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Don Heberto y la dignificación de la política

Gabriel Castillo

En las últimas semanas, los medios de comunicación nos han presentado hasta la saciedad los aspectos negativos de la política y los políticos: prácticas de corrupción, luchas desmedidas por el poder, divisiones internas en los partidos, en fin, se ha hecho evidente la mediocridad que priva en el medio político. Lamentablemente, esto conlleva el riesgo de que la ciudadanía incurra en la generalización simple y la descalificación fácil de la política y los políticos, con la posibilidad de que se llegue a optar por no participar en los procesos electorales, dejando que unos cuantos decidan por la mayoría de los mexicanos en lo que respecta a los asuntos trascendentales para nuestro país.

Por fortuna el pasado cinco de abril tuvimos conocimiento de una noticia que vino a refrescar el ambiente político y a recordarnos que la política ha tenido dignos representantes. Me refiero al homenaje que se rindió por parte del Estado mexicano al ingeniero Heberto Castillo Martínez, destacado político y científico fallecido hace siete años, cuyos restos fueron inhumados en la Rotonda de las Personas Ilustres en la ciudad de México, con la presencia de los más altos representantes de Gobierno, familiares, amigos y personajes de la ciencia, la cultura y la política.

No deja de resultar paradójico que un Gobierno de derecha promueva un homenaje de tal envergadura a un ilustre hombre de izquierda. Quizás en otro momento de mayor radicalismo la familia no lo hubiese aceptado, pero hoy vivimos nuevos tiempos y tenemos que reconocer como un acierto, con todo el cálculo político que ello implica, la presencia del primer mandatario Vicente Fox, encabezando la ceremonia junto a Doña Teresa Juárez viuda de Castillo y el máximo representante del Poder Judicial, entre otras personalidades como Cuauhtémoc Cárdenas, entrañable amigo de don Heberto. De igual manera habrá que señalar como un desacierto la ausencia de Andrés Manuel López Obrador, quien debió acudir a tan importante acto, por la significación política del mismo y por acompañar a la hija del homenajeado, Laura Itzel Castillo, cercana colaboradora en el Gobierno del Distrito Federal.

Para quienes conocimos, aunque sea poco, a don Heberto Castillo, consideramos más que merecido el homenaje. Hombre de enorme congruencia entre pensamiento, palabra y acción, con un gran amor por México, expresado en su constante lucha por la defensa de los recursos naturales de nuestra nación, especialmente del petróleo. ¿Quién no recuerda sus extraordinarios escritos y brillantes alegatos contra la política petrolera del presidente José López Portillo? ¿Cómo no acordarnos de sus visitas a La Laguna, en su recorrido por el país para impulsar la creación y consolidación del Partido Mexicano de los Trabajadores?

Precisamente aquí en la Región Lagunera fuimos testigos del afecto y la cercanía que tuvo con un líder social lerdense, el señor Daniel Jácquez, quien promovió durante un tiempo al PMT y fue difusor incansable de los mensajes de Don Heberto, en una inconfundible camioneta con su aparato de sonido integrado y siempre listo para usarse. Todavía actualmente mantiene un comité de base del PRD con el nombre del ingeniero Castillo. Esto lo recupero de los recuerdos porque hubimos profesores que, en la década de los setenta, nos volvimos seguidores del político veracruzano motivo de este escrito.

¿Qué nos atraía de él? La sencillez con la que se dirigía a la gente. Siendo un renombrado científico tenía una extraordinaria capacidad didáctica para hacerse entender aún abordando temas complejos. También llamaba la atención su semblante de persona amable, que siempre reflejaba serenidad y paz interior, lo que supongo era producto de una conciencia tranquila. Pero especialmente la firmeza de convicciones que lograba transmitir y la valentía para enfrentar el poder.

No soy muy dado a idealizar a las personas, pero cuando hay grandeza en ellas es bueno reconocerlo, en su tiempo y después de fallecidas, sobre todo en momentos que, como lo he señalado, impera la mediocridad en el medio político. Por alguna razón siempre vinculé a Don Heberto con otro político de la Historia de México cuya vida y obra he admirado: el licenciado Narciso Bassols. Quizá sea porque ambos eran sabios, vivieron sin ostentaciones, más bien modestamente. Fueron honestos y congruentes a carta cabal y amaron profundamente a su país. Esto es lo que hoy falta a la mayor parte de nuestros políticos.

Después del importante homenaje que significa depositar sus restos en la Rotonda de las Personas Ilustres, lo que sigue es divulgar su obra científica y sus ideas políticas. Los jóvenes mexicanos deben saber que a lo largo de nuestra historia han existido hombres y mujeres que nos han enseñado, con el ejemplo, que hay otras maneras de practicar la política, muy diferentes a la porquería que nos han mostrado los medios de comunicación en los tiempos recientes. Nuestra juventud tiene el derecho de conocer que la política no necesariamente es sinónimo de tranza, que se puede hablar con la verdad y defender principios, que los modelos a seguir en política no tienen que ser los Niños Verdes, los Bejaranos, los Gordillos, los Madrazos, los Fernández de Cevallos u otros especímenes semejantes. De ninguna manera se puede pensar que todo está perdido, que no hay nada qué hacer pare reorientar nuestra sociedad.

En nuestra juventud hay todavía una gran reserva moral: lo que se requiere es volver a estudiar y recuperar lo más valioso de la historia mexicana y tomar el ejemplo de las grandes mujeres y los grandes hombres surgidos de nuestras tierras. Don Heberto Castillo lo fue, sólo falta que nos apropiemos de la riqueza de su herencia y ése será el mejor homenaje que le podamos brindar.

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