Lo menos que podemos afirmar con respecto al recital que brindaron el pasado sábado 14 las hermanas Agathe e Irène Blondel es de que fue inusual. Inusual, no sólo por los instrumentos involucrados, creo que es la primera vez en Torreón que escuchamos un concierto en el que durante todo el desarrollo del mismo el papel principal es asumido por la viola, sino también por las obras que se tocaron y por la extraordinaria maestría y sensibilidad con que fueron ejecutadas.
Las hermanas Blondel poseen una depurada técnica y elegante musicalidad que les permite abarcar un amplio repertorio, es así que el programa inició con una magnífica interpretación del interesante Lachrymae Op. 48 del gran compositor inglés Benjamin Britten (1913-1976). Para muchos esta obra fue sorprendente puesto que pasa de un modernismo disonante y complejo a una melodiosa canción proveniente de la pluma del compositor renacentista John Dowland. El efecto que causó puede calificarse como mágico y hasta catártico, creando con ello un ambiente apropiado para la siguiente partitura en ser ejecutada, la cual fue el maravilloso Märchenbilder Op. 113 de Robert Schumann (1810-1856).
Esta obra contiene cuatro movimientos que fueron escritos durante el último lustro de vida del gran compositor del romanticismo alemán. Su tratamiento es típicamente schumanniano, no sólo en las partes asignadas al piano, sino también aquéllas de la viola. Agathe Blondel y su hermana Irène, ejecutaron la partitura con el lirismo requerido y lograron obtener hermosas sonoridades. Agathe en especifico, logró que en algunos momentos pareciera como si su viola susurrase mientras que en otros parecía cantar, o incluso sollozar.
Después del intermedio se tocó la Sonata para Viola y Piano Op. 11 No. 4 de Paul Hindemith (1895-1963). Esta sonata para viola evidencia el gran amor que hacia dicho instrumento sentía Hindemith, quien no sólo fue uno de los más importantes compositores del Siglo XX sino un importante violista. La partitura de esta obra es un verdadero reto para los ejecutantes, al igual que sucede con la Sonata para Viola y Piano en fa menor Op. 120 de Johannes Brahms (1833-1897) con la que concluyó el programa.
Durante la primera mitad de 1894 Brahms sufrió el dolor que le causó la muerte de tres queridos amigos: el cirujano Theodor Billroth (1829-1894), el director de orquesta Han von Bülow (1830-1894) y el erudito y biógrafo de Bach, Philipp Spitta (1841-1894). A éste se agregó la melancolía que le produjeron los pensamientos de que se encontraba al final de su vida creativa. Sin embargo, varios de sus amigos le ayudaron a salir de ese estado anímico al organizar un festival de música en el que participaron entre otros el gran clarinetista Richard Mühlfeld (1856-1907). Mühlfeld logró inspirar a Brahms para que compusiese durante el verano de 1894 las dos sonatas Op. 120, las cuales pueden ser interpretadas por viola o por clarinete. En ellas se exploran ampliamente las posibilidades expresivas y sonoras de la viola y el piano, las cuales fueron ampliamente explotadas por las dos hermanas Blondel, quienes se lucieron en su interpretación y lograron resaltar el carácter ligero del Allegretto grazioso y del enérgico Finale con que termina.
El público estuvo muy entusiasmado con la ejecución de las hermanas Blondel, por lo que les brindó un caluroso aplauso que contrastó con la fría temperatura que imperaba en el teatro, por lo que se interpretó a manera de encore un movimiento de la otra sonata para viola y piano de Johannes Brahms.
No cabe duda de que éste es uno de los mejores y más inusuales recitales a los que hemos asistido, por lo que es justo agradecer a la Alianza Francesa, al colegio Cervantes, a la AFAA y al Teatro Martínez el que nos hayan permitido disfrutar del gran talento y musicalidad de las hermanas Agathe e Irène Blondel.
