EL SIGLO DE TORREÓN
TORREÓN, COAH.- “Siempre a los más fregados”, fue el comentario general de los habitantes de la colonia Zaragoza Sur, siete de las cuales sufrieron la pérdida de sus jacales consumidos por el fuego en donde perdió la vida una menor de tres años de edad, ahora tienen que afrontar las consecuencias del torrencial aguacero de antenoche.
En recorrido realizado por El Siglo de Torreón, al día siguiente del diluvio, se pudo observar que si bien no hubo pérdidas materiales, la mayoría de los vecinos de dicho asentamiento, se vieron afectados por las goteras en los techos de cartón y papel encerado con que están construidas sus humildes viviendas, ya que sus escasas pertenencias quedaron empapadas.
En medio de charcas llenas de lodo y basura, numerosos niños de apenas dos y tres años de edad, jugaban en sus turbias aguas. Descalzos, algunos desnudos de la cintura para abajo, con visibles señalas de padecer una enfermedad respiratoria, pues en sus narices se observó el exceso de secreciones.
A un lado y otro, hombres y mujeres, sacaban sus pertenencias para ponerlas a secar con el sol, otros más, reforzaban con clavos los endebles techos formados con cartón y papel encerado, “por si acaso”, dijeron algunos de los improvisados constructores.
Marcelo Sánchez Martínez, de oficio albañil y quien tiene ya más de un mes sin trabajo, manifestó que “es muy triste para nosotros que con tanto sacrificio que logramos hacer un modesto patrimonio familiar y todo queda en nada con tan sólo un aguacero”.
El trabajador de la construcción sufrió la pérdida de su televisor de 20 pulgadas que apenas estaba pagando y que un compadre de la había vendido a buen precio, “era usado pero no le faltaba nada. Hasta tenía su control remoto”, dijo.
Teresa García Rodríguez, mujer de más de 40 años de edad, con cuatro hijos y cuyo esposo se fue a trabajar a Estados Unidos desde hace más de diez años y a la fecha no ha tenido noticias de él, dijo que en toda la noche no pudieron dormir, pues el agua empapó los colchones que tiene en el piso de tierra y se la pasaron desaguando su modesto jacal, donde además viven su yerno y su nuera, con tres nietos.
“Es difícil pagar una renta, por lo que decidimos venirnos aquí y con mucho esfuerzo y sacrificio logramos levantar nuestra casita, pero ya ve, de todos modos salimos perjudicados. Aunque no se cayó, sí le entró mucha agua y esto nos fregó”, comentó la apesadumbrada mujer.
Por su parte, Ramiro Cerda Espino, cuyo oficio es transportar escombro en su carromato tirado por dos mulas, manifestó que resulta difícil para ellos enfrentar los fenómenos climatológicos, pues cuando “no estamos padeciendo las altas temperaturas, se presentan tolvaneras que nos han derribado nuestros jacales y ahora los recientes aguaceros. Eso sin contar con el incendio del martes por la madrugada donde una niñita murió”.
José Luis Espino Medina, primo de Ramiro y que se desempeña como “tragafuego” en uno de tantos cruceros de la ciudad, dijo que gracias a la solidaridad de todos los vecinos que se ayudan unos a otros, las desgracias no fueron tan graves y sólo “a unos cuantos se les desprendieron los techos de cartón, pero rápido entre todos los ayudamos y el problema no pasó a mayores”.
Sin embargo, el panorama era triste, pues aún estaba en sus mentes el recuerdo de la tragedia anterior donde siete jacales de madera y cartón, fueron consumidos por un voraz incendio que se presume fue intencional y en el cual perdió la vida una pequeña de tan sólo tres años de edad, a consecuencia del humo inhalado y las llamas calcinaron su pequeño cuerpo.