San Carlos, proyecto teatral
En Torreón han existido pocas instituciones comprometidas con la enseñanza teatral. Hace algún tiempo el maestro Rogelio Luévanos contó con una institución de enseñanza actoral, de la cual surgieron algunos buenos talentos, la mayoría desparecidos de la escena por diversas causas; posteriormente, surgieron algunos leves esfuerzos de actores laguneros por instituir formalmente dicha enseñanza, pero carecieron de continuidad, ahora se habla de un diplomado de actuación asesorado por Casa del Teatro a impartirse en el Teatro Isauro Martínez (TIM), pero su fecha de inicio aún no ha sido confirmada del todo.
Por otro lado está el Instituto San Carlos, una escuela de reciente apertura que apostó valientemente a impartir la carrera de artes escénicas, a cuyos alumnos pudimos ver en el pasado encuentro universitario, con la obra Farsa Crónica de Juana la Loca, en cuya obra pudimos constatar el gran trabajo escenográfico realizado por Francisco Bastida, quien además diseñó los vestuarios.
Dentro del teatro universitario e independiente, difícilmente se pueden ver propuestas tan bien ideadas, la mayoría retacan el escenario de elementos que ensucian la puesta, generando un basurero de ocurrencias sin tino alguno, pareciese que su objetivo es impactar con la propuesta escenográfica, olvidando que la escenografía está en función de la historia, no viceversa, cayendo constantemente en lo pretencioso.
Francisco, por su parte sólo utilizó los elementos simbólicos necesarios para contar la historia, distribuidos armoniosamente, generando una plástica estética de calidad, sin duda un buen elemento de San Carlos. Por otro lado, en el plano actoral, lamentablemente se quedó mucho a deber.
Al actor novato es común verlo con una gran necesidad de estar frente al público, orientando su actuación al lucimiento, a la frivolidad escénica, el formador debe ser conciente de ello y quitar ese vicio que por necesidad trae consigo el alumno y hacerle ver que es la actitud, la humanidad del personaje con todas sus características, la que debe por encima de todo leerse en la obra. Como ejemplo, vasta citar al joven Milton que interpretó el personaje de Felipe el Hermoso, sólo jugó con lo hermoso, olvidando a Felipe, si es que pudo en algún momento concebirlo, fue un ejemplo de frivolidad en su máximo esplendor, vamos, habló como niño fresa, desconoce por completo el contexto de la historia y las técnicas básicas de actuación. Bueno, diremos que está en proceso de formación y se le pasó al director, pero resulta que Dagoberto, el director de la obra también actuó y estuvo mucho peor, junto con la maestra Perla quien interpretó a Juana la Loca, estuvieron fuera de tono, es decir, no respondieron a los estímulos que la lógica dramática exige y sus movimientos físicos eran patéticos, un ratón al estar sólo físicamente se comporta diferente, que cuando se siente amenazado, a eso me refirió, los movimientos físicos del actor deben ir desacuerdo a lo que se dice, a todo lo que encierra el campo de la emoción, pero para comprender esto hay que saber analizar el texto y sobre todo, en el caso de los maestros regresar al aula y aprender que la frivolidad se deja fuera del foro, el director hacía movimientos con una actitud de cine comercial de segunda, sólo faltó que dijera ?hasta la vista baby?.
En el renglón actoral, dicha institución debe buscar asesoría profesional, de lo contrario sólo serán un tallercito de teatro más.
El trabajo de su director y maestro de actuación, es pedirle a Dios que le otorgue la humildad de aceptar que aún le falta mucho por aprender como para estar frente a una institución con serias pretensiones y que no justifique que estas observaciones se le hacen por envidia, como acostumbran inmaduramente tomarlo cuando les duele escucharlo.
Si los alumnos desconfían de sus maestros y existen faltas y llegadas tardes constantes, es un foco rojo que debe atenderse urgentemente, ustedes seguramente conocen las consecuencias de esto, al haber leído el libro Un Actor se Prepara, de Stanislavski.