“Quienquiera que produzca dos mazorcas donde antes crecía una, merecería más que todos los políticos juntos”.
Jonathan Swift, Viajes de Gulliver
¿Podría usted decirme cuál es el sector de la economía mexicana que mejor desempeño ha tenido en los últimos años? No, no es la industria ni tampoco los servicios. El mayor avance lo ha tenido el sector agropecuario.
En el primer trimestre de este año la economía mexicana en conjunto creció 3.7 por ciento, pero el sector primario —que incluye agricultura, ganadería, pesca y silvicultura (explotación de madera)— lo hizo en 4.6 por ciento. En los tres años anteriores la economía nacional se expandió a un promedio anual de 0.65 por ciento, mientras que el sector primario lo hizo a un ritmo cuatro veces mayor: 2.6 por ciento al año.
Si el sector primario está creciendo más rápido que el resto de la economía, ¿por qué escuchamos tantas veces la afirmación de que el campo vive la peor crisis de su historia? Si una parte importante del crecimiento se está dando por el aumento en las exportaciones agroalimentarias a Estados Unidos, ¿por qué se han multiplicado las protestas de grupos campesinos en contra del Tratado de Libre Comercio de América del Norte? Si nuestra agricultura está hoy peor que nunca, ¿por qué la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, la FAO, le concedió al Gobierno de México la medalla al mérito agrícola? ¿Por qué sintieron los priistas y perredistas en la Cámara de Diputados que era tan importante negarle al presidente Fox el permiso para recibir esta condecoración? ¿Por qué a pesar de estos avances el secretario de Agricultura, Javier Usabiaga, es uno de los miembros más cuestionados del gabinete?
La razón es que estamos viviendo un tiempo de perversos juegos políticos. El sector primario de nuestro país está mostrando buenas cifras, pero a los líderes campesinos no les conviene que se conozcan. De hecho, ésta es una realidad fácil de ocultar, porque a pesar de los avances en la producción, el campo concentra la mayor pobreza de nuestro país. El fenómeno, sin embargo, no es nuevo: viene de hace muchas décadas, de los tiempos en que estos mismos líderes definían la política agropecuaria del país.
Es importante hoy separar el tema de la producción agrícola y el de la pobreza. El campo mexicano puede mejorar sus procesos productivos, pero la pobreza generada por la inmisericorde fragmentación de la tierra no va a desaparecer porque aumente la producción. En México la Constitución prohíbe la propiedad privada de más de 100 hectáreas de tierra irrigada; en Estados Unidos y Canadá, en cambio, las granjas tienen miles o decenas de miles de hectáreas y son por lo tanto mucho más productivas. La Reforma Agraria mexicana repartió predios ejidales a veces menores a cinco hectáreas. Los integrantes de las familias beneficiadas se han multiplicado a lo largo de las décadas y hoy sus minúsculas parcelas los llevan a la migración o los condenan a la pobreza. El problema no se reduce a unas cuantas áreas del país: más de la mitad del territorio nacional es ejidal o comunal.
El Gobierno puede aplicar políticas que reviertan parcialmente el rezago de décadas, como la ampliación y mejora de la irrigación o la introducción de nuevas técnicas y semillas mejoradas. La apertura de nuevos mercados en Estados Unidos y Canadá, como consecuencia del libre comercio, está teniendo también consecuencias positivas. Pero es iluso pensar que estas mejoras por sí solas eliminarán la pobreza del campo mexicano.
En México el 25 por ciento de la población vive y trabaja en el campo. Esta gran masa produce apenas el ocho por ciento del Producto Interno Bruto, (PIB). Esto explica porqué el campo mexicano es más pobre que las ciudades. En Estados Unidos, en contraste, el dos por ciento de la población que trabaja en el campo produce el dos por ciento del PIB. Lo peor es que una parte muy significativa de la producción agropecuaria mexicana procede de un número relativamente pequeño de granjas privadas, cuya productividad esconde en los promedios la real pobreza de los ejidos y comunas indígenas.
La Secretaría de Agricultura ha logrado en estos últimos años algo que parecía imposible: hacer que el sector primario crezca más que el promedio de la economía mexicana. Pero para combatir la pobreza del campo se necesitan reformas de fondo que pongan fin a las limitaciones a la propiedad privada de la tierra y eliminen el dañino sistema ejidal. Pero el Congreso nunca se atreverá a aprobar estas reformas.
Servitje
Lorenzo Servitje, fundador de Bimbo, recibirá mañana el premio al Ciudadano Corporativo del Woodrow Center y el Instituto México. En un país que rara vez reconoce a sus empresarios, este homenaje es muy importante.
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