EL SIGLO DE TORREÓN
TORREON, COAH.- “¡Vamos al vicio!” se escucha entre los adolescentes que salen de sus casas desde temprano para ir a jugar en las “maquinitas”.
A las diez de la mañana estos establecimientos comienzan a recibir a sus asiduos jugadores, jóvenes entre 13 y 15 años principalmente, que en una hora gastan de tres a siete pesos.
Para asistir al “vicio” cada fin de semana, los adolescentes utilizan el dinero que sus padres les proporcionan para camiones y almuerzos en la escuela.
Muchos de los jóvenes que asisten a las “maquinitas” tienen consolas de videojuegos en sus casas, pero prefieren los establecimientos porque tienen mayor variedad en cuanto a tipos de juegos.
A pesar de que hay juegos de recorrido y de carreras, los más populares son los de pelea.
Otro factor atractivo para los adolescentes que asisten a estos lugares es la competencia, pues así tienen la oportunidad de jugar uno a uno contra alguno de sus amigos.
Sin embargo, esto trae consigo una fuerte carga de frustración que los jóvenes de esa edad muchas veces no saben controlar.
“Me da mucho coraje cuando estoy jugando contra alguien y me matan”, comentó Carlos, de 12 años, “me dan ganas de vengarme”.
Para algunos, las “maquinitas” son una forma de escondite, un rincón apartado de los padres, donde no hay más reglas que las que impone el juego: matar o morir, conseguir la victoria y el reconocimiento de los otros jóvenes que asisten al local o a “perder la vida” y cederle el turno al siguiente retador.
“La mayoría de los muchachillos de ahorita no le avisan a sus padres que van a jugar”, dijo Sergio Román, estudiante, quien años atrás también pasaba sus tardes en estos lugares.
“Mis papás sabían dónde estaba”, manifestó, “ahorita ya es más como un centro de vicio, donde los chavos se vienen a esconder para fumar y que sus papás no los cachen”.
Cuando algún adulto llega a atravesar el límite que impone la puerta en estos oscuros lugares dispuesto a jugar un rato, no hay mucho que pueda hacer frente a la destreza de los adolescentes que pasan ahí de 60 a 90 minutos al día.
En estos lugares el rango de edad es muy amplio y se puede encontrar gente, en su mayoría hombres, que tienen desde ocho hasta 30 años, lo que da paso a las malas influencias, como comentó Román.
De acuerdo con Sergio, estos locales fomentan el vicio del cigarro entre los jóvenes, pues los grandes fuman, y cuando los chicos los ven también comienzan hacerlo.
“Los niños ahora tienen más acceso a otro tipo de cosas que antes no había y eso es lo que les está haciendo mucho daño”, manifestó, “ya le dan más importancia a jugar que a ir a sus clases”.
Sin embargo, Sergio insiste en que el problema viene desde la familia, de la confianza que se les dé en la casa para hablar de temas como lo son el sexo, la violencia, los medios, las drogas y los videojuegos.
“Yo creo que lo que hace daño es la falta de cultura por parte de los padres”, dijo, “más o menos controlado no está mal que los niños jueguen videojuegos, pero todo en exceso es malo y puede causar adicción”.
La tecnología de las consolas sigue avanzando, provocando que hoy los videojuegos sean cada vez más interactivos, por lo que los usuarios perciben sensaciones cada vez más reales, lo que puede ser toda una experiencia, siempre y cuando se mantengan los pies en la tierra, con buena comunicación con los padres para así distinguir dónde termina la realidad y dónde comienza la ficción.