A la mayoría de personas el concepto de las “incompatibilidades alimenticias” les suena estrafalario, pero lo cierto es que se apoya en unos principios familiares para todos. Por ejemplo, ¿qué sucede cuando un bebé empieza a tomar sus primeros alimentos?
Pues que somos cuidadosos con la forma de combinarlos, dando por separado la papilla de verduras, la de cereales, la de frutas... Con el bebé procuramos no mezclar alimentos innecesariamente y le ofrecemos comidas que consisten en un único plato. De ese modo evitamos sobrecargar un sistema digestivo aún poco entrenado. En la edad adulta, muchas personas con problemas digestivos experimentan una clara mejoría cuando en sus menús evitan ciertas mezclas de alimentos.
Es como si volver a las simplicidad de la infancia les permitirá desprenderse de ciertos hábitos adquiridos y reemplazarlos por otros más saludables para ellos. Ahora bien, ¿deben seguir todas las personas esas mismas pautas? ¿Existen unas incompatibilidades alimenticias demostradas? ¿Qué tienen en común y en qué difieren los diferentes sistemas de incompatibilidades? ¿Hasta que punto es razonable aplicarlos? A esas preguntas intentamos responder con este artículo.
Combinar los alimentos es una arte milenario que se ha desarrollado a través de siglos de cultura culinaria. Sin embargo, dentro del naturismo, hay una serie de preceptos de combinaciones alimentarias que en algunos casos tienen una base razonable, y en otros no tanto. Todo ello se complica cuando se empiezan a ver que existen importantes discrepancias entre unos autores y otros.
Alimentos más digestibles
No alimenta lo que comemos, sino lo que digerimos, ya que las digestiones lentas, incompletas o pesadas provocan una alteración en los nutrientes absorbidos. Los diversos sistemas de incompatibilidades alimentarias intentan mejorara esa digestibidad escogiendo las mezclas idóneas de alimentos. Según Herber M. Shelton investigador norteamericano pionero en este campo, cada tipo de alimento provoca en el organismo la secreción de determinadas enzimas digestivas.
Así, si consumimos alimentos que excitan o estimulan la secreción de enzimas con funciones contrarias, lo que estamos haciendo es disminuir la eficacia del proceso digestivo, lo cual aumenta el riesgo de fermentación y de putrefacción de los alimentos en el interior del organismo y a la larga provoca una autointoxicación corporal.
Sin embargo, la digestibidad de los alimentos depende también en gran medida del contexto cultural (y por ello, también alimentario) en que se vive. Es conocida la intolerancia a la leche en China o en muchos países africanos, donde el consumo de leche es nulo o mínimo. Por eso gran cantidad de emigrantes que acuden a nuestro país enferman del estómago dada la enorme intolerancia que tienen hacia la leche y sus derivados, tan presentes en nuestra dieta.