¿El fracaso del socialismo, deja inválida a la crítica socialista de la irracionalidad del capitalismo? Las críticas socialistas del capitalismo a veces son pintorescas, a menudo incoherentes y a veces, estrafalarias. Llevan la hulla del siglo diecinueve: la misma noción de que cualquier sistema social descentralizado pueda funcionar de forma ordenada sigue dejando la imaginación de muchos socialistas críticos del capitalismo en un estado de perplejidad.
Para formular estas críticas de una manera moderna, es necesario que reconstruyamos el proyecto original capitalista, es decir recuerdo a los lectores el modelo del capitalismo que concede a los defensores todos los supuestos, salvo la viabilidad. Este proyecto se desarrolla durante los últimos anos de la vida de Marx por Walras (1874) y Edgeworth (1881) y posteriormente la reformularon Pereto (1906), Pigou (1920) y otros.
El modelo es sencillo: los individuos saben lo que se necesita, tienen dotaciones de factores de producción, realizan intercambios y se dedican a la producción cuando quieren. En el equilibrio, nadie desea hacer otra cosa, en vista de que otros habrían hecho o, de forma equivalente, se cumplen todas las expectativas de las cuales obran los agentes individuales. Además, en equilibrio todos los mercados se compensan. De ahí que a los precios a los cuales los individuos efectúan sus intercambios reflejen sus preferencias y escoceses relativas; estos precios informan a los individuos sobre las oportunidades a los que ellos renuncian. Como consecuencia, los recursos se distribuyen de tal modo que se agotan todos los beneficios derivados del comercio.
Nadie puede ser ya más rico sin que otra persona sea ya más pobre; se alcanzaría así una racionalidad colectiva “optimalidad”, en el sentido aplicado por Pareto.
En las economías reales, se infringen estos supuestos: hasta aquí todo el mundo está de acuerdo. Pero, lo único que esto implica es que cualquier proyecto razonable del capitalismo ha de contar con formas de hacer frente a situaciones de las cuales difieren las tasas sociales e individuales de rendimiento.
Una consiste en recurrir a la intervención fiscal correctiva, otra a la redistribución de los derechos de propiedad. De ahí que, los mercados, incluso bajo el capitalismo, puedan hacer solamente lo que saben hacer bien y fallan, el Estado pueda verse obligado a intervenir. Como dijo Arrow (cuando afortunados, producto de la distribución inicial de las naciones, la democracia les ofrece la oportunidad de hallar un desagravio a través del Estado).
Por lo tanto, (el pueblo), en su forma singular del siglo dieciocho, si es soberano, entonces tiene preferencia por un destino y una distribución de los recursos, diferentes de los resultados del mercado. Esta es la preferencia que no puede lograrse cuando las dotaciones son de propiedad privada y se destinan de forma descentralizada. Incluso los individuos, como ciudadanos, expresan su preferencia colectiva por un destino concreto y cuando existen las condiciones materiales para permitir la implantación a esta preferencia, el destino elegido democráticamente es inalcanzable por el capitalismo.
Esta critica del capitalismo, implica que la frontera de posibilidades sería accesible si los recursos se destinaran racionalmente, bajo el socialismo, a satisfacer las necesidades humanas. Podríamos alcanzar el punto E, es decir una utilización plena del potencial productivo y una distribución igualitaria del bienestar. No se me ocurre ninguna crítica del proyecto socialista que niegue esta posibilidad. Si los individuos manifestasen sus necesidades y su potencial productivo de forma sincera, si hicieran un esfuerzo, independencia de la recompensa, si los planificadores actuasen como unos agentes perfectos y si supieran resolver los problemas del destino óptimo de los recursos, entonces el socialismo produciría todos los efectos maravillosos que anuncian sus defensores. Todo esto sugiere que las críticas razonables al socialismo no están dirigidas contra el proyecto sino a la viabilidad de este proyecto y sus manifestaciones reales.
La Viabilidad
Los debates al respecto son más acalorados, porque inevitablemente son menos concluyentes. Una vez establecidos los supuestos, las discusiones relativas a los proyectos exigen solamente una serie de deducciones lógicas. Sin embargo los veredictos sobre la viabilidad exigen una serie de juicios y por ello dejan más margen para el desacuerdo.
La línea socialista de ataque contra la viabilidad del proyecto capitalista contiene tres puntos:
No puede existir el capitalismo sin la intervención del Estado.
El capitalismo nunca podrá alcanzar, sin un coste, los equilibrios en virtud de los cuales sus defensores proclaman todas sus virtudes.
El capitalismo es autodestructivo porque conduce, por fuerza, al monopolio.
He comentado el anterior punto y pienso que puede descartarse con un ¿y qué? El segundo punto es sumamente complejo y se encuentra fuera de mi competencia. La convergencia hacia el equilibrio, y las expectativas implicadas en ello, constituyen el tema más candente de discusión en la ciencia económica. La misma cuestión de la definición de una noción convincente del equilibrio es muy amplia y hasta ahora, nadie ha ofrecido una descripción satisfactoria de la convergencia hacia los equilibrios. Es difícil llegar a comprender la idea de que los mercados se encuentran permanentemente en un estado de equilibrio competitivo; la afirmación de que los ajustes suponen un despilfarro parece muy plausible. Por último, el argumento que mantiene que los mercados competitivos son autodestructivos es verdad, en cierta medida, pero lo que no es tan evidente es el alcance de esta medida.
Si trato estas afirmaciones de forma somera no es porque considere que carecen de importancia, sino sencillamente porque parece que aportan poco a la cuestión central. Si el proyecto capitalista es inviable, entonces, es posible que el capitalismo no sea capaz de cumplir ni siquiera con las promesas que ofrece. A mi juicio, sin embargo, la crítica socialista del capitalismo va dirigida sobre todo contra el proyecto de éste: los socialistas rechazarían su capitalismo aun cuando este sistema realizase su potencial pleno. Así pues, los argumentos en contra de la viabilidad de un equilibrio competitivo y permanente tienen un papel secundario en la crítica socialista.
Los argumentos relativos a la viabilidad afectan también al socialismo. Reconsideremos, primero, el proyecto socialista. El problema con que se encuentra el planificador consiste en lograr la distribución de los recursos de tal modo que se maximice el bienestar que obtienen los individuos del consumo y del ocio.