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Dos visiones

Roberto Orozco Melo

El señor presidente de la República, don Vicente Fox, recién retornó de una gira oficial a Canadá. Allá hizo un descubrimiento muy satisfactorio: los canadienses saben que México mejoró su economía hasta un 5.2 por ciento en el mes de agosto y se crearon 80 mil nuevos empleos en el inmediato septiembre. Fox lo dijo el miércoles 26 en el Estado de Aguascalientes con una cuchufleta para los mexicanos: “Allá no se escatima ese reconocimiento a los grandes cambios que en México impulsa el Gobierno Federal”.

Unos días después, en Can Cun, Quintana Roo, el Presidente insistió en el tema con una verdad irrefutable: “Gracias a Dios y a la continuidad de las políticas económicas diseñadas por el entonces presidente Ernesto Zedillo México ha sumado ya casi una década de estabilidad política, económica y social”.

Es posible que don Vicente tenga razón, aunque en sus palabras no haya planteado el panorama completo de la incierta realidad mexicana y dejara de lado la situación económica de los sectores depauperados de nuestra sociedad, el desempleo como realidad viva y latente, la insuficiencia del ingreso familiar y el constante crecimiento de los precios, tan ignorado por quienes analizan cada mes los elementos del índice de inflación de la economía, sólo por mencionar unos cuantos soslayos.

Lo postulado por el Jefe del Poder Ejecutivo devino verdad a medias; por una primera parte le debemos reconocer haber permitido la prolongación de la estabilidad económica del país en estos últimos años y los tres o cuatro anteriores del Gobierno de Ernesto Zedillo Ponce de León. De hecho, Fox lo hizo así en un rasgo de sinceridad que mucho lo acredita: “El país lleva nueve años, con dos Gobiernos de dos partidos políticos diferentes (pero) con las mismas políticas públicas en materia de diseño económico. Con diferencias en su aplicación, pero básicamente las mismas políticas públicas que (ya) están alcanzando madurez”.

Por la segunda parte pensamos que debería haber reconocido, con igual sinceridad, que desde antes de Ernesto Zedillo, durante los sexenios de Carlos Salinas de Gortari y Miguel de la Madrid, los mexicanos pobres empezaron a resentir la hambruna y otros efectos de las políticas neoliberales como la cancelación de los programas sociales y los apoyos económicos con que atenuaban su estado crítico los Gobiernos de la Revolución Mexicana. Cortar de raíz tales soportes fue una decisión criminal impuesta por el neoliberalismo mundial acatada obsecuentemente por el Gobierno tecnocrático con el fin de reducir el déficit fiscal de aquellas administraciones; pero sin ofrecer, a cambio, algún incentivo para que los fogones de las casas humildes no se apagaran y esos mexicanos no se quedaran sin alimento.

Es cierto: hoy tenemos estabilidad monetaria, no se han presentado situaciones críticas como las de 1995, el peso tiene respaldo en un sistema equilibrador de la tasa de cambio y es soportado, además, con suficientes reservas en dólares, en el Banco de México. Podemos amanecer cada día con un diferencial entre las tasas de cambio de varios pesos y no sentimos preocupación, ni se producen las viejas estampidas de dinero rumbo al exterior.

Eso es de agradecer, cómo no; sin embargo sentiríamos una verdadera gratitud y mayor tranquilidad si las cosas pudieran cambiar en la parcela demográfica que está en las antípodas de la gente del dinero, ya que sería en el nivel de mayores necesidades económicas y baja solución de problemas donde podría surgir, de repente, una agitada y nerviosa demanda de justicia que propiciara algún evento de violencia absolutamente indeseable. La gente pobre, el burócrata sin esperanza, los proletarios de salario mínimo, los campesinos que cambiaron el oro de sus tierras por los espejitos de unos cuantos millones de pesos, los pensionados (y pensionadas) de la tercera edad, los mexicanos sin salario, parecen haber llegado al tope en su paciencia pues sus protestas suben de tono, como sucedió recientemente en la visita del presidente Fox a Ciudad Juárez o en el mismo Chihuahua, con las amas de casa enojadas por las altas tarifas de energía eléctrica.

Existen dos visiones sobre la situación económica mexicana y por desgracia son opuestas: la situación monetaria y la situación económica popular. Alegrémonos por la primera, mas no desechemos las preocupaciones a que la segunda nos obliga.

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