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Descubren más sobre los Carmelitas

Estudios del INAH revelan que siempre estaban preparados para la muerte

SUN-AEE

MÉXICO, DF.- La Orden de los Carmelitas a su llegada a la Nueva España veneraba los huesos y objetos personales de los difuntos, los cuales eran conservados como tesoros, explicó Víctor Cruz Lazcano, investigador de la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Por ejemplo, las alhajas, cabellos y dedos de las manos de un carmelita fallecido eran colocados en moldes de oro y plata para ser resguardados como reliquias. De esta manera, afirmó el investigador, los carmelitas se preparaban todo el tiempo para la muerte y después ingresaban a su vida espiritual.

En ese proceso, el ayuno, la oración y la penitencia eran las actividades cotidianas de los Carmelitas y al cumplirlas con devoción, pensaban que se reunirían con Cristo al momento de su muerte física.

La disciplina de los monjes aseguraba que sus almas no cayeran en la tentación de la carne. La flagelación era la forma más común de disciplinarse, como lo fueron los golpes en el pecho con una piedra. También se amarraban extendidos a una cruz, con la mirada fija hacia un cráneo o tendidos en el suelo con una cruz en las manos y un par de calaveras en el pecho.

Al respecto, Cruz Lazcano opinó: ?En estas prácticas que podrían parecer excesivas y hasta morbosas en nuestro tiempo, para la religión, tenían la finalidad del perdón y el arrepentimiento para lograr el acercamiento a Dios.

Algunas de ellas existen actualmente. Una muestra de ello, son las procesiones de Semana Santa y las mandas de devotos cada 12 de diciembre?.

Señaló que cualquier acto de la orden obedecía a un manual de comportamiento que determinaba los castigos, los cuales se dividían en ordinarios si se realizaban con el permiso del prelado, o extraordinarios, si se practicaban por voluntad propia.

?El relicario era un objeto que garantizaba la vida eterna a quien lo usara con devoción y era una forma segura de llegar al purgatorio y alcanzar la paz el sábado siguiente a su muerte?.

Dijo además que el dolor era un elemento de reparación de los males después de cometer un pecado, por lo que su comportamiento era regido por el silencio, clausura, castidad y obediencia.

Es así como el recorrido por la historia realizado por Cruz Lazcano, establece que los carmelitas, a su llegada a territorio mexicano, regularon su forma de vida dentro de los conventos, al mismo tiempo que se preparaban para la muerte.

A decir del investigador, los rituales de la muerte aún se conservan hasta nuestros días; algunos de ellos consisten en rociar agua bendita al difunto para alejar al demonio, tocar las campanas anunciando el fallecimiento, ofrecer nueve misas después del sepulcro y convocar a la comunidad del convento a la oración, confesión y comunión.

Lazcano mencionó la existencia de los antiguos Carmelitas de Palestina, a partir del año 1206. En 1214 realizaron sus primeras peregrinaciones y al paso del tiempo, en 1238, fueron separados de sus preceptos originales.

En 1562, Santa Teresa de Jesús realizó una reforma en México, para regir la vida de los carmelitas, la cual fue aprobada por la Corona española, de esa forma se reconoce la llegada del primer asentamiento de esa Orden, el 27 de septiembre de 1585, en el estado de Veracruz.

Cruz Lazcano admitió que el estudio de las representaciones de la muerte, en esculturas, capillas y sepulcros de los Carmelitas, permitirán comprender la relación con otras ordenes religiosas, que además coinciden con la forma de celebrar la muerte en el México prehispánico.

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