A lo largo de este sexenio han sido tantos los “rounds” que han escenificado el Ejecutivo y el Legislativo, que a momentos perdemos la cuenta de una pelea tan larga como infructuosa; es decir, sin vencedores ni vencidos.
Pero más allá de estos pleitos, que consternan a la opinión pública, los años han transcurrido y las reformas que urgían al país (en primer término la Reforma del Estado, que con tanto ahínco a buscado Porfirio Muñoz Ledo) no sólo están pendientes, sino arrumbadas en el más oscuro de los estantes. Si partimos de que el próximo año estará fuertemente influido por otro tipo de batallas, las electorales, podemos afirmar que el sexenio se fue y el marcador quedó en ceros; o para seguir en el lenguaje boxístico, hubo nocaut técnico y descalificación para todos los contendientes.
La más reciente de estas confrontaciones fue ocasionada por el Presupuesto de Egresos y hasta el momento el país no tiene la certeza de disponer de los recursos que se requieren para el gasto público y las inversiones. Y otra vez lo único que escuchamos son las cantaletas de uno y otro bando: que no hay voluntad de diálogo, que falta colaboración para alcanzar acuerdos, que cada quien tiene la razón; en fin, múltiples, estériles y artificiosas argumentaciones.
Dicen los legisladores, ya aprobado el Presupuesto de Egresos de la Federación por el PRI y el PRD (extraña alianza, aunque los ciudadanos ya nos vamos acostumbrando —¿o deformando?— a este tipo de negociaciones), que el Ejecutivo desperdició la oportunidad para negociar y conciliar los números en los diferentes rubros, y que en varios de éstos no se justificaban aumentos para el próximo año. Incluso no faltaron las acusaciones de que todavía perdura el autoritarismo presidencial y por ende la necedad.
Por su parte, el señor Fox afirmó que las quitas que pretenden hacer los diputados son indebidas, ya que su propuesta está razonada y atiende a las prioridades nacionales. También el secretario de Gobernación, Santiago Creel, entró al “espectáculo del herradero” y lanzó varias serpentinas al aire, a ver si caían sobre el hombro o cabeza de alguno de los priistas o perredistas.
Pretendía que voltearan a verlo para frenar tan fenomenal bronca, lo que no impidió que el titular del Ejecutivo siguiera atizando, desde su “esquina”, la hoguera de San Lázaro.
La verdad es que la percepción de los ciudadanos es que asistimos a una escenificación de teatro del absurdo, sin coherencia en el guión, con frases inconclusas y, sobre todo, pésima actuación. En otras palabras, si siguiéramos la comparación con una pelea de box, podríamos decir que los espectadores se subieron al ring y agarraron a sillazos a peladores, mánagers y réferi.
Falta ver si procede el veto presidencial al decreto de presupuesto (aunque los constitucionalistas más reconocidos, como el maestro Ignacio Burgoa, ya le advirtieron a Mr. Fox que no procede y que mejor ni se meta en honduras) y obliga a todos a sentarse de nueva cuenta a pactar un presupuesto que flexibilice las posiciones y permita al país seguir adelante, aunque sea apenas sobreviviendo, maltrecho, pobre, atrasado y violento, como se encuentra hoy en día.
En una de ésas, el asunto se traslada a otro escenario: el de la controversia judicial ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Entonces surge la pregunta: ¿qué esperamos? Pues que no se vayan a enfundar los guantes; que no se dediquen a tirar jabs ni ganchos, sino que cada quien asuma su postura por la vía de la razón y el derecho, al ritmo de aquel popular danzón que dice: “Si Juárez no hubiera muerto, todavía viviría”.
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