Primera parte
La teoría se refiere a la política como un intenso, vigoroso y apasionante juego de inteligencias que –idealmente- se debe sentir en la boca del estómago. En el México posmoderno, alejándonos de la teoría, llegamos a una realidad práctica donde tristemente ésta parece –y de hecho es- un espectáculo de poca monta, con actores de tercera, que a pasos agigantados consigue el público se aburra, pierda el interés al considerar el guión ni se apega a la realidad ni mucho menos apela a genuinos intereses colectivos.
Con el triunfo de Vicente Fox las reglas del sistema cambiaron abruptamente hasta su desaparición: el PRI, que si de algo se podía jactar era de ser un organismo disciplinado con un perfecto sentido en cuanto a tiempo y oportunidad; hoy se muestra como partido, ahora sí que valga la redundancia, “partido” a la mitad, o en cinco, o hasta en diez pedacitos, pero finalmente muy lejos ya de aquella cohesión que permitió una continuidad histórica de siete décadas.
Todo lo anterior viene al caso si del estado de Durango hablamos. El reciente proceso priista para elegir candidato a gobernador viene a ser sintomático de la truculencia, las patadas por debajo del agua, el interés puro y denigrante por alcanzar el poder, que dicho sea de paso, los recientes escándalos en otros puntos del espectro ideológico nos muestran con claridad que las desviaciones en cuanto a ética y moral se refiere también son cosa de todos los días en el PAN, PRD o PVEM.
Durango, que como todo el territorio nacional está plagado de riquezas humanas y materiales; a la larga se convierte en un albur dado los enormes problemas que enfrenta y que ninguna administración ha podido resolver de manera satisfactoria. La droga corre en la entidad, continúa en ascenso la migración hacia Estados Unidos, el desempleo (aunque las estadísticas digan lo contrario) va con tendencia a la alza y el sector agropecuario enfrenta un grave deterioro al no existir planes de ataque contundentes.
Honor a quien honor merece, no todo es culpa de la actual administración estatal, si bien tremendamente mediocre, también graves herencias le fueron legadas. Además de un pasado donde ningún gobernador reciente puede salir bien librado, la situación a nivel nacional ha tenido graves repercusiones: la carencia de una Reforma Fiscal integral promueve una inequitativa –injusta es la palabra- distribución de los recursos. El desgaste de la administración foxista, un clima que no promueve la inversión directa, funcionarios con tendencia a “grillar” mucho y administrar poco, son solamente algunos puntos dentro de la inmensa lista de factores que tienen hoy a Durango como un estado pobre, donde además y para acabarla de fregar, también existe una evidente incertidumbre política que desgraciadamente va en detrimento del votante común, del ciudadano que menos tiene y resulta directamente afectado por el absurdo, la incompetencia y el hambre desmedida de aquellos que degradan la función pública y que tristemente la historia olvida.
Para los duranguenses existieron únicamente dos candidatos priistas para gobernador con posibilidades, siendo los otros simplemente relleno destinado a dar espectáculo y disfrazar el proceso como democrático: por un lado Hernández Deras o toda la maquinaria nacional a su favor y por el otro el tremendamente polémico Carlos Herrera Araluce o la última oportunidad dirían muchos, de “contar con un lagunero en la capital del estado”. Escrita fue ya la historia, sabemos el resultado, sin embargo los recientes eventos que “tanto nos preocupan y hacen paremos la oreja”, aseveró en reciente charla con este columnista un prominente empresario de primer orden, hacen que el tema se vuelva a poner de moda y si acaso por ello el énfasis en desentrañar –ojalá lo lograra alguien- tan interesante enredo.
Platico con mucha gente del estado y es unánime el diagnóstico que hacen sobre el actual gobernador, Guerrero Mier. Todos hablan de él como un hombre sin duda inteligente y hasta cierto punto –son los menos- bien intencionado que se viene dedicando desde hace tiempo a propiciar el relajo y mover los hilos de un poder que no tiene. Tibio al fin, “pasará a la historia como muchos funcionarios grises: sin pena ni gloria” diagnostica otro empresario, quien además afirma que a excepción de La Laguna, Durango se encuentra en la prehistoria y no hay planes serios que puedan permitir se vislumbre un futuro donde la administración estatal y los empresarios trabajen en conjunto por el bien común y la creación de empleos que tanto necesita el estado. Ya picado, afirma que el mismo entusiasmo que el gobernador mostró en la política sucia y la aparente construcción de un feudo por los rumbos de Aguascalientes “con quién sabe qué fines” lo debiese haber encaminado en cumplir con la palabra empeñada.
¿Cumplió el gobernador con sus promesas de campaña? Son inocentes preguntas…
Mañana le seguimos.
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