“El problema de la cobertura en la
educación básica está resuelto”.
Néstor Martínez Cristo
Las universidades públicas del país y en particular la UNAM, son las instituciones que más han festinado las modificaciones que la Cámara de Diputados hizo al presupuesto de egresos de la federación para 2005.
La razón es evidente y tiene signo de pesos. Los diputados le dieron a las universidades 7,440 millones de pesos adicionales a los que se otorgaban en la propuesta del Ejecutivo.
En principio no puede objetarse que se dé más dinero a la educación. Habrá que ver, por supuesto, qué porcentaje de los recursos que los diputados le están dedicando a este rubro se materializa realmente, a pesar de la posible baja en el precio del petróleo mexicano de exportación o de la eliminación por los diputados de inversiones -como el censo fiscal- que habrían aumentado la recaudación.
Lo que me inquieta, sin embargo, es que al aumentar las asignaciones presupuestarias a la educación superior, el país sigue cayendo en una política de favorecer a las universidades y especialmente a las que no han hecho un esfuerzo para obtener recursos propios a través de colegiaturas, cuando realmente lo que tendríamos que hacer es redoblar la inversión en la educación básica y media.
En su afán de proteger el dinero que les traerá el nuevo presupuesto, los portavoces de cuando menos algunas universidades minimizan los retos de la educación primaria y secundaria. “Sarmiento ignora además -me señaló en una carta Néstor Martínez Cristo, director de comunicación social de la UNAM- que el problema de la cobertura en la educación básica está resuelto y que de hecho la matrícula en educación primaria va disminuyendo... La gran demanda está hoy en educación media superior y superior”.
Esta idea, a mi juicio, procede de una visión miope sobre el propósito de la educación. Muchos funcionarios públicos siguen pensando que el reto educativo se resuelve con tener muchas escuelas y muchos cuerpecitos que ocupen un espacio en ellas tres o cuatro horas al día. No entienden que el reto es darle a los jóvenes del país una mejor preparación.
El último informe del Programa Internacional para la Evaluación de los Estudiantes (conocido como PISA) de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) confirma que el problema de la educación básica (primaria y secundaria) en nuestro país, lejos de haber quedado resuelto, sigue siendo enorme. Ha habido, es cierto, un aumento en la cobertura. En el ciclo escolar 1999-2000 el 51.6 por ciento de los jóvenes de 15 años tuvieron acceso a la educación secundaria en tanto que para el ciclo 2002-2003 esta cifra se había elevado al 56.1 por ciento (cifra aún lejana a una cobertura total). Pero los niveles de instrucción siguen siendo abismales.
En México “tenemos cantidad pero no calidad”, según Andreas Schleicher, jefe de la división de análisis de indicadores educacionales de la OCDE. Los estudiantes mexicanos, efectivamente, ocupan lugares cercanos a los últimos entre los países evaluados en comprensión de lectura, matemáticas y ciencias.
La calidad no va a aumentar, por supuesto, simplemente por arrojarle dinero a la SEP. Es necesario mejorar y ampliar los procedimientos de medición, en los cuales el Instituto Nacional de Evaluación Educativa debe tener un papel crucial. Es importante también dar a los estudiantes y a los padres de familia información sobre la calidad de las escuelas y la oportunidad de escoger las mejores instituciones.
En cuanto a las universidades, estoy convencido de que ellas deben buscar el aumento de sus ingresos a través de colegiaturas. Ya hay universidades públicas que lo hacen. La Universidad de Aguascalientes, por ejemplo, está cobrando cuotas de 600 pesos al mes. En cambio la UNAM, que a fines de la década de 1940 obtenía el 40 por ciento de sus ingresos de los estudiantes, hoy cobra una colegiatura de 20 centavos al año, cuyo costo de recaudación es superior al dinero que se obtiene de ella.
No me opongo a que haya más dinero para las universidades. Pero sí me parece insensato que se utilice el dinero de los contribuyentes para mantener un sistema diseñado más para beneficiar a ciertos grupos de interés y no para darles a los mexicanos un mejor sistema educativo.
Falta de sensibilidad
Nunca se ha caracterizado el Gobierno del presidente Vicente Fox por su sensibilidad política. ¿Qué gana Rubén Aguilar, el portavoz del presidente, al decir que Marcelo Ebrard fue cesado por su “incompetencia e incapacidad”? ¿No ha pensado, acaso, que la policía capitalina rescató a uno de los linchados de Tláhuac mientras que la PFP sólo se presentó en el lugar de los hechos cuando ya todo había terminado? Bajo ese criterio, Ramón Martín Huerta debió haber sido el primer destituido.
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