“Tratando de mejorar, con frecuencia echamos a perder lo que está bien”.
Shakespeare (Rey Lear)
Los políticos mexicanos se caracterizan por tomar decisiones económicas sin entender sus consecuencias. Éste es el caso de los legisladores que han ordenado un impuesto especial a los refrescos que utilizan alta fructosa. Una de las consecuencias de este impuesto ha sido aumentar el precio del azúcar en México, el cual se encuentra ya en uno de los niveles más altos del mundo. Pero esto no sólo daña a los consumidores nacionales, sino que está desplazando a los dulceros mexicanos del mercado.
México está recibiendo una creciente avalancha de dulces y chocolates producidos en el extranjero. La industria dulcera nacional todavía le da trabajo a 27 mil mexicanos. Pero no pasará mucho tiempo antes de que estos empleos se pierdan.
Parecería paradójico que México, el país que le dio el chocolate al mundo, hoy no pueda competir con los productores del exterior. Pero el problema no es de falta de competitividad. Es imposible derrotar a los rivales del exterior cuando en México hay que pagar precios mayores por los insumos de fabricación.
Alfonso Vega Hernández, representante de la sección 22 de Canacintra, apuntaba recientemente que los dulceros mexicanos tienen que desembolsar más por el cacao y más por la leche que adquieren en nuestro país. Pero el problema fundamental es el azúcar. El precio en nuestro país es hasta tres veces más elevado que el internacional. Y esto hace imposible competir.
La industria de la caña de azúcar, que a través de sus sindicatos y uniones tiene un enorme poder político, ha sido responsable en buena medida de crear las condiciones que han permitido que los precios del azúcar en nuestro país sean tan elevados. Estos precios, por supuesto, han permitido que la industria azucarera reciba ingresos extraordinarios, pero no han podido resolver el problema tradicional de pobreza en las zonas cañeras de nuestro país. No hay precio posible para el azúcar que pueda resolverla porque esta pobreza es producto de una concentración excesiva de mano de obra en el sector y de una carencia de maquinaria y procesos de alta tecnología para aumentar la productividad. El alto precio del azúcar, en cambio, sí es responsable de despojar de su competitividad a la industria mexicana de producción de dulces y chocolates.
México debería estar pugnando por promover el surgimiento de sectores productivos con mayor valor agregado. Tiene más sentido económico asegurar que existan las condiciones para que prospere una industria realmente competitiva de producción de dulces y chocolates que manipular el mercado para favorecer a un obsoleto sector primario.
Pero nuestros políticos no toman sus decisiones por razones estratégicas. No están pensando en el beneficio de largo del país ni en la generación de una actividad que se encuentre más arriba en la escala de producción. Simplemente se dejan presionar por grupos, como los cañeros, que tienen capacidad de movilización de masas. Así, las decisiones cruciales de la economía se toman en razón de la fuerza política de organizaciones que buscan beneficios especiales.
Si las condiciones no cambian en los próximos años, los productores mexicanos de dulces y chocolates deberán, para sobrevivir, dejar de fabricar estos productos y convertirse en simples distribuidores de los que se confeccionen en el exterior. De hecho, ya en este momento las empresas mexicanas con visión estratégica deberían estar invirtiendo en plantas de producción en otros países de América Latina, donde los insumos son más baratos y hay posibilidad de acceso al mercado mexicano sin pago de arancel.
¿Que esto sería una traición a la economía de nuestro país? Todo lo contrario. Lo que sería realmente miope es no tomar medidas para salvaguardar a las empresas mexicanas en un entorno hostil. La verdadera traición al país, a los consumidores nacionales y a los mexicanos que tienen empleos en la industria del dulce no proviene de los empresarios dulceros, que han hecho esfuerzos sobrehumanos para sobrevivir en un mercado con reglas desiguales, sino de los políticos que en su afán de beneficiar a los monopolios del azúcar están destruyendo a una industria dulcera mexicana que podría ser perfectamente competitiva si nada más se le dieran condiciones iguales a las que tienen sus rivales en otros países.
Prohibir cámaras
La publicación de una serie de fotografías ha revelado abusos de tropas estadounidenses a prisioneros iraquíes. Una de las soluciones que ha adoptado el Ejército de Estados Unidos es prohibir el uso de cámaras personales en instalaciones militares. Una vez más se prefiere combatir al mensajero que revela la existencia del mal pero no a la enfermedad misma.
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