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Dormir bien en Japón cuesta caro

Tokio, (EFE).- Para gran parte de la población japonesa dormir de un tirón o a pierna suelta se ha convertido en una obsesión debido al inquietante aumento del estrés, en la mayoría de los casos por la presión laboral, estudiantil o social, lo que ha creado una floreciente industria en torno al buen dormir.

Los negocios que han proliferado para conciliar el sueño parecen no tener límites en este país, donde se pueden adquirir desde almohadas a la medida, hasta máquinas que prometen soñar a la carta.

Los empresarios son los primeros en haber advertido que el mercado es lo suficientemente atractivo como para intentar sacarle partido: diez billones de yenes, unos 90.000 millones de dólares.

El famoso sistema japonés del empleo vitalicio, bajo el cual los empleados prometían fidelidad a las empresas y los patrones les aseguraban el trabajo hasta la jubilación, se ha ido derrumbando poco a poco en los diez años de recesión que ha sufrido este archipiélago.

La segunda potencia económica del mundo comienza ahora a levantar la cabeza, pero con una fuerte carga de inseguridad laboral y su consiguiente dosis de tensión nerviosa.

Según un estudio del Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar Social, un 20 por ciento de los japoneses sufre algún tipo de problema de sueño o insomnio, se despierta frecuentemente durante la noche y luego se tiene que levantar muy temprano por la mañana, por lo que durante el día no se siente descansado.

Este problema quedó en evidencia el año pasado con la pasmosa comercialización de la primera medicina popular del sueño, "Drewell", de la farmacéutica SSP.

Nada más aparecer en las vitrinas de las farmacias, hace un año, el fármaco superó en sólo un mes la previsión anual, y tras los seis primeros meses logró unos ingresos de 1.350 millones de yenes (unos 12,2 millones de dólares).

Los japoneses demostraron no escatimar gastos para dormir bien, por lo que muchas empresas han reaccionado inundando el mercado con productos de lo más variopinto.

La empresa Lofty se ha lanzado a la fabricación de almohadas a medida, teniendo en cuenta la longitud del cuello y forma de la cabeza, y seleccionando el relleno entre más de diez materiales, como plumas, algodón, poliuretano o plásticos.

Su catálogo incluye un modelo "última generación" con un sistema de transmisión de sonido a través de los huesos, que permite escuchar música sin molestar a quienes comparten cama, y otro que permite a las mujeres dormir sin arrugar el cuello.

A la invasión de productos relacionados con el sueño también han contribuido empresas ajenas a este tipo de industria, como las de electrónica.

Entre las invenciones de una de ellas la que más llama la atención del público es la cama "Yume Rakuen", cuya traducción más aproximada al español viene a significar "El edén del sueño".

Este paradisíaco lecho le contará los latidos de su corazón antes de dormir y, dependiendo del nivel de fatiga, los trece compartimentos de aire que forman el colchón le darán un masaje con la potencia necesaria correspondiente.

Más lejos del concepto tradicional de cama se halla la "cápsula del buen sueño", del fabricante de acondicionadores Daikin.

No usa manta alguna, sino una especie de capota bajo la cual se ajusta la temperatura ideal para el ser humano, 26 grados para la cabeza y 30 grados para los pies.

Pero el más difícil todavía lo propuso una de las principales empresa jugueteras, Takara, al presentar un aparato contra las pesadillas que al mismo tiempo permite elegir el tipo de sueño que se desee.

El producto se llama "Yumemi Kobo" (la fábrica de sueños) y tiene la forma de un despertador con una pantalla en la que se pega una foto relacionada con la historia que se quiera soñar.

El artilugio emitirá una melodía relacionada con la experiencia que se desee durante los periodos de movimiento rápido de los ojos, la fase del reposo en la que los sueños ocurren con mayor frecuencia, para así estimular el cerebro y lograr el sueño a la carta.

"Aunque funciona bastante bien, este producto no deja de ser un juguete, por lo que está lejos de ser un instrumento médico que asegure los sueños a voluntad", declaró Kenji Hattori, representante de Takara.

Shucichiro Shirakawa, responsable del Centro Nacional de Neurología y Psiquiatría de Tokio, explicó que "debido a la influencia del confucionismo, los japoneses pensaban que dormir es pecado, en su sentido de negligencia".

De ahí, añadió Shirakawa, que Japón sea un país "ultra atrasado" en lo referente al sueño, aunque en la actualidad los japoneses parecían haberse dado cuenta de su importancia.

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