Carlos Enrique vende frutas en San Pedro, luego de haber laborado por 40 años en el campo.
EL SIGLO DE TORREÓN
SAN PEDRO, COAH.- Tiene 62 años de edad y sus esperanzas de supervivencia siguen intactas. Aunque su cuerpo le pide que en ocasiones se detenga por un descanso, Carlos Enrique Rocha no cede. Sus ilusiones y alegría se centran en la dicha que su dinámica le permite.
Hoy, sus esfuerzos parecen ser los mismos que cuando estaba joven, sólo que en la actualidad se duplican por la pesada losa de años que lleva encima; sin embargo, la edad no parece un impedimento para que Carlos siga por las calles de San Pedro, vendiendo fruta.
En su memoria están grabadas historias, anécdotas y varios acontecimientos que hoy sólo anhela. Durante cuarenta años, Carlos trabajó en el campo, bajo los intensos rayos del sol que penetraron cada uno de sus poros hasta dejar su piel dorada.
Sus labores eran en la pizca de algodón, allá cuando este producto todavía era considerado como el “oro blanco” de la Región Lagunera. Luego que este recurso dejara de llamar la atención de varios productores, Carlos decidió regresar a su ciudad natal.
En San Pedro había muchas novedades. Lo primero que se le ocurrió a Carlos para mantener a su familia, fue lo de vender frutas. Las opciones de trabajo eran en ese entonces casi nulas y las aptitudes de este señor abarcaban hasta la mínima exigencia de cualquier patrón.
Hoy tiene 20 años, pero de oficio, como vendedor de frutas. Sus siete hijos ya están casados y ellos mismos le han regalado 18 nietos, a los cuales aconseja y cuida como cuando sus descendientes eran pequeños.
De 50 a 60 pesos diarios es lo que gana Carlos. La ganancia no es floreciente pero sí suficiente para que él y su esposa continúen con vida, alimento, calzado, vestido y sobre todo, felicidad. Sus pies parecen perder fuerza en cada paso que da, sin embargo, es lo contrario, su fuerza se incrementa con el impulso de ver a sus nietos crecer.
Este 24 de diciembre, Santa Claus no visitará la casa de Carlos como cuando era niño; no llegará Papa Noel con su bulto lleno de regalos, ni su risa se escuchará en el infinito del cielo, pero la esperanza sí estará presente en su hogar.
Hoy, el Santa Claus de Carlos es Dios; a Él le pedirá seguir con vida y de pie para recorrer la ciudad con su triciclo. Cumplirle a su esposa es su única satisfacción y luchará por ello “hasta que Dios me dé licencia”.