¿Por qué no esperan primero a que sus partidos establezcan los mecanismos de competencia interna, plazos para inscribirse, presentación de ideas y propuestas? ¿Por qué no se dedican a trabajar dentro de sus periodos y con toda la pasión en las tareas que la sociedad les confió? ¿Y por qué no, en su defecto, renuncian a sus cargos para perfilar sus politiquerías y dejar a otros que sí quieran trabajar para los demás?
En lugar de estar atendiendo sus responsabilidades y los mandatos populares que asumieron cuando fueron electos, así como sus compromisos de campaña, los políticos con pretensiones presidenciales, sin excepción, han emprendido ya campañas desaforadas hacia las elecciones de 2006.
Mal disimuladas, con cinismo e hipocresía y total descaro, han iniciado acciones proselitistas, sin haber rendido cuentas satisfactorias a la ciudadanía, tanto en el ámbito federal como en los estados y la propia ciudad de México. Ningún partido se escapa de estos madruguetes, que en realidad desnudan insanas ambiciones por el poder y no la mística de servir a los demás.
En el PAN, por ejemplo, uno de los precandidatos renunció o provocó su renuncia a una secretaría de Estado. Se inventó sus tiempos con tal anticipación que su acción pareció propia del humor involuntario, en vez de tratar de resolver los problemas urgentes, complejos y prioritarios vinculados con los energéticos. De igual manera, varios senadores panistas están ya en plena campaña, cuando debieran estar atentos a las reformas que tanto necesita el país. Y qué decir de las visitas que hace a los estados el propio secretario de Gobernación, con tantos y enredosos asuntos nacionales y regionales por solucionar.
Y si nos referimos al PRI, igualmente varios gobernadores de ese partido desatienden los asuntos de sus entidades, donde tanta falta hace mayor desarrollo económico, impulsar el empleo, reducir la violencia y la inseguridad pública. Aparecen, eso sí, con su mejor sonrisa en las pantallas de televisión. Hay incluso quien se cree gracioso simulando tomar una bola de boliche para apuntar a ?los pinos?. Otro, con su trabajosa pronunciación, se da a sí mismo el banderazo de salida aprovechando el Teletón. Y lo mismo ocurre en otros casos, sin descartar al propio presidente del partido, cuya postulación sería, por cierto, una crónica anunciada de la derrota priista en los comicios presidenciales.
En lo que toca al PRD, no faltó el ex gobernador que se autopostulara, además de que se le ubicó en cargos que penosamente nunca ocupó. El mismo caso lo tenemos en el DF, donde el puntero en las encuestas, que hubiera podido dar un elevado ejemplo a los demás contendientes lanzando su candidatura hasta el año que entra, lamentablemente se contagió de la misma enfermedad. Así, además de sus visitas sabatinas a las entidades federativas llevando en mano un proyecto alternativo que ha sido muy criticado por inversionistas, intelectuales y diversos gremios, anunció (para dejarnos verdaderamente pasmados) la creación de una coordinación dizque para armar redes ciudadanas en apoyo del citado documento.
Eso por lo que toca a la candidatura presidencial. Pero igualmente abundan políticos irresponsables y ociosos que siempre están tratando de acrecentar su parcela, como por ejemplo convertirse en candidatos de lo que sea, mejor aún si se trata del Gobierno del DF o de algún Estado de la República.
¿Por qué no esperan primero a que sus partidos establezcan los mecanismos de competencia interna, plazos para inscribirse, presentación de ideas y propuestas? ¿Por qué no se dedican a trabajar dentro de sus periodos y con toda la pasión en las tareas que la sociedad les confió? ¿Y por qué no, en su defecto, renuncian a sus cargos para perfilar sus politiquerías y dejar a otros que sí quieran trabajar para los demás?
La respuesta en todo los casos es la misma: la ambición del poder por el poder, la patria como botín de los intereses de grupo, la revancha electoral, la feria de vanidades, egos y mesianismos; en fin, lo que cualquier psicólogo calificaría como patología social y reincidencia neurótica narcisista.
¡Y pensar que de ahí seguramente surgirá el próximo presidente de México, junto a su equipo de aviesos y ambiciosos! En verdad nos preocupa el futuro del país, que en este siglo debería ya estar encauzado hacia una democracia seria, responsable y madura. Pero queda la última palabra, la de la sociedad, la de los ciudadanos, que desean un verdadero estadista, mujer u hombre, así como un gran equipo que lo acompañe, integrado por los mejores mexicanos.
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