México, (Notimex).- Arqueólogos del INAH descubrieron en Tizayuca, Hidalgo, un espacio funerario de origen tolteca que resguardaba nueve entierros acompañados con ofrendas, que incluían cerámica de la fase Tolá.
En un comunicado difundido por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Juan Carlos Equihua Manrique, arqueólogo responsable de los trabajos de rescate, informó que el sitio arquitectónico, de estructura circular, data de entre el año 950 y 1050, después de Cristo.
Abundó que el área de 300 metros cuadrados se ubica en el kilómetro 57 de la carretera México-Pachuca, en la colonia El Cid, también conocida como Rancho El Chato o Don Antonio.
Equihua Manrique refirió que los trabajos de rescate dentro del Proyecto Tizayuca iniciaron el 19 de abril de este año, aunque el sitio ya había sido reportado al INAH hace una década por el arqueólogo Rubén Manzanilla, encargado de las tareas de investigación.
Indicó que las fosas, cuya profundidad es de 70 centímetros, fueron cavadas en forma paralela, todas dentro de un espacio perfectamente definido.
Algunas estaban vacías, dijo, y otras contenían restos óseos colocados en posición anatómica flexionada, con la cabeza orientada hacia el norte. Se presume que todos eran varones; tres de ellos adolescentes, pues los huesos no habían concluido su etapa de calcificación.
Otra característica relevante, apuntó, es el hecho de que los esqueletos estaban acompañados por ofrendas con piezas de cerámica, caracoles, cuentas de collar, además de que uno de ellos tenía una piedra verde.
Explicó que entre los entierros descubiertos está uno muy singular, pues en una misma fosa yacían los restos de dos individuos, uno encima del otro, también en posición anatómica.
Asimismo, era similar el acomodo de las vasijas que tenían como ofrenda, así como la distribución de objetos, uno de ellos contenía un caracol, y al parecer había gran diferencia de edades.
Manifestó que en este caso los trabajos de rescate duraron más de dos semanas, pues se requirieron de grandes recursos técnicos para poder levantar al primer individuo y no dañar los restos de ambos.
Por otra parte, subrayó que en el sector oeste se rescató un entierro que contenía la caja torácica y la columna vertebral en articulación estricta; sin embargo, no se encontraron el fémur, la tibia, y el peroné, situación extraña pues al parecer los elementos faltantes fueron desmembrados.
En otra área en donde se localizaron tres enormes fosas se pensó que iban a estar ocupadas con restos óseos, pero estaban totalmente vacías por el saqueo registrado en épocas posteriores, quizá por la reocupación azteca.
En el lado este, en la parte semicircular, se rescató una enorme olla funeraria que no ha sido explorada, pero que se presume contiene los restos de un niño.
Todos los entierros localizados -nueve hasta el momento-, estaban acompañados con algunas ofrendas suntuosas, otras no tanto, y con cerámica de la fase Tolá.
Se descubrió además un entierro muy removido. Los huesos no estaban en su contexto, aparecen muy desarticulados, tienen incrustada una concha y se puede apreciar la existencia de dos cráneos.
En opinión del arqueólogo, esto se debe quizá a que el área fue tierra de cultivo y el uso del arado, primero, y de maquinaria, después, removió los restos provocándoles daños severos.
Equihua Manrique aseguró que los descubrimientos presentan una excelente conservación, debido a las características químicas del suelo del lugar, pues las fosas se cavaron rompiendo el tepetate, roca madre que permitió la conservación de los entierros y de las piezas de cerámica.
Los trabajos en el sitio concluirán aproximadamente en dos meses más, y posteriormente se tomarán las medidas para proteger el área, como subir el nivel de la superficie y evitar las excavaciones en el subsuelo del lugar, aseguró el investigador.