Viajar a San Antonio a comprar trapos, comer hamburguesas y contrabandear MilkyWays, era para la niña que fui, lo más parecido al paraíso. Y como papá era fanático de los héroes que habían ganado dos guerras mundiales, cuando su cartera dio para más, nos llevó a Nueva Orleáns.
Desayunos de cinco platillos en Brenans, cenas glamorosas en Antoines y Jazz en algún antro de Bourbon Street -para que estas jovencitas se den un baño de mundo- decía.
Y por supuesto nos llevó también a Nueva York donde cada vez que vuelvo, mi corazón se acelera igual que la primera vez. Lo quiero todo: ver museos y teatro, pedalear una bicicleta en el Parque Central, pisar las calles y tirar baba frente a los aparadores. -Uno por uno, nuestros vecinos son buenos, trabajadores y honestos, por eso han podido construir el gran país que tienen- reconocía papá.
¿En que momento empezó la descomposición de una sociedad donde los niños juegan a matar a sus compañeros de escuela y cuyos jóvenes se convierten en los soldadotes de refinada crueldad que torturan a sus prisioneros de guerra para divertirse un poco?
No cabe duda que Superman ha muerto. Perseguidos y paranoicos, desde que les dieron en las Torres los estadounidenses han perdido el sueño y me temo que no volverán a dormir tranquilos en mucho tiempo; lo cual es una pena porque si ellos sufren insomnio, nosotros vamos a tener pesadillas.
Como sabe cualquiera que me haya leído alguna vez, nada entiendo de la política propia y mucho menos de la ajena, por lo que cuando veo a Bush y a Kerry levantando niños y besando ancianas, entre abrazos, apretones de manos y sonrisas de campaña, sólo se me ocurre rezar: Que Dios bendiga a América del norte e ilumine a su gente para que elija con sabiduría entre un candidato que piensa y otro que intuye.
Entre un hombre que ofrece un liderazgo razonado y otro que ofrece un liderazgo arrojado y sin lógica. Entre un candidato que quiere ser interlocutor y otro que se erige en mensajero de Dios y presume abiertamente de tener línea directa con Él.
Exalcóholico y cristiano “renacido”, Bush duerme con los angelitos, odia a los homosexuales y considera que el aborto es un abominable crimen, mientras que someter a un país a sangre y fuego, es el derecho natural de los buenos de este mundo que por supuesto son los norteamericanos.
De cualquier manera, gane quien gane, nosotros sólo podemos contar con más de lo mismo. La única posibilidad de respeto y prosperidad para los mexicanos está en nuestras propias elecciones. De momento sólo nos queda esperar que quien se apersone en la Presidencia de allá de aquel lado, sea consciente del sacrificio que su país ha impuesto al mundo para sostener el sueño americano.
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