“Responder a un ataque de Al Qaeda bombardeando Irak sería como invadir México después de que los japoneses atacaron Pearl Harbor”.
Richard A. Clarke
Este jueves pasado, tres de junio, George Tenet anunció su renuncia “por motivos personales” como director general de la CIA. Tenet había ocupado esa responsabilidad desde 1997.
Mucho se ha dicho que las razones de esta renuncia, que se hará efectiva el próximo 11 de julio, no son en realidad personales, sino que tienen qué ver con los dos grandes errores de la “inteligencia” estadounidense en los últimos años: la falta de detección de los terroristas que llevaron a cabo los ataques del 11 de septiembre de 2001 y la información que hizo suponer al Gobierno de George W. Bush que Irak tenía armas de destrucción masiva.
Mucho se dijo que Bush había protegido en exceso a Tenet, lo cual era extraño debido a que se trata de un funcionario designado por su predecesor, Bill Clinton. Pero la razón de esta protección es que Tenet ha estado dispuesto a darle al presidente Bush la inteligencia que ha querido. Pero ésa ha sido, precisamente, la causa de los dos grandes errores.
Richard A. Clarke, quien fue coordinador del programa de contraterrorismo del Gobierno estadounidense bajo Clinton y también con Bush hasta noviembre de 2001, ofrece en su libro Against All Enemies (Free Press) una visión clara de porqué se cometieron estos dos errores cruciales. Clinton entendió durante su Gobierno el peligro de Al Qaeda, la organización terrorista islámica. Por eso autorizó ataques en contra de los campamentos del grupo en Afganistán y el secuestro de Mir Amir Kansi, uno de sus operadores, en Pakistán. De hecho, los servicios de inteligencia estadounidenses pudieron impedir una serie de atentados planeados para los festejos del milenio, al finalizar 1999.
El nuevo Gobierno de George w. Bush, sin embargo, entró al poder en 2001 con la obsesiva idea de que los atentados terroristas atribuidos a Al Qaeda, entre ellos el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York de 1993, se habían realizado con el respaldo de Irak. Esta idea había sido propuesta originalmente por Laurie Mylroie, del American Enterprise Institute, un centro de investigación de derecha. Aunque la hipótesis fue desacreditada por las agencias de inteligencia, Paul Wolfowitz y Donald Rumsfeld, quienes se convirtieron en subsecretario y secretario de Defensa en el Gobierno de Bush, seguían creyendo en ella como un dogma.
De hecho, esa fue la hipótesis que impidió que se le prestara la suficiente atención a las indicaciones de que Al Qaeda estaba preparando en 2001 un atentado terrorista en territorio estadounidense. Desde enero de 2001 Clarke pidió una reunión ministerial de emergencia para examinar la información que sugería que se aproximaba ese atentado; pero el encuentro sólo pudo llevarse a cabo ocho meses después, el cuatro de septiembre, una semana antes de los atentados. Los esfuerzos de Clarke y de Tenet para convencer a Rumsfeld de que Al Qaeda y no Irak, era la amenaza real no tuvieron éxito.
Esta misma cerrazón se mantuvo posteriormente cuando, después de la invasión de Afganistán, el Gobierno de Estados Unidos empezó a considerar una nueva acción para vengar los atentados del 11 de septiembre. Por eso la CIA y otras organizaciones de inteligencia le dieron más credibilidad a los vagos indicios de que Irak mantenía armas de destrucción masiva que a las indicaciones mucho más sólidas de que esas armas no existían.
Me queda muy claro porqué Bush mantuvo a Tenet en la CIA pese a haber sido designado por Clinton. Si bien, según nos narra Clarke en su libro, Tenet siempre entendió la amenaza de Al Qaeda, estuvo también dispuesto a aceptar que el presidente Bush predispusiera el resultado de la labor de inteligencia. Pero a final de cuentas esta actitud permitió que Estados Unidos sufriera los peores atentados terroristas de su historia y que invadiera un país lejano sin que hubiera razón para ello.
Lo peor de todo es que, como también lo señala Clarke, la invasión de Irak logró el propósito contrario que buscaba. El objetivo era darle mayor seguridad a los estadounidenses, pero el resultado fue unir a los radicales nacionalistas árabes, del tipo de Saddam Hussein y a los fundamentalistas islámicos, como Osama bin Laden, en una guerra sin cuartel en contra de Estados Unidos y sus aliados.
El atentado
Declaraciones falsas, casquillos de AK-47 sembrados y un atentado que nunca existió. Esas son algunas de las conclusiones de la investigación que la PGR llevó a cabo sobre el supuesto ataque contra el gobernador de Oaxaca José Murat. Lo sorprendente, sin embargo, es que el Gobernador haya pensado que, efectivamente, podía simularse con tanta facilidad un atentado.
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