06 de enero de 2004.
Kabul, (EFE).- Una bomba trampa, colocada en una bicicleta aparcada junto a un camión, acabó hoy con la vida de al menos quince personas, más de la mitad escolares, en la ciudad de Kandahar, en el sur de Afganistán, informó un portavoz de la milicia local.
Según esta fuente, un pequeño artefacto que hizo explosión veinte minutos antes de que lo hiciera la bomba a 100 metros de un cuartel de la milicia local, en una zona residencial del este de Kandahar, sirvió de "cebo" para concentrar a numerosos curiosos en el lugar, entre ellos muchos niños de una escuela próxima.
La segunda bomba, de gran potencia, alcanzó a un gran número de personas, mató al menos a quince, algunas de las cuales quedaron destrozadas, e hirió a medio centenar más, de las que una decena se encuentran en estado grave.
Según el portavoz de la milicia, "se trata de un atentado terrorista", todas las víctimas son ciudadanos afganos y varios de los heridos se encuentran en estado muy grave, por lo que podría aumentar en las próximas horas el número de muertos.
La Policía de Kandahar ha indicado que sus agentes detuvieron a un hombre que huía del lugar y podría estar relacionado con el hecho.
La zona de la explosión fue rodeada minutos después de la deflagración por numerosos soldados afganos y de Estados Unidos, que tiene en Kandahar su principal base militar en el sur de Afganistán.
Kandahar fue el centro del poder del grupo ultraintegrista islámico Talibán, que gobernó en Kabul desde 1996 hasta su caída a finales del 2001.
Desde el pasado verano, la violencia, sobre todo atribuida a grupos de talibanes, se ha incrementado en Afganistán, especialmente en el sur y el este del país.
Ayer mismo, la oficina la Alta Comisaría de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Kandahar fue atacada por un grupo de hombres armados, que lanzaron una granada y dispararon contra la fachada del edificio sin causar víctimas.
Un portavoz de la ACNUR, Nader Farhad, ha declarado que "nuestras operaciones son ya muy limitadas por la situación de inseguridad general" en el sur y este de Afganistán.
"El ambiente no es muy bueno para trabajar y hay que ser muy cuidadoso", agregó Farhad, quien señaló que el personal extranjero de la ACNUR y otras instituciones de la ONU "trabaja con limitaciones debido a las amenazas de atentados". El pasado 16 de noviembre, Bettina Gislard, de 29 años, empleada francesa de la ACNUR, fue asesinada a tiros en la ciudad de Ghazni, en el centro de Afganistán.
El 11 de noviembre, un coche-bomba hizo explosión frente a las oficinas de Apoyo y Proyectos de Naciones Unidas en Kandahar y causó heridas a una persona. Más tarde, el 6 de diciembre, una bomba colocada en una bicicleta hizo explosión en un mercado muy concurrido del centro de Kandahar y causó heridas a veinte personas.
La ONU, que tiene cien empleados extranjeros y 600 locales en Afganistán, cerró entonces su oficinas en el sur y este del país, pidió a su personal que no saliera de sus casas y señaló que podría dejar el territorio afgano si no se restaura la seguridad.
Este atentado tiene lugar dos días después de la aprobación de la nueva Constitución de Afganistán, que debe permitir la convocatoria de unos comicios democráticos antes de finales del junio de este año.
Los talibanes pidieron a la población afgana que boicoteara la Loya Yirga, que en las tres últimas semanas ha debatido y aprobado la Constitución, y las elecciones, que se han empezado a preparar con la realización de un censo en el país, el primero en varias décadas.
La violencia y la pobreza, en un país devastado por guerras sucesivas desde 1979, son las mayores amenazas para Afganistán y su incipiente proceso democrático, muy difícil de llevar adelante en una sociedad compuesta por varias etnias y numerosas tribus que mantienen unas relaciones que en muchas ocasiones son de hostilidad.