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Diálogo/Cuidemos a los niños

Yamil Darwich

Ya han pasado los años desde que se celebrara la Cumbre Iberoamericana en Cuba, verificada el pasado mes de noviembre de 1999, cuando un grupo de notables pensadores y escritores latinoamericanos presentó su “Manifiesto por la Infancia y la Adolescencia”, en el que pidieron atenciones especiales con recursos económicos extraordinarios para atender a la pobreza que afecta a los menores de edad del mundo.

Y simple y sencillamente nada ha mejorado; los países con posibilidades de invertir un poco más siguen mayormente preocupados en fortalecer sus ejércitos en vez de aplicar más recursos en atender a los niños pobres del planeta.

Y es malo para las naciones que en su pobreza o falta de visión e interés, descuidan a su futuro potencial, más allá de prever el desarrollo tecnológico de sus empresas o la atención a las necesidades sociales básicas. Me refiero a la desafortunada apuesta a favor de la miseria, cuando desatienden a sus niños y jóvenes en pleno desarrollo.

Actualmente, la Organización Mundial de la Salud reconoce a la desnutrición infantil como uno de los más graves azotes de la humanidad, particularmente en los países denominados “del tercer mundo”, donde la falta de alimento genera un círculo vicioso a favor de la enfermedad, con la presencia de la desnutrición, que a su vez debilita a los infantes y genera el medio ideal para diversas patologías infecciosas; también hasta deficiencias en el desarrollo neuronal y sistema músculo esquelético de esos niños mal comidos; consecuentemente, acarrea la baja de los cocientes de inteligencia y de rebote la falta de aprovechamiento académico y menores índices de escolaridad.

La falta de educación o las deficiencias en la calidad de la enseñanza generan desventajas difíciles de salvar; así, la problemática se retroalimenta negativamente, siendo un factor más de distanciamiento entre ricos y pobres, causa de los graves conflictos entre las sociedades contemporáneas.

Leamos sólo unos cuantos datos, desgarradores por cierto, para poder cuantificar el acelerado distanciamiento que se presenta entre los países desarrollados y los pobres:

En los países no desarrollados, se calcula que para principios de los noventa existían más de ochenta millones de niños pobres; todos ellos con un muy bajo potencial de educación, alimentación, vestido y una atención a su salud prácticamente inexistente. En este último renglón, se cree que cada año mueren alrededor de medio millón de infantes por enfermedades plenamente prevenibles o curables en un país rico.

Existen en el mundo doscientos millones de personas que tratan de sobrevivir con un ingreso menor a los seiscientos pesos mensuales; esto representa veinte pesos diarios, cantidad insuficiente para atender las necesidades básicas de una familia de cinco integrantes como promedio.

Veinte millones de niños pobres trabajan en el mundo en actividades de alto riesgo; sólo en México, dos millones de indígenas son explotados en el medio rural realizando actividades agrícolas mal pagadas. En tanto, en los países ricos los atienden y protegen celosamente, previendo entre otras cosas la explotación y el abuso por medio de leyes laborales que se respetan y acatan fielmente.

En un país post industrial se invierten aproximadamente mil doscientos dólares anuales en la educación de un menor; en los países de América Latina sólo cuarenta y ocho en promedio. La diferencia tendrá indiscutibles repercusiones al futuro, en términos de capacitación para el trabajo, calidad de la formación integral y actitudes hacia la vida participativa y productiva de todos ellos.

El escritor Carlos Fuentes declaró que: “América Latina es un continente de ricos, poblado por miserables”, poniendo el dedo en la llaga con esa irrefutable verdad: que en esta zona del mundo contamos con vastos recursos naturales, comparativamente superiores a los de otras zonas geográficas, que desgraciadamente no son utilizados en beneficio de sus moradores.

Isabel Allende, otra famosa escritora latinoamericana denuncia que: “La infancia es víctima inevitable de la delincuencia, el narcotráfico y la explotación”; nos quedamos mudos, avergonzados ante la lacerante declaración verdadera.

Nos queda mucho por hacer a todos los latinoamericanos: trabajar y ser productivos, proponer y ser participativos socialmente, comprometernos con la filantropía y sobre todo asegurar en lo posible que los niños, empezando por nuestros hijos, sin olvidar a los desvalidos, tengan las mejores oportunidades que podamos proveerles.

Este día 30 de abril festejamos a los niños, una vez más; fecha en que agasajamos a los nuestros con fiestas y regalos en la medida de nuestras posibilidades, hasta llegar a extremos bochornosos como “regalarles un guarro” para que se paseen por las calles presumiendo de la protección de su guardaespaldas personal.

Desgraciadamente muchos nos olvidamos de “los otros niños”, esos que no tienen padres o que, quienes los engendraron no pueden hacerse cargo por razones diversas. Muy poco hacemos por ellos, aunque hay que reconocer que cada día aparecen más personas y asociaciones dispuestas a atenderlos, aunque no pueden solos con toda la carga económica y social.

Déjeme compartirle algunas direcciones y teléfonos que quizá le puedan ser útiles: Casa Sonrisa A.C., calle José María del Bosque # 150 norte, teléfono 7-13-72-05; Casa del Niño A.C., Calle Huichichiles # 1000, colonia El Tajito, Torreón, Coah., teléfono 7-17-81-54; Casa Feliz, Calle Duraznos # 245, Colonia Torreón Jardín, teléfono 7-21-19-38; Casa Hogar La Nueva Semilla, privada Doctor Mora y Calle 35, teléfono 7-32-22-86; Casa de Jesús, A.C., avenida Salvador Creel # 100, colonia Las Margaritas, teléfono 7-18-81-15; Albergue del Padre Manuelito, calle El Salvador # 1367, fraccionamiento Latinoamericano, teléfono 7-33-80-08; Asociación Espíritu que Danza, calle Juan Lobo del Valle, # 1851, colonia Rincón de la Merced, teléfono 7-51-18-98; Casa Paterna Divina Providencia, Prolongación Presidente Carranza # 2120 poniente, Colonia Miguel Hidalgo, teléfono 7-16-76-53; Ciudad de los Niños, Carretera Torreón-La Partida, Km. 14.5, teléfono 7-13-18-76; Hogar de Niños La Fe, Calle Degollado 562 norte, colonia Centro, teléfono 7-13-72-27; Hogar para Niñas Elena Domene de González, avenida Allende 1146 oriente, colonia Centro, teléfono 7-22-76-79; Instituto Mano Amiga de Torreón, avenida Universidad s/n esquina Los Vagones, colonia La Merced, Torreón, Coah., teléfono 7–21-76-94.

Pienso que vale la pena que hagamos una pequeña reflexión sobre este “Diálogo” y si está de acuerdo y existe la posibilidad de que haga algo por ellos, por poco que le parezca, se anime a ponerse en contacto con alguno. ¿Qué le parece esta manera de festejarlos?

ydarwich@ual.mx

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