Para Sonia y Miguel,
por su seriedad festiva.
Algo de risa nerviosa nos asalta. El enojo ya no basta, de nada sirve, la mofa sigue adelante. Esa es la sensación, de burla incontenible, de impotencia ¡qué acaso nos creen oligofrénicos! Son capaces de timarnos mil veces sin la menor congoja. Al ratero sorprendido con las manos en la masa por lo menos algo de vergüenza le queda, hasta por el simple hecho de haber fallado. Pero el cínico es diferente, su disolución moral es tan profunda que ya no conoce esa emoción, la vergüenza. El daño que provoca es lo de menos, ya se le ocurrirá alguna otra mentirilla que dirá con la mayor tranquilidad e incluso con una sonrisa en la boca. México sufre una invasión de cínicos y el peor de los riesgos es terminar pensando que son seres normales.
Un acaudalado empresario dueño de mil farmacias o alguna cifra similar, González Torres de apellido, publica sin tregua un desplegado donde nos comunica que de casi un millón de llamadas recibidas en su sistema privado de medición de la opinión pública, alrededor del 90 por ciento está de acuerdo en su postulación a la Presidencia de la República. Por un México sin corrupción. Sin comentarios. Es el mismo individuo cuyos intereses comerciales en contra de las grandes empresas farmacéuticas lo llevaron a lanzar una campaña plagada de falsedades sobre las patentes y la investigación. La campaña incluyó al Partido Verde, el aliado del PAN en el 2000 y ahora del PRI, el mismo que fue comandado hasta hace poco por su hermano que tuvo a bien encargárselo a su hijo. Por favor que el lector se guarde cualquier suspicacia.
Ya metidos en esas el partido de marras decidió dar un pequeño golpe de estado para centralizar el poder en unas cuantas personas, mejor dicho en una. El golpe que provocó todo tipo de reacciones entre miembros y disidentes que acudieron a la autoridad. Vivan las instituciones. Pero de nada sirvió la postura firme del TRIFE al respecto, pues al pasar por el IFE el encargado del asunto resultó ser nada menos que ¡ex-asesor justamente de ese partido! El consejero hubiera podido tener a bien disculparse por el evidente conflicto de intereses, pero no fue así. En esas estábamos cuando nos enteramos con todo el florido lenguaje del caso de los dos, dos millones de dólares para el “Niño Verde” por tráfico de influencias. Bien por las nuevas generaciones, de una moralidad a toda prueba. En fin ya dirá el juez. Pero no crean ustedes que la congoja visita a esa familia. No, por fortuna ya encontraron la excusa de una “conspiración” que nos tratan de endilgar tildándonos de ingenuos. Ser cínico es además muy cómodo.
Si el caso del “Niño Verde” y su unida familia fuera único, la preocupación sería menor. Pero resulta que no es así, los cínicos están proliferando. El senador Romero Deschamps, ya saben ustedes, el del escandalito del Pemexgate, el sujeto a proceso que no se presenta ante el juez, fue nada menos que el encargado de recibir al presidente Fox en la reunión anual de la CTM. ¡Qué delicadeza, qué finura! Huelga recordar que la investigación está terminada y que el desvío de recursos fue comprobado. Entre la rechifla al presidente pasó desapercibida la reelección número N del líder gremial Rodríguez Alcaine. Renovación de cuadros, circulación de dirigentes, etc., etc., todo sigue siendo discurso oficial pronunciado por los cínicos.
Por lo visto el cinismo ha de ser contagioso. ¿Quién comenzó con la epidemia? Ya que la opinión pública sacó sus mejores argumentos para demostrar que la precampaña disfrazada de la cónyuge del presidente contraviene un mínimo espíritu de equidad en la contienda, saben qué ocurrió, nada. La movilización de la precandidata, por supuesto con recursos públicos, sigue adelante tan campante. Mofa, burla, impotencia, rabia, cinismo. En su defensa sale el Secretario de Gobernación a señalar que no existe otra ética que la plasmada en la Constitución. En términos estrictos a los ciudadanos les está permitido todo lo que no les está prohibido. Sin embargo, en cualquier democracia que se respete la ética suple los inevitables vacíos jurídicos. Quizá por eso estamos como estamos, porque al acotar el papel de los escrúpulos y de la ética, todos encuentran fórmulas para evadir los principios básicos y acomodarse en la amplia norma. Si de eso se trata en las mañoserías del llamado antiguo régimen tenemos un cúmulo inagotable de enseñanzas de cómo sortear la Constitución y torcer los principios. El “dedazo” no era inconstitucional. Me imagino que el “conyugazo” tampoco.
Ya encarrilados en el cinismo los señores senadores se incrementan sus dietas, todo en plena etapa de austeridad. De pasadita el Presidente vuelve a lanzar que sí vamos a crecer al siete por ciento, total quién quita y el simple pronunciamiento evite el cierre de plantas y el creciente desempleo. Es curioso en esta epidemia los cortes generacionales no parecieran ser el remedio. Romero Deschamps, la familia Riojas y su extinto partido, el señor De Paula y su protopartido Republicano, los “Amigos de Fox”, las irregularidades del PRD, la osadía de la señora Fox y el “Niño Verde” nos permiten garantizar una sólida continuidad de cinismo. Sea el partido que sea y la ideología que se quiera el cinismo de nuestros políticos es insuperable. Y después se preguntan por qué del desprecio ciudadano a la actividad. Pero si esa fuera nuestra conclusión ya estaríamos siendo víctimas del padecimiento, del cinismo.
Nuestra amiga Sonia tiene un jardinero, don Pepe. Don Pepe nació en un ejido, creo que de Tlaxcala. Poca instrucción, mucha intuición y cierto don para poder conocer los sufrimientos profundos de los seres verdes —y no son ecologistas— que lo acompañan todo el día. Don Pepe nunca falta a su empleo, llega puntual, hace su trabajo con esmero y en silencio. Se ha dedicado a ser un hombre serio, comprometido con su vida. Sonia le pregunta recientemente por sus hijos. Los años pasan y la rutina hace que uno se olvide de los otros. Bien señora le responde él, los tres ya acabaron en la UNAM. Otro México. Porque don José es igual a Elvia la lavandera, o a don Bernardo o a doña Estela, a muchos más. Todos conocemos en nuestra vida cotidiana a un México serio, con ética personal, familiar, laboral incluso en algunos casos con mística. Para qué nombrar a los conocidos. Pensemos en los anónimos albañiles, maestros, enfermeras, choferes, profesionistas, también servidores públicos e incluso políticos, sin duda más escasos. Ese México no se merece el desfile de cínicos que estamos viendo. Qué pensará don José del “Niño Verde” y sus millones, dos. O de los orgullosos quinientos millones de dólares de patrimonio del candidato priísta en Tijuana. De poco sirve la democracia o la prosperidad tan anhelada si no ponemos un límite al cinismo, aunque no esté en la Constitución. Por fortuna no todo México es como ellos. Lo primero entonces es llamarlos por su nombre: cínicos.