SUN-AEE
MÉXICO, DF.- ¿Ya llegó? No, pero sí va a venir. Dicen que ésta es la ciudad de la esperanza y hay que ampararse a sus bondades consolatorias.
Hay quien piensa que la historia suele repetirse. Hace 150 años y un día, Antonio López de Santa Anna no se presentó al estreno del Himno. La presencia de Vicente Fox está descartada esta noche, pero ¿Y Andrés Manuel López Obrador? ¿Le cayó la araña inmovilizadora al Tsuru? ¿Nico es un apátrida? Especulaciones.
Chiflidos y aplausos del poco público reunido la noche del martes en el Teatro de la Ciudad, apresuraron a los organizadores. Era el estreno mundial de 12 partituras que bien pudieron convertirse en el Himno Nacional Mexicano. Fue una espera de 150 años y, con ?Peje? o sin ?Peje?, había que empezar.
A la tercera llamada, por todas las puertas que acceden a la parte baja del teatro, entraron cientos de personas que de inmediato llenaron los notables huecos en la butaquería. Personas con el suéter amarrado al cuello, las mangas dobladas, los zapatos raspados y el pelo desordenado. Con el traje arrugado y las ojeras intactas, con el ánimo eclipsado.
La sospecha se volvió certeza cuando uno de los recién llegados le dijo a otro: ?Te catafixio mi lugar por una checada mañana temprano?. La oferta no prosperó. En fin. El Himno invoca a los mexicanos a aprestad el acero al grito de guerra, no importa si son acarreados o no.
En el escenario, los discursos se adelantaron a la música. Enrique Semo, siempre de espaldas a la orquesta, impartió cátedra de historia en medio de bostezos. Daniel Molina, coautor del libro Mas si Osare un Extraño Enemigo junto a Karl Bellinghausen, lanzó dardos venenosos hacia los autores de ?artimañas contra gobiernos locales legalmente constituidos?.
Inició el concierto una hora después de lo anunciado y con una risa forzada en el rostro del director, Enrique Patrón de Rueda. La Marcha Nacional Zaragoza, de Aniceto Ortega; el Himno a Benito Juárez, de Miguel Meneses, y Dios Salve a la Patria, de Melesio Morales, con todo y sus explícitas alusiones a La Marsellesa, integraron la primera parte del programa.
Luego del intermedio vinieron los 12 himnos, ante los que el público se mostró impávido. Lo mismo los había simples, como el de Joaquín Arroniz, que impresionantes por la sonoridad como el de Joaquín Luna. Aunque si de escoger se trataba, ninguno como el himno de José Mateo Torres Serrato, en que lució la extraordinaria voz de la soprano Rebeca Olvera, sin menoscabar el trabajo del tenor Luis Alberto Sánchez y el barítono Josué Cerón.
Al final, el himno de Nunó y Bocanegra sonó en Mi Bemol al tiempo que músicos y público se levantaban de sus asientos, igualito a los cateadísimos soldados que reviven cuando Pedro Infante canta el himno en la película Mexicanos al Grito de Guerra. Una gran ovación. Y de nueva cuenta se oyó el Himno, pero más fuerte.
¡Viva México! ¡Viva la Filarmónica!, gritaban algunos improvisados. El ánimo estaba para una docena de piezas más. Lo mismo se hubiera aceptado el Huapango de Moncayo, que El Ausente, dedicada a López Obrador. Pero no hubo más. Los más exaltados tuvieron que conformarse con las desafinadas notas del cilindro que inundaban la calle de Donceles en la noche templada.