Durango

Despiden a Monseñor López

EL SIGLO DE DURANGO-AEE

DURANGO-DGO.- El Himno de la Alegría estaba de fondo musical, mientras que el cardenal Norberto Rivera Carrera no pudo contener el llanto, luego de la despedida final a monseñor Antonio López Aviña, que a eso de las 13:00 horas con 50 minutos había quedado sepultado a los pies del altar de la Virgen de Guadalupe, una de las capillas de la Catedral Basílica Menor.

Y en la homilía, el arzobispo Héctor González Martínez no sólo recordó el perfil ministerial de López Aviña, sino que exhortó a los católicos a mantener una coherencia moral; además, exigió asumir con valentía la fe en Cristo y vivir con autenticidad los valores cristianos.

Las palabras de González Martínez fueron escuchadas no sólo por laicos y representantes de movimientos apostólicos que abarrotaron el templo también conocido como la Inmaculada Concepción; también estaban los oídos de precandidatos y diputados de los partidos Revolucionario Institucional y Acción Nacional, además de empresarios y funcionarios públicos.

Frente a los restos mortales del padre López, el séptimo Arzobispo llamó a la iglesia local a la reconciliación y a revivir un espíritu de unidad, y remató: ...“La Iglesia de Durango necesita una reconciliación interna”.

El también arzobispo emérito monseñor José Trinidad Medel Pérez estaba dentro de la comitiva de los once prelados que acudieron a las honras de su antecesor, y mostró consternación, había tristeza en su ser y se unió al duelo de la grey católica de Durango.

Desde el miércoles, la Catedral fue visitada por miles de fieles y personajes de la vida política, empresarial, social y del clero, unos acudían con pleno cariño y respeto, otros gestos eran de remordimiento.

Incluso, el propio González Martínez reconoció que hubo gente que se “acercó con remordimiento”, pero sobre todo se registraron gestos de gratitud, enfatizó en su predicación.

A las 12 horas, desde la sacristía de la Catedral había iniciado la procesión de sacerdotes; once obispos y el cardenal Norberto Rivera Carrera lentamente caminaron en sentido contrario por la calle Juárez, se incorporaron en avenida 20 de Noviembre y sin mayores protocolos se introdujeron al templo, donde el cuerpo inerte de don Antonio López Aviña esperaba las exequias.

En la procesión, Rivera Carrera, asediado por los reporteros locales, intercambió algunas palabras con los comunicadores, pero evitó abordar temas vinculados con la política u otro tópico que no fuera “Don Antonio”.

El Arzobispo Primado de México parecía sólido de gesto fuerte frente al fallecimiento de su “padre, maestro y pastor; en la misa permaneció fuerte. Sin embargo, en la despedida final, su rostro comenzaba a mostrar un sentimiento inocultable.

Después de una hora con cuarenta minutos de misa, precisamente a la 13:40, el cántico de Aleluya interpretado por el Coro del Seminario y el Colegio Sor Juana Inés de la Cruz inundó el saturado templo de Catedral y comenzaba un cortejo fúnebre sobre una alfombra roja que conducía hasta el altar de Nuestra Señora de Guadalupe.

Los asistentes a las exequias, de manera espontánea, ovacionaron el último recorrido de monseñor López Aviña. Los aplausos se prolongaron por más de dos minutos y el Cardenal parecía que se resistía a llorar; finalmente, el sentimiento le ganó y dejó correr lágrimas sobre su rostro.

A la 13:53, los restos de López Aviña habían quedado sepultados a los pies del altar guadalupano, y Rivera Carrera definitivamente soltó el llanto, lo abrazaban los fieles, se reconfortaba entre los sacerdotes diocesanos... El Cardenal había despedido al principal personaje en su formación ministerial, mientras que sonaba el Himno de la Alegría.

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