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Decir sin decir

Gaby Vargas

¡Qué mal me caen las personas que, en un asiento del cine, el teatro o el avión, se apoderan tranquilamente de los dos descansa brazos! ¿Qué no se dan cuenta de que juntito a ellas está otra persona y que esta persona también, -¡oh rarezas de la vida!-, tiene brazos? Me parecen personas egoístas, insensibles y abusivas. Así han de ser en todos los aspectos de su vida. Pobres de los que viven o trabajan con ellas. ¿No crees? En la vida hay detalles cotidianos y simples, como el anterior, por medio de los cuales comunicamos muchas cosas y tienen una enorme influencia en nuestra forma de sentir y de relacionarnos, en cómo somos percibidos y en cómo percibimos a los demás. Detalles que transmiten mensajes implícitos, ya sean de poder, de estatus, de familiaridad o de otro estilo. Información constante, enviada y recibida sutil e inconscientemente. Esto es precisamente lo que estudia la Proxemia, término acuñado por Edward T. Hall, que se refiere al tiempo y el espacio que utilizamos como poderosas herramientas de comunicación no verbal. Veamos los distintos aspectos que estudia la proxemia, especialmente en lo que se refiere a los espacios: territorial, de tiempo, simbólico, lingüístico y sonoro. Espacio Territorial El lugar que ocupamos en una ceremonia, la mesa que nos asignan en una boda, la altura de una silla en comparación con otra, o el lugar que tomamos en una sala de juntas, tiene efectos en nuestras sensaciones y nuestra interacción con los demás. Esto, más otros detalles aparentemente insignificantes, como el de luchar por el descansa brazos, sirven para marcar un territorio. Así mismo, con la presencia o la ausencia de algún contacto visual durante una conversación, hacemos que el otro se sienta incorporado o ignorado. El hecho de acercarnos a una persona y tocarla mientras hablamos con ella, o el hecho de no hacerlo, tiene su propio significado. Al conversar, podemos establecer distancia o cercanía a nivel postural, como ocurre al girar el cuerpo hacia la persona o viceversa, al cruzar la pierna opuesta para cerrar un círculo invisible o al acercarnos para que pueda percibir nuestro olor. El tiempo La antigüedad de los objetos que tenemos comunica algo. En general, los objetos muy modernos y vanguardistas o los muy antiguos son percibidos como de más estatus que los contemporáneos. Entre las personas, el tiempo que tardamos al pronunciar una frase y la siguiente, destaca el contenido y le da importancia. Detalles como qué tan rápido o lento respondemos al saludo de una persona, pueden reflejar el grado de aceptación, estima, respeto o rechazo que le tenemos. Además, quien se aproxima a saludar, según Hall, se sitúa en una jerarquía inferior con respecto a la otra persona. Sin embargo, aquí hay que considerar otro detalle: la sencillez. Si la persona que saluda primero es posicionalmente más importante, deja ver sus dotes de liderazgo y gran calidad humana. Espacio simbólico Si invitas a alguien a tomar un café, representa un compromiso menor que invitarlo a una cena. Así mismo, invitar a alguien a desayunar, nos compromete menos que llevarlo a comer, pues implica menos tiempo y menos dinero. Igualmente, invitarlo a tomar una copa tiene mayor valor energético que a un café, ya que tomar alcohol produce estados de mayor cercanía y menor inhibición. Lingüístico Todos hemos experimentado cómo simplemente hablarnos de tú o de usted provoca que toda la relación cambie inmediatamente; es como si, de pronto, subiera o bajara una barrera invisible. También, con las palabras, marcamos diferencias de rangos, distancias sociales o familiaridad. Por ejemplo, cuando los médicos o los abogados nos explican las cosas en su jerga técnica, en lugar de impresionarnos, nos alejan, porque ¡no entendemos nada! Entre colegas, está bien, porque les da identidad. Fíjate que el uso de apelativos como Señor, Licenciado o Doctor no son sólo descriptivos, sino proxémicos ya que marcan distancias. Sonoros Elevar el volumen de la voz durante una discusión, revela una carga emotiva que puede tener el efecto de alejar e intimidar al otro. Así, hablar en voz baja nos obliga a acercarnos a nuestro interlocutor y le da una carga de intimidad a la plática. ¿Te has fijado cómo, en un antro, el volumen de la música nos envuelve a todos y borra límites, provocando una pérdida de individualidad? La música romántica, por su parte, nos invita a acercarnos. La proxemia es algo que quizá nos suena extraño. Sin embargo, si logramos reconocerla en nosotros y en los otros, es una gran fórmula de acercamiento, comunión y contacto con los demás.

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