El Alcalde no llega
EL SIGLO DE TORREÓN
Torreón, Coah.- Miles de fieles y un cerro que, en un Viernes Santo, se convierte en el camino hacia la fe y la reflexión. Cada paso, para ellos, es un acercamiento con Dios. A lo lejos se ve una ciudad con menos contaminación y tráfico: es Torreón. Municipio donde se representa el segundo Vía Crucis más grande de México.
Nadie diría que quienes participan en la escenificación de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, viven en las colonias más conflictivas de Torreón: Benito Juárez, Guadalupe, San Joaquín y Jacobo Meyer. Ahí donde las calles estrechas y la poca iluminación, son perfectas para esconder delincuentes.
Pero en un Viernes Santo no importa. La fe está antes que el lugar de donde uno viene. Por eso en la carretera del Cerro de las Noas, lo mismo caminan personas con zapatos gastados que vestidos con ropa de marca.
Son las once de la mañana y la hora de la partida de la procesión se retrasa. Y es que el alcalde Guillermo Anaya Llamas, no llega. El Obispo José Guadalupe Galván Galindo, lo aguarda pacientemente, los fieles también.
La fe no puede esperar más. Diez minutos más tarde, el Obispo decide comenzar la procesión sin la presencia del Alcalde. Con la narración de la primera estación y el rezo de un Padre Nuestro da inicio la pasión, muerte y resurrección de Jesús.
Más de uno cierra los ojos cuando el primer latigazo cae sobre la espalda de Cristo. Algunos suspiros, lágrimas y súplicas, dejarían escapar más tarde durante las 14 estaciones distribuidas en el Cerro de las Noas.
Pero antes de que cualquier católico pudiera presenciar alguna de las estaciones de la pasión de Cristo, los vendedores ambulantes llegaron desde el jueves en la noche y se apostaron en la banqueta de la calzada De los Misterios. Fueron los primeros en llegar y también en tener los mejores lugares.
Los gritos de los vendedores en más de una ocasión interrumpen los rezos y la narración de la procesión. Mientras insisten para que compren sus artículos, los peregrinos soportan con resignación el momento en que Cristo tomó la cruz sobre sus espaldas en la segunda estación.
Y justo cuando Jesús cae por primera vez, algo más llama la atención de los católicos: es el Alcalde, quien sonriente y caminando en medio de los soldados, arriba 20 minutos más tarde de lo programado. Pero Guillermo Anaya se da tiempo para saludar al Obispo y platicar un poco con el padre José Rodríguez Tenorio.
El calvario continúa en la cuarta estación. El encuentro de María con Jesús, conmueve a más de uno. Las lágrimas y el silencio, se hacen presentes una vez más antes de sentir un alivio cuando Simón el Cirineo ayuda a cargar la cruz a Cristo.
La procesión sigue y en momentos el Alcalde logra captar la atención de los asistentes. El dolor de Jesús se olvida por unos segundos. Es que Guillermo Anaya Llamas da entrevistas a los medios de comunicación aprovechando las paradas en cada estación. La gente lo escucha hablar sobre sus principios católicos.
Después de que Verónica limpia el rostro de Jesús, cae por segunda vez. Los asistentes pelean por sacar la mejor fotografía o video. Entre la procesión empujan y se tropiezan, para captar el momento cuando las mujeres de Jerusalén lloran por Él.
La tercera caída es la más dolorosa para los asistentes. Y es que la cruz golpea la cara de Jesús. Las exclamaciones de la gente son de indignación como hace más de dos mil años, sobre todo cuando es despojado de sus vestiduras y los soldados se reparten sus ropas.
El silencio se hace presente después de recorrer más de un kilómetro del Cerro de las Noas. Jesús es clavado en la cruz. En ese momento hasta los vendedores dejan de gritar para ver cómo Cristo muere y su cuerpo es bajado para posteriormente colocarlo en el sepulcro.
Expresión de amor
EL SIGLO DE TORREÓN
GÓMEZ PALACIO, DGO.- El momento más doloroso para Jesucristo fue el preferido por los gomezpalatinos, cuando se le crucifica y aun así perdona a sus verdugos, pues representó la máxima expresión de amor.
Con su corona de espinas, las rodillas rojas y envuelto en una túnica blanca, apareció Jesucristo en el umbral del templo, con expresión solemne y listo para afrontar su destino.
