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Dinastías

Sergio Sarmiento

“La monarquía y la sucesión han enterrado... al mundo en sangre y cenizas”.

Thomas Paine

Lo más inquietante del debate acerca de que las primeras damas busquen suceder a sus maridos en cargos de elección popular es el hecho de que las encuestas les dan normalmente buenas posibilidades de éxito. Esto parece sugerir que incluso en un México que tiene largas raíces republicanas, hay una nostalgia popular por las sucesiones monárquicas de otros tiempos. Marta Sahagún de Fox se vio obligada a renunciar públicamente a contender por la Presidencia de la República hacia 2006. Pero una de las razones por las que se le obligó a ello es porque las encuestas de opinión la colocan de manera consistente en el segundo lugar de popularidad a nivel nacional. Si Marta hubiese estado relegada al cúmulo de aspirantes presidenciales que cuando mucho registran un uno o dos por ciento de reconocimiento, nadie se hubiera preocupado por ella.

Lo mismo ocurre con Maricarmen Ramírez, la esposa del gobernador perredista de Tlaxcala, Alfonso Sánchez Anaya. En buena medida la resistencia a permitirle que se postule como candidata al Gobierno de su estado es consecuencia de la delantera que tiene en las encuestas de opinión.

Su poder político ya lo demostró al triunfar con facilidad en la elección interna del PRD. Los sondeos la colocan también como favorita para la elección constitucional. Uno podría pensar que en un México que ha sido republicano desde 1824 se habría perdido ya la tentación de las sucesiones monárquicas o familiares. Pero lo que nos revela la experiencia es que, a pesar de los gritos y sombrerazos de intelectuales y políticos, los mexicanos comunes y corrientes siguen mostrando una abierta inclinación por las dinastías gobernantes.

Preguntémosle si no a Lázaro Cárdenas Batel, quien en buena medida pudo convertirse en gobernador de Michoacán por la magia de su nombre tomado del de su legendario abuelo. Está ahí también Miguel Alemán Velasco, gobernador de Veracruz como hace décadas lo fue su padre, Miguel Alemán Valdés. El hecho de que el actual Miguel Alemán, a pesar de su avanzada edad, esté colocado en los primeros lugares de popularidad entre los priistas que podrían aspirar a la Presidencia de la República es producto también de esa magia poderosa que ejerce un nombre que se identifica con el de un poderoso ex presidente.

Si Luis Donaldo Colosio Riojas, que hoy debe tener entre 18 y 19 años, buscara un puesto de elección popular, sin duda lo conseguiría y con el tiempo, si lo decidiera, tendría muy buenas posibilidades de alcanzar la Presidencia de la República.

Pero los mexicanos no somos el único pueblo que mostramos todavía apego a las sucesiones dinásticas de los tiempos de la monarquía. Si volvemos la vista al norte tendremos que reconocer que la posibilidad de que George W. Bush hubiera podido ser presidente de Estados Unidos si no hubiese sido hijo del ex presidente George H.W. Bush habría sido muy pequeña. Jeb Bush, el hermano del actual Presidente y Hillary Clinton, la esposa del ex presidente Bill Clinton, son considerados a cuatro años de distancia los aspirantes más fuertes para la Presidencia de Estados Unidos hacia 2008 precisamente porque se les ve como herederos de dos dinastías rivales.

También en los países comunistas la tentación dinástica se ha impuesto a la retórica de equidad. En Cuba el anciano comandante Fidel Castro ha designado como sucesor aparente a su hermano Raúl, a pesar de que éste es sólo un poco más joven y podría a lo sumo presidir un Gobierno de transición.

La sucesión monárquica más notable de los países comunistas, sin embargo, ha sido la de Corea del Norte, donde Kim Jong-il sucedió a su padre Kim Il-sung en 1994 como monarca... perdón, como “querido líder” de su país.

En distintas ocasiones yo he expresado mi posición de que las candidaturas de esposas de gobernantes a los cargos que éstos ocupan violan el principio de equidad que debe prevalecer en los procesos electorales. Pero no hay duda que los electores en México y en otros países del mundo mandan con frecuencia otro mensaje.

Y ése nos dice que, incluso en sociedades que han vivido en el republicanismo por siglos, hay una nostalgia por el orden sucesorio dinástico de las monarquías.

Que no nos extrañe, pues, el entusiasmo que Letizia y Felipe, los príncipes de Asturias, han generado en México y en España. Nos guste o no, en un mundo de incertidumbre, las sucesiones dinásticas ofrecen una sensación de orden y continuidad.

Derechos de propiedad

La batalla de Xalatlaco es producto de la falta de claridad en los derechos de propiedad en nuestro país. Este mal ha sido desde hace siglos una de las razones que han hecho que México sea pobre a pesar de su enorme riqueza natural.

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