Otra vez los resultados electorales apuntan hacia avances priistas, tendencia que se registró durante todo 2004 en diversas entidades federativas. Así lo confirmaron los comicios del pasado fin de semana y no sólo en lo que corresponde a ese partido, sino también en cuanto al desgaste político y descenso de votos del PAN y a la reducción -cada vez más acentuada- en las preferencias hacia el PRD.
Por ello, la pregunta fundamental que podemos hacernos casi al finalizar el año, es la siguiente: ¿qué está pasando en la sociedad mexicana y cuál es la percepción respecto de los tres pactos políticos fundamentales?
En lo personal, considero que más que tratarse de triunfos del PRI, quienes se han dejado ganar e incluso han mostrado una conducta perdedora, son los otros dos grandes contendientes.
Por una parte han influido los pobres resultados de los gobiernos panistas. Es decir, hay un creciente desencanto de la ciudadanía tras las grandes expectativas de cambio que generó el triunfo de Fox en las elecciones de 2000. Pero también han contribuido los desacuerdos internos en ese partido, las contradicciones entre el Ejecutivo y Legislativo, los equívocos del equipo presidencial y varios casos de corrupción.
En lo que se refiere al PRD, no acaba de constituirse esa izquierda que tanto necesita el país, con una visión incluyente, tolerante, propositiva y negociadora. Siguen prevaleciendo las tribus y los grupúsculos que imponen sus cuotas de poder a espaldas de los verdaderos intereses de la ciudadanía.
¡Y qué decir de los escándalos que han protagonizado destacados perredistas, lo mismo en el Distrito Federal que en Tlaxcala, los cuales constituyen una terrible profecía de lo que podría ocurrir en el 2006!
Sin embargo, no podemos aceptar que el otrora partido hegemónico siga arrasando como hasta ahora, después de que sus gobiernos nos dejaron en la bancarrota, condicionados por la corrupción y el autoritarismo. Hay que reconocer que el PRI se ha reorganizado y en algunas gestiones estatales la ciudadanía percibe estabilidad y resultados aceptables. Aún así, al igual que ocurre en otros partidos, han protagonizado grandes enfrentamientos y notorios escándalos.
Pero aún falta tiempo y esas fuerzas políticas tendrán enfrentar y resolver muchas cuestiones. Habrá que ver cómo concluye Fox su mandato; si logra repuntar la economía y si mejoran la remuneración salarial, la capacidad adquisitiva, el empleo, los servicios urbanos y en general otros indicadores. Así también, hay que esperar cómo resuelven la postulación de su candidato a la Presidencia de la República.
En el caso del PRD, los problemas son muchos, pero resaltan las diferencias entre Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador, el asunto del posible desafuero del “Peje” y la conclusión de los escándalos de corrupción.
Por lo que toca al PRI, tendremos que atestiguar el desenlace del llamado reciente de algunos gobernadores y su líder en el Senado, para que Roberto Madrazo establezca reglas claras para la convocatoria y los mecanismos de elección del candidato presidencial priista.
Y finalmente, en lo que se refiere a los ciudadanos sin partido, que somos la inmensa mayoría, debemos luchar para que, sea quien sea el próximo presidente, no regresemos a los tiempos dinosáuricos del PRI, ni caigamos en la ineptitud e insensibilidad social del yunquepanismo y mucho menos convalidemos la anarquía, el divisionismo y la falta de proyecto del PRD.
Es decir, hay que exigir a todos los candidatos y partidos que formulen y firmen pactos con la ciudadanía sobre lo que México verdaderamente necesita, para que estén obligados a recoger y cumplir las demandas de la sociedad más allá de quién se siente en la silla presidencial.
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