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Educación para el futuro/Diálogo

Yamil Darwich

Durante los días 15 y 16 de este mes de octubre, se realizó la XXXIX Asamblea de C.U.D.I., Consorcio Universitario para el Desarrollo de Internet. La citada organización reúne a 17 universidades asociadas y 59 afiliadas y entre ellas, estuvieron presentes las más prestigiadas de México, como los casos de la U.N.A.M., la U.A.M. del D.F., la U.A.G. de Jalisco, la U.A.N.L. de Monterrey y la U.A.L. de la Comarca Lagunera, entre otras. También participaron las grandes empresas de telefonía nacional y las de venta de software y hardware, con el propósito de mantener a la vanguardia en la telemática internacional a la academia universitaria y al sector de investigación de México.

Se discutieron temas de gran trascendencia, como la educación a distancia y su impacto en las sociedades; investigación científica en telemedicina, robótica y ciencias de la tierra; bibliotecas virtuales y el acceso a los centros de comunicación mundiales y otros más, como el Proyecto Ópera Oberta, que en conjunto con la U. de Barcelona de España se ofrece para los estudiosos del arte.

Los investigadores presentaron avances en sus respectivos trabajos y demostraron imágenes virtuales en tercera dimensión, la manipulación de robots a distancia y otras maravillas de la tecnología, efectos sólo posibles con el arribo del Internet 2.

Esto confirma que vivimos la “Sociedad del Conocimiento”, una nueva era que se caracteriza por llenar el espacio ocupado durante el siglo XX por el capitalismo, que utilizó a la globalización como un instrumento económico y político, pretendiendo sin resultados buscar el fortalecimiento económico de la humanidad, para posteriormente redistribuir la supuesta riqueza no alcanzada, al menos por nosotros, los habitantes de los países pobres.

La vida del mundo del siglo XXI, se presenta con la particularidad de tener a dos grandes grupos humanos:

El de los ricos, los propietarios del conocimiento, que tienen a su cargo a los inventores y descubridores del nuevo saber, así como a los administradores del mismo y el de los pobres, grupo de trabajadores que habrán de producir para el consumo, sin disfrutar equitativamente de los beneficios de su esfuerzo, el que irónicamente servirá para el enriquecimiento y goce de los del primer mundo.

El reto va más allá de buscar y lograr con la ciencia comprender y hasta manipular eficientemente la naturaleza; es crear un mundo tecnocientífico con un verdadero sentido humanista.

Las preguntas que se plantean son muy difíciles de responder: ¿Cómo utilizar la tecnociencia de la “Sociedad del Conocimiento” para producir y distribuir riqueza? ¿Cómo lograr que el desarrollo vertiginoso de la ciencia y la técnica no rebasen al humanismo?

Aún más: ¿Cómo hacer que el desarrollo y al compartir el conocimiento podamos cuidar al mundo y sus recursos, con un verdadero sentido de respeto por la preservación ecológica? Aparece otra pregunta más: ¿Cómo lograr que se alcance la justicia, que se distribuya el producto y los beneficios del conocimiento, utilizándolo razonablemente para el bien común?

El reto para los técnicos, científicos y humanistas del presente siglo es grande; que la creación y la difusión del conocimiento acorte las distancias entre el humano rico y el pobre; buscar, por todos los medios, disminuir las diferencias entre las buenas condiciones de vida de los sobreprovistos y la de los que poco o nada tienen; hacer que el proyecto de desarrollo humano del siglo XXI llegue a ser:

Integral, asegurándose de incluir a todos los habitantes del planeta Tierra, a los ricos y a los pobres; globalizado, que alcance a los distintos grupos étnicos del mundo, sin importarnos credos o colores; distributivo, logrando hacer llegar al mundo entero, sin excepción, los beneficios generados por ese nuevo conocimiento; justo, que permita que germinen entre la raza humana los sentimientos promotores de bien, verdad, justicia y paz mundial; democrático, para que se hagan las tomas de decisiones en base a la voluntad de las mayorías y para la búsqueda del bien común.

¿Cómo lograr que la ciencia y la técnica, ponderadas y reguladas por los principios filosóficos del humanismo, prevean los verdaderos niveles de felicidad de los seres humanos?

Ese es el gran reto con que concluyó la reunión de los asistentes a la Asamblea del C.U.D.I., mensaje pronunciado por el Rector que representó a La Laguna, que dejó huella entre los académicos, quienes encabezados por uno de los líderes de la máxima Casa de Estudios de México, retomaron la palabra para hacer el compromiso público de no olvidar la esencia y la razón de ser de la Universidad, de su responsabilidad con el serio estudio de la ciencia en los centros de desarrollo humano, en otras palabras: buscar la verdad y a través de ella el bien común.

Las palabras de compromiso, vertidas por un trabajador universitario que de desearlo estaría usufructuando su conocimiento con altos beneficios económicos en el mundo de los negocios, hizo que todos los asistentes aplaudieran, sumándose a la promesa, emocionados, recibiendo nuevos bríos para continuar con la tarea de educadores, investigadores y promotores de nuestra cultura, como humanistas de la tecnociencia del siglo XXI.

Seguramente que son muchas y muy poderosas las resistencias que se oponen al fin último de la universidad del mundo, entre ellas la mexicana, pero también es cierto que aún cuando existe un exceso de información por adquirir, que agobia a los investigadores, maestros y estudiantes, no se olvida la razón de ser y hacer: servir como promotora del bien común al formar los nuevos cuadros profesionales con un alto sentido de solidaridad social.

En esta ocasión quise comentarle esta buena noticia, que seguramente sirve para compensar las muchas malas que recibimos casi a diario.

Esta es una información reconfortante, del nuevo mundo de la “sociedad del conocimiento”.

Es bueno saber que hay muchos mexicanos que aceptan el reto de trabajar por su país, más allá del simple beneficio material que les pudiera dar su conocimiento traducido en dinero, sirviendo en el extranjero o en su tierra con otros propósitos ajenos a los de educar.

¿No le parece que esas personas son una buena inspiración para todos nosotros?

ydarwich@ual.mx

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