Momo: Dios de la burla
y el escarnio, hijo del sueño
y de la noche (venerado por
muchos políticos mexicanos).
Gavetas empolvadas y repletas de carpetas son parte del archivo nacional, amén de la memoria y los recuerdos de los viejos gobernantes, líderes, políticos y funcionarios, incluyendo los millones de votos y urnas cremadas, herencia lesiva en la dictocracia del PRI y sus más de setenta años nos cocinó y sirvió como una receta fácil que el pueblo se tragaba sin el menor empacho.
Con qué facilidad se les tiene engañados a los ciudadanos con cientos de tinglados empotrados en un marco referencial llamado corrupción. Desde la Conquista hasta la fecha nuestra historia es una reseña de atrocidades, cuando no fue por parte de extranjeros, fue en la mayoría de los casos por nuestros mismos paisanos.
Un usufructo que espanta es lo que está presente en los actos de la cúpula, donde el común denominador es embarrar de mierda todo lo que tocan.
Con el dominio total durante más de setenta años el PRI hizo a su muy libre albedrío lo que le pegó en gana. Ni siquiera una disculpa hemos merecido los pobladores de esta noble patria por parte de los miles de robos, crímenes y corrupción de los que por décadas fuimos víctimas de la casta divina y la familia revolucionaria o del muy promovido cambio, que resultaron iguales o peores que los que se quitaron.
Enumerar los pactos maléficos y pillerías gangsteriles en contra del pueblo sería más largo que la novela de Franz Kafka “La Muralla” y más tenebroso que el bicho en que este gran escritor checo se convirtió en su otra novela “La Metamorfosis”, en que por años nos ha entretenido el Gobierno hegemónico con tal de mantenerse en el trono.
Las elecciones que pomposamente llevaron a cabo en todos los rincones del país, con cifras maquilladas, aún con la pregonada transparencia.
Cuántas mentiras el pueblo ha tenido que sostener y mantener sólo para sopesar otras mentiras más grandes, en una pirámide tridimensional e infinita, labrada por la fáustica fatuidad de la clase política nacional.
Valdría la pena recordar algunas mentiras oficiales: la guerra sucia en contra de jóvenes en los años sesenta y setenta, cuyos archivos fueron perdidos y la misma historia jamás fue revelada en libros de texto; el fraude de 1988 donde los mexicanos fuimos gobernados por un espurio (Carlos Salinas de Gortari) y de cuyo fraude fueron cómplices silenciosos millones de priistas y se completó la mentira e infamia con la quema de más de 20,000 urnas guardadas en Palacio Nacional, con la ayuda del ahora senador panista Diego Fernández de Cevallos (alias La Ardilla, porque en ese tiempo no salía de Los Pinos); la venta de cientos de paraestatales como: Telmex, Aviación, Dina, bodegas de Conasupo, etc; la venta de los bancos y el gran fraude del Robaproa, que aún por muchos años seguiremos pagando; los Afores, los robos y concesiones que se siguen dando en Pemex y la CFE sin contar la quiebra del ISSSTE y el IMSS.
Sin embargo, lo antes enumerado es el 000.5 de las mentiras oficiales que muchas veces el pueblo se come. Existen otras suciedades y miasmas que el Gobierno quiere minimizar, como son las recientes matanzas por citar sólo dos: la del vado Aguas Blancas en Guerrero y la de Acteal, en Chiapas.
Ahora mientras los H. Diputados y Senadores del Honorable Congreso de la Unión se despeinan el chongo en contra de la violencia en los estadios de futbol y el pirataje, dejan la verdadera agenda nacional soslayada, nada se hace en contra de gobernadores narcos como el caso del panista que gobierna Morelos, del mentiroso gobernador de Oaxaca, José Murat, el narcogobierno del priista de Patricio Martínez en Chihuahua y de cientos de líderes que con la impunidad que dan los puestos siguen cometiendo pillerías encubiertos con cifras y gráficas y protegiéndose en las mentiras oficiales emanadas de los mequetrefes llamados políticos y desde luego sostenidos por el agachado (ahora se le dice noble) pueblo mexicano.
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