Durango

Días santos en soledad

El consuelo es hablar con Dios

Las paredes de la casa de doña Vicky encierran innumerables recuerdos que en ocasiones la obligan al llanto. Pero en su soledad, nadie la escucha. No tiene familia que la anime.

Es Semana Santa. Pero como el resto del año, su único consuelo en estos días es hablar con Dios, rezarle a la Virgen, saludar a los santos de su devoción.

Es la historia de siempre. ?Me siento muy triste?, dice como lamento.

Han pasado casi nueve décadas desde que el municipio de San Dimas la vio nacer.

También ha transcurrido mucho tiempo desde que se quedó completamente sola, sin su único compañero de toda la vida, Pablo, un ex catedrático del Instituto Tecnológico de Durango que falleció a principios de los 90.

Casi nadie la visita en su pequeño hogar. Y eso le duele, le afecta más que sus malestares físicos.

Debido a su edad y a las enfermedades que la han ido acabando con el paso de los años, Virginia Calderón batalla hasta para poder salir unos momentos a la banqueta a que le dé la luz del día.

Más bien su mundo se ha centrado ya en las cuatro paredes del hogar, el que compartió por años con Pablo Guerrero Zamarripa.

?Ahorita acabo de hacer oración con un libro sobre Semana Santa. Apenas si acababa de leer lo del Viacrucis. Así vivo yo estos días santos?, explica la mujer.

De pelo cano, mirada cansada, casi sin fuerza para caminar, doña Vicky, como le gusta que le digan, dice que sí tiene ganas de vivir, que no se vencerá sino ?hasta que Dios quiera?.

Antes de iniciar la conversación, la cual acepta con amabilidad, la señora Virginia hace bromas cuando se le pregunta su nombre completo.

?¿Cuál quiere que le diga?, ¿... el de casada, el de soltera o el de viuda? Yo me llamo Virginia Calderón de Guerrero?. Y aquí acentúa: ?Sí, De Guerrero... bueno, viuda de Guerrero?.

Con exactitud no recuerda cuánto tiempo ha pasado desde que falleció su esposo, Pablo. De repente se le viene a la mente que eso habría sucedido hace diez, once años.

Nunca tuvo hijos en su único matrimonio. ?No, no tengo... estoy sola de a tiro?, reconoce, entre la broma y la risa que refleja tristeza y soledad. ?Tengo nomás sobrinos, pero están lejísimos?.

De su familia casi nadie, casi nunca la visitan. Ella, lejos de reprocharlo, dice entenderlos: ?Es que tienen sus ocupaciones ellos. También por falta de... ?y hace la seña con las manos que popularmente es sinónimo de dinero-?.

Pero, eso sí, quisiera que la fueran a ver de vez en cuando sus vecinos de la colonia Hipódromo, donde ella tiene su domicilio, en la calle Correos número 105.

Actualmente le hace compañía un matrimonio que fue enviado por el grupo de oración que se reúne en la Parroquia de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, de la misma colonia.

Sin embargo, ella aclara: ?Yo fui y sigo siendo de la Vela Perpetua. Ojalá la gente de ese grupo viniera más a verme?.

-¿Cómo ha sabido sobrellevar la soledad, doña Vicky?-

-?Pos... con paciencia. Nomás que a veces me siento triste, me pongo a llorar a veces, y así... A veces me visitan los del grupo de oración, allá a veces los de la Vela Perpetua, y muchas otras veces no se me para nadie aquí?? responde; luego suelta una breve risa, de nuevo con un afán de no martirizarse ella misma por el tiempo que transcurre sumida en la soledad.

Como no puede andar, sus compañeros de a diario son un bordón y una andadera. Ellos no la dejan sola. Al menos le sirven para poder trasladarse, pero siempre dentro de las cuatro paredes del hogar.

Desde que se entra a su pequeña casa, se respira y se siente un ambiente de que el tiempo ha transcurrido en el mundo del exterior, porque en el del interior de su hogar todo sigue intacto.

En la ?pieza principal?, la sala, tiene los más grandes recuerdos de su vida. Y en su dormitorio, el que está al centro de la construcción, prevalecen las señales de que su compañía es, ahora, espiritual, divina.

Pero también están sus más gratos recuerdos colgados en la pared: la foto de su boda con Pablo, que data de los años 50 con facilidad; un almanaque con la fachada del templo principal que hay en el municipio de San Dimas, su lugar de origen; y pinturas y carteles en alusión al gusto que tuvo por la tauromaquia, el deporte de los toros y los trajes de luces.

Otras fotografías y algunos recuerdos complementan su todo, su vida.

Se trata de una placa panorámica en la que aparece su difunto esposo junto al personal que laboró hace décadas en el Tecnológico de Durango.

Hay otras tres gráficas donde ella aparece con su compañero de toda la vida en algunos viajes que hicieron juntos; y los reconocimientos que esa casa de estudios entregó en vida a Pablo Guerrero Zamarripa, por su labor como académico.

A doña Vicky no le desmoraliza su enfermedad, ni la ausencia de sus seres queridos. Y muy poco se acuerda de que algunos familiares le sobreviven en Tayoltita, municipio de San Dimas, la tierra donde fue su infancia y la que tuvo que dejar para acompañar a su padre a la capital del estado, Durango.

En el centro de la sala está una gran imagen del papa Juan Pablo II. Muy cerca está otra de Jesucristo. En total son casi 30, entre imágenes, cuadros y figuras, las que hacen alusión a su fe en el catolicismo. Tiene desde santos, al Papa, la Virgen y muchas más del hijo de Dios.

Por eso no se siente tan sola. Ese mobiliario colgado en la pared o puesto en repisas le genera cierta compañía, la que no tiene la mayor parte del tiempo, la que anhela, la que quisiera tener ?aunque sea para platicar un rato... si no digo que me vengan a ver a diario?.

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