Estuvo por demás divertido el panista Juan de Dios Castro Lozano, presidente de la Cámara de Diputados, cuando interrogó a 300 escolares que juraron como diputados federales del II Parlamento de los Niños y las Niñas, acerca de cuántos colores tiene la bandera. Estoy convencido de que fue una inocente jugarreta, al mostrar como si se tratara de sus propios alumnos, que el pabellón patrio también cuenta entre sus colores con el azul. No obstante como los ánimos están caldeados, a flor de piel los sentimientos y las cabezas mostrando síntomas de calentura, ni duda cabe, en ese cuerpo colegiado que es la Cámara de Diputados, eso motivo que diputados de otros partidos echaron mano a sus fierros como queriendo pelear, cual hijos desobedientes, disparando sus diatribas contra su compañero legislador al que pretendieron hacer papilla diciendo que al indicar a los niños que había un cuarto color tenía en mente hacerle publicidad al color del partido político en el que milita. La verdad es que sí tiene otros colores además de los que se encuentran en las franjas a que se refiere la Ley. Pero no corresponden a la bandera en sí sino al dibujo del escudo nacional del que forman parte y que se encuentra plasmado en la tira blanca que va verticalmente en la parte media del lienzo tricolor.
La Ley sobre las características y el uso del escudo, la bandera y el himno nacional mexicanos dispone en su artículo segundo, que el Escudo Nacional, en la parte que nos interesa, está constituido por una águila que se posa sobre un nopal, naciendo en una peña que emerge de un lago, con el pico en actitud de devorar una serpiente y el octavo de la misma Ley establece que la bandera es un rectángulo dividido en tres franjas verticales con los colores verde, blanco y rojo. Llevando al centro el Escudo Nacional. Estableciendo el orden y proporción de cada franja. Bien, llegó a tal grado la temperatura en el recinto legislativo, pensando que el diputado presidente estaba agregando el color azul, que los nervios crispados de un diputado de oposición, el petista Óscar González Yánez, le hicieron decir que Castro Lozano se robó por un instante los símbolos patrios para manipular a la niñez mexicana; agregando que a Juan de Dios “nada más le faltó decir que el águila usa botas y la víbora es Marta Sahagún”. De seguro este diputado pretendió ser cáustico pero en la realidad acusó una falta de respeto a la esposa del Presidente de la República. Creo que la señora no se merece ese calificativo. Puede cualquiera no estar de acuerdo con que suceda en el mando de la nación a su marido, pero ese calificativo lo único que vienen a demostrar es el grado de tirantez de las relaciones que guardan los políticos que militan en partidos políticos contrarios.
En otro orden de cosas, ese grado de tensión se reiteró el miércoles de esta semana en que en un avión de línea del Gobierno cubano llegó a nuestro país el empresario argentino Carlos Ahumada Kurtz, a quien esperaban autoridades dependientes de la Procuraduría General de la República y de la del Distrito Federal. El aparato aterrizó y se detuvo en las instalaciones con que cuenta la PGR, cuyos elementos esperaron a que fuera bajado. En el exterior de estas instalaciones se encontraba el Procurador del DF, Bernardo Batiz y el subprocurador, Renato Sales Gutiérrez quienes llevaban consigo la orden de aprehensión girada por un Juez Penal y copia del convenio de colaboración celebrado entre ambas procuradurías. No le abrieron las rejas de acceso por lo que no pudo pasar. La investidura del Procurador del Gobierno del Distrito Federal fue objeto de un desaire que deja ver el poco criterio institucional con el que se manejan las autoridades. Asomando, así mismo, un deterioro en las relaciones entre el Gobierno Federal y del Distrito Federal que va mas allá de lo que la ciudadanía espera de las autoridades. Aunque la suspicacia hace pensar en ¿por qué no querían la presencia de un funcionario de Gobierno del DF, durante las más de cinco horas que el empresario permaneció confinado en el edificio de la PGR? ¿Le estarían leyendo la cartilla?
Es increíble lo que aconteció a continuación cuando fue llevado el empresario argentino allí mismo a un edificio de la PGR, donde se dice iba a constatarse su estado de salud. Dado el tiempo transcurrido debe pensarse que algo más estaba en juego. ¿El complot? La realidad es que las autoridades federales estaban actuando en auxilio de las locales cuando hubo la necesidad de solicitar la extradición, pero una vez que sin ese trámite fue expulsado del territorio cubano por indeseable debió ser entregado de inmediato a quien tenía en su poder la orden de detención, que en este caso era la policía judicial local, quienes estaban obligados a ponerlo a disposición de un juez penal. Total, mientras los políticos, sin ningún rubor ventilan en público sus asperezas, en el país se observa un panorama poco halagüeño, producto del abandono de los encargados de hacerlo funcionar ocupados, como están, en hacerse daño.