en algo meramente funcional -?ha respondido a una oferta de trabajo?, explica- y lo que debería permanecer siempre desaparece.
El tono y el contenido del discurso han servido además para resaltar la forma en que Elfriede Jelinek ha asumido el Nobel.
Su ausencia en la Academia Sueca resaltó el carácter hermético de su texto que muestra que no sólo se mantiene física sino también espiritualmente lejos de las celebraciones.
En los discursos de los últimos premiados, siempre se podía ver que el galardonado se alegraba de haber llegado tan lejos en su carrera literaria y había algo de agradecimiento a la Academia y de reconocimiento a otros escritores en sus textos.
En el de la Jelinek sólo hay desesperación, similar a la desesperación que, según asegura, sintió al recibir la noticia de que se le había concedido el premio Nobel.
Tampoco hay rastros de su militancia política, pese a que su solo nombre parece seguir siendo una provocación para los políticos de derechas, ni una reflexión sobre su obra de la que ella misma recientemente se ha dedicado a hablar mal en entrevistas de prensa, aunque advirtiéndole a los críticos que sólo ella tiene derecho a hacerlo.
?Un paralítico puede llamarse a sí mismo tullido, pero si otro lo llama tullido es una ofensa?, dijo hace poco la escritora en declaraciones a un periódico alemán.