En México las principales víctimas del hambre son las mujeres, niños y niñas indígenas y aquellas familias que viven en extrema pobreza. En el marco del Día Mundial de la Alimentación es necesario revisar los programas de asistencia social.
Informes que proporcionan dependencias como el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), así como algunas Organizaciones No Gubernamentales, advierten que en algunas zonas indígenas han registrado la aparición de enfermedades que las autoridades de Salud creían ya desterradas, como consecuencia de la mala alimentación.
Según datos de la Secretaría de Desarrollo Social en México hay 300 mil familias en situación de hambre y en pobreza alimentaria, alrededor de 20 millones de personas.
Programas como “Oportunidades” y “Pa’ que te alcance” han resultado insuficientes, en gran medida debido a los recortes del presupuesto federal, pero sobre todo, según un Diagnóstico realizado por la Organización de las Naciones Unidas, el principal problema ha sido la ausencia de lineamientos claros para los programas de educación y orientación alimentaria, así como la falta de claridad en las responsabilidades públicas.
Históricamente en el país los programas sociales han servido como botín político, donde los partidos se aprovechan de los apoyos para así asegurar votos que los lleven al triunfo en las contiendas electorales.
México celebra el Día Mundial de la Alimentación con las siguientes cifras oficiales: 4.5 millones de familias viven en la miseria y sobreviven con menos de 55 pesos al día.
La meta a nivel mundial para 2015 es bajar en 50 por ciento el número de personas desnutridas en el mundo, que ascendían a 800 millones en 1995. Sin duda el objetivo será difícil cumplir, sobre todo para México, cuyas autoridades prefieren rasgarse las vestiduras en “complots” e intereses partidistas, invitando al olvido la elaboración de programas sociales eficientes.