Todo es relativo, depende del cristal con que se mire; lo que para algunos puede parecer bueno, para otros es malo y viceversa; dependerá siempre de las necesidades que deseemos atender y los intereses que nos propongamos defender.
Esto viene a colación por el ya muy discutido problema humano que representa la guerra desequilibrada entre los E.U.A. y sus aliados contra los grupos radicales de talibanes, indiscutiblemente protectores de terroristas y asesinos que se escudan en una muy mala interpretación de las enseñanzas del Islam.
¿Quién tiene la razón?; yo le aseguro que ni uno, ni otro grupo.
Si los norteamericanos fueron arteramente agredidos en el fatídico día once de septiembre y han sufrido por las muertes de seres queridos, quedando muy heridos en su orgullo; los afganos tienen mucho que contarnos sobre el dolor humano generado por vivir en un ambiente de constante agresión a la integridad física con el sufrimiento psicológico que le acompaña; soportar graves limitaciones en el acceso a la salud de ellos mismos y sus familiares; padecer las privaciones o nulidad de servicios públicos en sus pueblos y ciudades; y la guerra misma, que les genera un estado de inseguridad permanente en sus personas, seres queridos y hasta en las posesiones materiales.
Debo hacerle notar que para nosotros es difícil entender el daño que se sufre por la guerra en la integridad humana, que va mucho más allá de lo físico y material; simple y sencillamente no tenemos esa experiencia desgarradora por ser afortunados al vivir en un México que ha disfrutado durante las últimas décadas de la paz social, aunque de pronto veamos llamaradas de violencia.
Nadie puede justificar lo irracional de la guerra, con todo y los intentos de engañarnos y pretender hacernos creer que se trata de una lucha religiosa, de defensa de la verdad y la justicia.
Ni duda cabe que Dios no está de acuerdo con la guerra, ni es universalmente aceptable la agresión entre humanos; tampoco existe en la naturaleza ningún caso de mayor depredación, que la hecha por el hombre contra los de su especie.
Lo que sí conocemos de sobra es el dominio de los apetitos humanos sobre el bien común, desahogados por medio de guerras amparadas en declaraciones mesiánicas o con justificaciones religiosas, máxime en estos tiempos en que son enmascarados con recubiertas superficiales que esconden el fin último: el fortalecimiento del poder económico, con el apoyo de la fuerza armada, sin considerar las necesidades y derechos del contrario.
Alfonso X, “El Sabio”, con motivo de una batalla perdida contra los árabes escribió: “Vinieron los sarracenos y nos molieron a palos, que Dios está con los malos cuando son más que los buenos”. Sin duda es un excelente ejemplo, con rima y todo, de lo que trato de exponerle en este “Diálogo.”
Los talibanes se equivocan al querer cobrar el sufrimiento y la pobreza de su pueblo por medio de la violencia; los norteamericanos también, al dar escape a la presión humana generada por el odio y el deseo de venganza a través de la guerra tecnificada. Unos y otros han desgastado su imagen con frases huecas y asolan al resto de la humanidad: unos con el peso de la “bota militar”, otros con sus repudiables acciones de terrorismo y violencia, que cobran vidas inocentes, más que hacerles daño a sus enemigos.
Curiosamente ambos bandos están equivocados, a la vez que encuentran argumentos que justifican sus respectivas actitudes y radicalizan sus acciones. Entonces: ¿dónde está la verdad? Le pido que por favor no descartemos otros intereses ocultos, todos relacionados con la economía mundial y el dinero.
Aún más, la mayor injusticia y agresión está en el involucramiento que de nuestras personas y nuestros países hacen los guerreros de uno y otro bando. Ahora ya comprendemos el significado de las advertencias de los científicos, quienes nos insisten que sólo tenemos un planeta, interconectado por mar y aire; y que la contaminación química, radioactiva y hasta biológica se distribuye fatalmente en todo el globo.
Ambos contendientes nos mantienen en permanente zozobra, sabedores de que tienen el potencial para dañarnos, más aún cuando los vemos radicalizados en sus respectivos intereses.
Nada es absoluto; ni todo lo bueno es tal en su totalidad, o malo en un ciento por ciento; depende del cristal con que se mire.
Para ejemplificar esta visión de la realidad, déjeme escribirle una pequeña historia:
En cierta ocasión se reunió un “Comité Evaluador” de la selva; los animales tenían el propósito de definir quién, de entre el León y la Gacela, tenía la razón en su manera de ver la vida y presentar su caso:
Dijo la gacela:
Yo debo despertar a cada día con la mayor voluntad y propósito para poder correr rápido, tanto así que el león más fuerte no pueda alcanzarme y comerme porque es un asesino que vive de las carnes de los de mi especie.
Cuando le tocó el turno al león, éste argumentó:
Yo debo despertar a cada mañana con el firme propósito de correr más rápido que la más lenta de las gacelas; sólo así podré atraparla para poder comer y sobrevivir, tener alimento que ofrecer a mis cachorros y que ellos logren crecer y desarrollarse.
Ahora yo le pregunto: ¿Quién tiene la razón?; ¿Quién tiene derecho a la vida?; ¿Quién dice la verdad y merece apoyo?
Tal vez ahora podamos entender que en toda disputa siempre existen dos verdades, ambas aparentemente ciertas y justas.
Le escribo este Diálogo debido a que se aproxima un nuevo proceso electoral en Afganistán, cuando los acontecimientos sangrientos siguen sucediendo día con día y se refuerza la presencia del ejército norteamericano, en tanto desatendemos la cruda realidad por la falta de información (¿intencionalmente?), logrando así que nos relajemos y dejemos de indignarnos. Esto sucede en el tiempo en que aparecen nuevas acusaciones contra George W. Bush, que unifica al mundo en el repudio a su persona y de quien tememos esté preparando el recrudecimiento de las acciones militares con fines económicos, políticos y propagandísticos, luego de pasadas las elecciones en su país y con cuatro años más para abusar con poder militar y el dinero que lo sostiene.
Lo invito a pensar y buscar la verdad; en la confianza de que usted también piense y concluya que sólo con base a la justicia se genera la paz verdadera; que es en ese marco donde aparece el amor filial y la alegría, ambos dones naturales que sólo se cultivan en el campo fértil de la igualdad ante las oportunidades. ¿Qué piensa?
darwich@ual.mx