Dos disputas en cuyo centro se encuentra Elba Ester Gordillo tuvieron este fin de semana y lo tendrán el próximo, desarrollos generadores de inestabilidad política. Dentro de la ronda de asambleas seccionales para renovar los mandos locales en el SNTE, el sábado fue impedida la de la sección 29, en Villahermosa.
Un grupo mercenario atacó con fiereza a delegados que buscan impedir el continuismo y que dos días atrás se apoderaron de la sede sindical. La brigada de choque presumiblemente contratada por la corriente institucional arremetió contra maestros que apoyan una candidatura opuesta a la impulsada por el líder saliente de la sección, Hernán Domínguez Juárez, a quien apoya el comité nacional.
Éste envió como delegado a Juan Nicolás Callejas, ex dirigente del magisterio veracruzano, dos veces diputado federal, baluarte del jongitudismo y como tal uno de los líderes más renuentes a aceptar el liderazgo de Elba Ester Gordillo. Pero ahora se ha asimilado a él, quizá en espera de que le toque representarla como secretario general formal del SNTE.
La oposición a la corriente institucional, la que tomó el local sindical, no pertenece a la disidencia ideológica, que desde hace un cuarto de siglo busca desembarazarse del cacicazgo oficialista. La corriente tabasqueña contraria al elbismo cuenta con el impulso de Roberto Madrazo, que había dejado al institucionalismo manejar al magisterio local como parte de su arreglo con su antigua aliada, la secretaria general de su partido.
Pero concluido abruptamente ese acuerdo con la defenestración de Gordillo, ahora la contienda entre ambos dirigentes priistas se extiende a todos los terrenos, incluido el de la sección 29 del SNTE, donde el interés general de los maestros queda atrapado en la amplia disputa por el presente y el futuro del PRI y por su candidatura presidencial.
Cuando aún no se dilucidaba por completo su suerte al frente de la bancada priista en San Lázaro, Gordillo ofreció una muestra de su fuerza en otro terreno, al enfrentarse al senador Joel Ayala, correligionario suyo y líder de la FSTSE. Éste pretendía (y lo consiguió) quedarse al frente de la central burocrática, en perjuicio de los intereses de Gordillo. Pero, en respuesta, ella condujo a su SNTE y a una decena de sindicatos más fuera de aquella organización. El cisma está en curso y la Nueva Federación Sindical Democrática buscará ser registrada ante las autoridades. Pero no podrá hacerlo como representante de los empleados públicos, porque la ley que rige el trabajo al servicio del Estado dispone que haya sólo una central y ésa es la FSTSE.
Por supuesto, el senador Ayala no soportará meramente quieto y estoico la fractura producida por el elbismo. No está políticamente baldado y una de las acciones con que empieza a contrarrestar aquella maniobra de Gordillo es debilitar a los jefes sindicales que se aliaron al SNTE para romper a su central. Ese es el caso de José Medel, líder del Sindicato Único de Trabajadores del Gobierno del Distrito Federal, muchos de cuyos agremiados le reprochan mal manejo de su representación.
El próximo sábado, en un Congreso Extraordinario, consumarán su destitución, acelerada por haberse sumado a la federación elbista. Ese mismo sábado se reunirá, en otro frente, el Consejo Político Nacional del PRI, el órgano cuya comisión política convocó en diciembre pasado a los diputados a elegir un nuevo dirigente, dando por el hecho el desconocimiento de Gordillo practicado por un numeroso grupo de legisladores.
La sesión del sábado se anuncia muy complicada y uno de sus desenlaces puede ser el relevo de Gordillo, de Madrazo o de ambos, según resulte la fuerza de cada quién o de terceros en discordia que busquen hacer pagar a sus dirigentes la costosa discordia en que han incurrido.
Formalmente, Gordillo está en posición precaria, pues desde hace cinco meses ha violado la disposición estatutaria que hace incompatible un cargo de elección popular con uno de dirección partidaria. Todos los miembros del Comité Ejecutivo Nacional que ganaron curules en julio pasado y se sentaron en ellas a partir de septiembre, tuvieron que renunciar a sus cargos al optar por la tarea legislativa. Gordillo en cambio ha mantenido sus dos posiciones, como secretaria general y como legisladora y, hasta el mes pasado, como coordinadora de su bancada. No faltó quién insistiera en que eligiera dónde permanecer, pero ella se rehusó a escoger.
Es presumible que este sábado se pretenda desplazarla. Antes de que eso ocurra y aun como argumento disuasorio, Gordillo alegará que su suerte está atada a la de Madrazo. Puesto que fueron elegidos juntos, en fórmula, si ella es removida de la secretaría general debería serlo también el presidente del comité nacional. El argumento es falso, porque si bien el origen de su nombramiento es común, una elección simultánea, en el momento mismo de definirse el resultado cada posición está regida por sus propias particularidades. Madrazo no es legislador y no tiene porqué optar, ni ser castigado con la remoción si se niega a hacerlo. Hay que recordar el precedente protagonizado por Rodolfo Echeverría Ruiz. Si bien no fue elegido secretario general del partido junto a Dulce María Sauri, sino directamente, cuando ella renunció no faltó quien pretendiera que Echeverría se fuera también. Lo hizo, por supuesto, pero voluntariamente y no sin reivindicar que tenía derecho a cumplir el término para el que había sido elegido.