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¿Democracia o inmolación?

Federico Reyes Heroles

Desazón, enojo, coraje, resquemor, incluso miedo. Todo eso dejó en su estela el IV Informe. Responsables son todos los participantes. La crisis política de México está en la cortedad de miras de sus gobernantes. Hace 16 años que ese ritual está en apuros.

Desde hace 16 años que se lanzan propuestas que permitan respeto al Ejecutivo, mayor participación real del Legislativo y la transmisión de un mensaje nacional que sea útil.

Legislaturas van y vienen y nada. Acaso no perciben el deplorable espectáculo que como país ofrecemos. Se argumenta que gritos y protestas los hay incluso en las democracias más consolidadas, es cierto. También lo es que en ellas hay un punto de inflexión en el acuerdo institucional básico que se impone. Allí reclaman airadamente al primer ministro, quien sea, pero no serruchan el piso de su propio parlamento. Qué es esto, se preguntan muchos mexicanos, sin entender el sainete de destrucción y autodestrucción.

A cada quien su parte. El informe del Presidente estaba mal escrito, deshilvanado, sin ninguna gracia y con algunas cifras verdaderamente insostenibles: Nacional Financiera pasó de 15 mil a 450 mil créditos. Por lo menos hacen falta explicaciones, así desnudo el dato parece magia. Los nuevos yacimientos de hidrocarburos anunciados así, en bloque, sin distinción entre lo potencial, lo probable y lo probado y sus costos es una irresponsabilidad. Pero también en el informe hay logros evidentes: lucha contra el narcotráfico, disminución de la pobreza, incremento en la captación fiscal, IFAI y transparencia, vivienda, seguro popular, turismo, becas, “Oportunidades”, “Procede”, “Hábitat” y varios más.

¿Por qué no convencen? Al haber negado durante cuatro años los méritos de administraciones anteriores, al no reconocer que en algunos casos ha sido la continuidad la que ha procurado el éxito, al quererse colgar sin más todas las medallas, el discurso presidencial se vuelve una negación de nuestra historia, contrapunto insostenible. Por ejemplo, presentar el incremento en las muy prometedoras exportaciones agropecuarias sin mencionar siquiera la existencia del TLC convierte al asunto en una falsedad: el hecho no es sólo producto de ésta gestión. Como tampoco lo es la estabilidad financiera, el incrementó en los salarios reales, toda la reducción en pobreza extrema y en el riesgo-país. La mezquindad siempre se cobra sus facturas.

¿Cuáles son los logros verdaderos de Fox y cuáles son producto de una sana continuidad? Por quererse apropiar de todo se está quedando sin nada. El presidente Fox del 2004 tiene en su haber méritos que por supuesto fueron engullidos por el triste espectáculo. Mérito el afrontar la situación de pensiones en el IMSS y enfilarse hacia los trabajadores del estado.

De ir a fondo esa simple reforma pasará a la historia. Mérito el acuerdo con el IPAB, la banca y Hacienda que reduce la carga en 10,000 millones de dólares. Nada hay que agregar. Mérito el haber incrementado la base gravable e incrementar la captación de un punto del PIB.

Simplemente siguiendo esa estrategia durante todo el sexenio hubieran recaudado quizá el doble de la mentada reforma fiscal. Mérito el inicio de una cultura de transparencia, IFAI —Ley de acceso— que aunque todavía limitada, seguramente trascenderá. Entrar entre gritos de trabajadores sindicalizados y aledaños cuya miopía les impide ver que se está salvando a la institución en que trabajan, habla de un presidente dispuesto a afrontar la impopularidad, eso si es novedad y alienta. Y sin embargo nunca antes se había agredido al titular del Ejecutivo con tanta saña.

¿Por qué?

De entrada porque han sido cuatro años en que el régimen no ha sabido tejer un ambiente político de concordia, entendimiento y respeto. La prudencia debió salir de ellos. No estuvo allí, fueron parte muy activa en las inútiles provocaciones. No entender al PRI como su gran aliado para gobernar ha sido un error de costos inimaginables. Pero además Vicente Fox, en su ánimo populachero no sólo acabó con la inútil solemnidad, fue más allá y dañó el respeto básico a la institución presidencial, destruyó la necesaria majestad.

Desde el primer minuto de su gestión, al referirse primero a sus hijos que a la Nación, Fox mostró una nula comprensión de la gran responsabilidad de encarnar la investidura y hacer que se le respete. Por ganar rating expuso indebidamente a la presidencia a un desfile de incongruencias, de chabacanerías, de ramplonadas.

Así, por más que el presidente mantenga una aprobación muy aceptable, sus compañeros de viaje, los señores legisladores, no lo respetan y de pasada hieren a la institución. Esa será parte de la herencia de Fox.

Pero, ¿y los legisladores? ¿Qué quieren los diputados del PRD? Hace 16 años querían acabar con el autoritarismo. Era válido. No encontraron otra fórmula que quebrar el ritual presidencialista. Llegó Salinas, la elección del 88 pesaba sobre él. La apertura tardó en llegar. Siguieron con la fórmula. Pero a Zedillo no se le podía reclamar la misma mácula original y sin embargo no pararon. Durante ese período se construyeron instituciones democráticas al final decidieron no participar. Llega Fox y se logra la alternancia en el Ejecutivo, no con la persona que ellos deseaban pero alternancia al fin. En el 2004 resulta que el probable desafuero de su principal candidato es motivo para avasallar al presidente.

El hecho es que nunca han dejado de aportar una cuota muy seria de destrucción institucional. Querían destruir el pasado régimen, pero parece que también quieren la destrucción del actual. Los cauces de participación están abiertos, hoy gobiernan a uno de cada cinco mexicanos, pero no pueden aceptar ser parte del estado.

¿Y los priístas, a que le juegan? El discurso del diputado Beltrones destacó por tener una visión de estado, pero el comportamiento de sus colegas dándole la espalda al presidente habla de una inmadurez total. ¿No acaso quieren presentarse como la opción responsable para el 2006? ¿Y qué decir del PAN? Para todo fin práctico dejaron solo a su presidente. Quieren el mejor de los mundos: estar en el Gobierno y ser oposición.

¡Qué fácil!

Una historia olvidada. La generación que hoy gobierna, a pesar del severo déficit de democracia, creció en un país de instituciones. Los intereses particulares, partidarios se subsumían a ciertos principios: unión básica frente al exterior, paz social y respeto a las instituciones como anclajes del pacto social. Hoy, lo que a muchos mexicanos aterra es haber roto esos principios sin construir otros por una apertura irresponsable.

Frente a los ojos del mundo zaherimos a la nación sin miramientos. ¿Cuántos millones de dólares costó este último espectáculo? Hoy una fuerza política nacional, el PRD amenaza con romper la paz social. ¿Se vale? Y, finalmente, el respeto a la Presidencia es socavado de afuera y también de adentro. ¿Democracia o inmolación? No queda claro.

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