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El complot/Diálogo

Yamil Darwich

En el Diálogo anterior le escribí sobre la Sociedad del Conocimiento y cómo divide a los pueblos del mundo en dos grandes grupos: el de los ricos, propietarios que tienen a su cargo a los científicos y administradores y el de los pobres, que incluyen a todo tipo de manufactureros.

Le traigo a la memoria esta información por las noticias que a veces leemos en el periódico o nos enteramos por otros medios, referente a la aparición de grupos de inversionistas internacionales que han empezado a comprar universidades particulares mexicanas.

Tal vez estas notas, revestidas por publicistas y comunicadores como de buenas noticias e intenciones, nos hayan pasado más o menos desapercibidas, siendo que tienen mucho de fondo y debemos ponerles atención.

Esos inversionistas han usado dos estrategias básicas: comprar universidades y organizarlas en un sistema nacional o mantenerlas con el nombre de origen y hasta con funcionarios que ocupaban los puestos de alta dirección; sin embargo, el cambio es radical, al desvirtuar el fin último de los centros de educación superior, que pasan de preparar integralmente a las nuevas generaciones para la alta competitividad, a la de producir dividendos, como cualquier empresa, cotizando inclusive en la bolsa internacional.

Sin duda que la globalización incluye a todos los procesos sociales, entre ellos educar, pero deben ser tamizados por dos elementos fundamentales: la inclusión en la universalización del conocimiento con la conservación y defensa de la cultura regional y la búsqueda permanente de la verdad; dicho de otra manera, perseguir el bien común generando riqueza para la humanidad, no sólo para algunos grupos étnicos.

La globalización es buena cuando se tamiza con el sentido humanista y es mala cuando sirve para generar mayores distancias entre ricos y pobres.

Si la educación privada de México va a ser puesta a producir en términos materiales dejando de lado su esencia de ser y hacer, que es la búsqueda de la verdad y el bien común por medio de la enseñanza, la investigación y la promoción de la cultura, entonces, la sociedad nacional quedará desprovista de su mejor herramienta para preservar sus orígenes culturales y étnicos, quedando desculturizada y sin identificación. ¡Muy grave!, ¿verdad?

A esto se debe agregar que al menos el treinta por ciento de los jóvenes universitarios de México están siendo formados en las instituciones privadas; significa que ese grupo de futuros profesionales, si acaso pierden la oportunidad de ser educados humanísticamente por razones de costos (algunos excelentemente preparados en las ciencias y las técnicas), no tendrán claros los propósitos nacionalistas y de bien común. Mucho menos desarrollarán conciencia de solidaridad, o repasarán cuáles serán sus funciones y responsabilidades en la sociedad civil. Estaremos creando “máquinas” eficientes y eficaces para la producción. Tal vez de eso se trate.

El movimiento universitario internacional insiste en flexibilizar los programas de estudio y facilitar los procesos de ayudar a aprender a los estudiantes. También menciona enseñar a “aprender a aprender”, frasecita que sirve para redescubrir lo que ya los viejos profesores, aquéllos de verdad, predicaban: hacer que los alumnos sean autodidactas.

Si interpretamos lo anterior bajo la lente de la productividad comercial, entonces significará que deberemos quitar todas aquellas materias que ayudan a los jóvenes a identificar sus responsabilidades y funciones sociales, también las que les darán los elementos de juicio para decidir qué hacer y para qué hacerlo; desaparecerán esas que les llaman “de relleno”, que son tan importantes para reforzar valores trascendentes, humanos y sociales, las que les motivan y dan razón del porqué y para qué servir.

Si hablamos en términos de productividad y usted tiene una fábrica, digamos de pantalones, desde luego que cuidará la calidad de la tela y las costuras, pero asegurará por todos los medios disminuir sus costos... ¿o no?

En el caso de la universidad en manos de los corredores internacionales de la bolsa bursátil, esas materias de “simple relleno” sólo encarecerán los costos de producción. Además: ¿para qué hacerlos pensar más?

Por otra parte, la universidad como empresa que cotiza en la bolsa de valores estará sujeta a las reglas de compra-venta de acciones, como lo hace cualquier otra que participa del mundo de las finanzas; siendo así, se podrá tomar la tradicional regla de “compra barato y vende caro”, que permitirá, por ejemplo, que algún jeque o millonario de Sudáfrica las compre y las venda, conforme al comportamiento de la bolsa y sus intereses económicos.

Usted dígame: ¿en qué manos terminará la educación particular de México? ¿Cree Usted que a algún extranjero “jugador de la bolsa internacional” le interese el destino de esos jóvenes y su desempeño humano en la sociedad en que vivan?

Ahora le pido que regresemos al primer párrafo del Diálogo: ¿Se da cuenta que los países pobres, como el nuestro, con el paso de los años tendrán un papel de proveedores de mano de obra profesional calificada para las fábricas y empresas de los ricos?

La venta de universidades mexicanas a los compradores extranjeros, cuando no se toman en cuenta los intereses de la nación, especialmente viendo al futuro, se torna altamente peligrosa; las personas que participan en estas transacciones comerciales vuelven a repetir errores que ya nos costaron muy caro en el pasado y que quedarán asentados como los nuevos hechos antipatrióticos de nuestra historia.

Actualmente existen corrientes de pensamiento entre educadores y filósofos de la educación sobre el papel de la universidad privada en México; piensan que debe ser regulada y hasta desanimada, que el papel de educar le corresponde únicamente al Estado con sus recursos educativos, aunque también les queda claro que éste ha sido incapaz de cumplir con las demandas. Desgraciadamente esos pocos malos educadores-comerciantes justifican los argumentos de esos retrógrados pensadores.

La universidad particular ha sido partícipe de buena parte de la formación de los cuadros profesionales de calidad en México; muchas sobresalen por sus egresados que ya han escalado altos puestos de liderazgo en todos los campos, incluyendo el político. No debemos permitir que esa tendencia se detenga, aún cuando existan comerciantes apátridas que buscan cómo hacer negocios y capital a costa del bien nacional.

Este es un Diálogo que le invito a reflexionar; también le pido que ponga atención a esas notas que le venden hechos nacionales que son negativos. Sobre todo, le insisto que cuide la educación de sus hijos y familiares menores en base a la buena preparación y desarrollo integral; a que piense muy bien cuál es la universidad que más le conviene. Sólo así podremos enfrentar el reto del mundo de la “Sociedad del Conocimiento”.

ydarwich@ual.mx

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