Para vivir la experiencia de la pasión de Jesús, los fieles y algunos no tan creyentes se reunieron en la Iglesia de Santa Rosa, de donde partió y retornó el Vía Crucis.
El desfile de vendedores ambulantes no se hizo esperar y desde antes de las diez de la mañana llegaron los primeros: globos, rehiletes, collares, pulseras, escapularios y rosarios, que se posesionaron a la entrada de la Iglesia, de donde partiría el Vía Crucis media hora después. Entre gorditas, hot cakes, fruta, nieve, churros y algodones de azúcar, alrededor de 500 creyentes esperaron la llegada de Jesús.
Dos cruces de madera esperaban en una azotea frente a la Iglesia de Santa Rosa, mientras que Jesucristo cargaba una tercera sobre su hombro derecho y espalda, a la vez que recibía azotes por parte de los romanos. Con él, casi 200 personas que le acompañaron durante el recorrido.
Los gomezpalatinos se mostraron preocupados por los crucificados, pues el año anterior el buen ladrón y Jesús estuvieron a punto de desmayarse a causa del calor y la deshidratación. Sin embargo, este año no hubo más contratiempos que la vialidad. Las personas se arremolinaron en el cruce de la avenida Auza y calle Zarco, que quedaron cerradas por la muchedumbre que esperaba.
Algunos muchachos se subieron a las azoteas vecinas para tener un mejor panorama de la crucifixión, en tanto que muchos señores llevaron binoculares para un mejor alcance del relato.
En esta mezcla de olores, sabores y sentimientos, los creyentes recordaron, como cada año, la muerte de Jesús. Cuando José Luis Torres Villa, el actor que interpretaba a Jesucristo, decía sus últimas palabras, algunos gomezpalatinos engullían gorditas con salsa y nieve de limón, mientras que otros miraban cabizbajos al piso evocando plegarias.
Los comentarios de la población variaban según la edad. Las amas de casa señalaban a los actores que conocían, los señores hablaban del parecido con la película de La Pasión, algunas jóvenes discutían sobre las piernas del actor que hacía de Jesús y los niños se quejaban pues no alcanzaban a ver. Pero la observación general era sobre los gestos de los actores, que causaron preocupación en algunas personas por la realidad de sus expresiones.
La representación terminó después del mediodía, pero los vehículos que estaban estacionados cerca de la iglesia no pudieron salir debido al bloqueo que crearon los comerciantes con sus triciclos en el centro de las calles, aunado a la gente que caminaba sin prisa, mientras comían y miraban la mercancía que se les ofrecía.
“¿Por qué le pegan a ese señor?”
El Siglo de Torreón
CD. LERDO,DGO.- Cientos de lerdenses participaron en el Vía Crucis viviente que organizan los jóvenes de la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús.
En la plaza principal, a las 12:00 horas dio inicio esta representación con la presencia de aproximadamente 400 personas. Los vendedores de globos, rehiletes y paletas ofrecían sus productos a los fieles que atentos disfrutaban de la actuación de los jóvenes.
Una vez terminada la escena donde los sumos sacerdotes consiguen que Jesús sea condenado, inició el recorrido hacia las catorce estaciones que concluyen en el Santuario de la Virgen de Guadalupe en El Cerrito.
Los agentes de vialidad montaron un operativo para desviar la circulación vehicular y permitir que los fieles acompañaran en todo el camino a los actores.
Las amas de casa con sombrilla en mano jalaban a sus hijos que se distraían cada vez que los soldados azotaban a Jesucristo, “¿por qué le pegan a ese señor?” pregunta una niña de escasos cinco años, “cállate, en la casa te explico”, le contesta su mamá.
En el Santuario los vendedores acapararon todas las sombras de los árboles, los fieles que llegan cansados por la caminata de dos kilómetros se acercan a comprar aguas frescas, duros y otras comidas.
Al filo de las 13:30 horas concluye la representación. Los fieles se retiran a sus hogares para compartir los alimentos.
“Vamos que tengo mucha hambre, yo no quería hacer ayuno pero tu madre no me dio de desayunar”, dice un hombre para apresurar a sus dos hijos, “ay viejo, ni aguantas nada”, le dice su esposa mientras se detiene a comprar una agua fresca.