La inundación ocurrida en Piedras Negras y otras poblaciones de nuestro estado a la vera del Río Bravo en la frontera con los Estados Unidos, pone de luto a todos los coahuilenses y no sólo a las familias directamente afectadas por la tragedia.
Por ello es menester responder a los reclamos de auxilio de los damnificados, mediante la ayuda material y el apoyo moral que requieren en estos momentos álgidos posteriores al evento y que se canalizan al través de conductos gubernamentales y de la sociedad civil.
Una vez atendido el auxilio referido como prioridad impostergable, resulta obligado analizar el entorno social en que se produce el evento. Como es del conocimiento, el siniestro ocurre como resultado de una tromba que en forma repentina hizo crecer las aguas y provocó que salieran de madre anegando zonas en las que habitan personas de escasos recursos, que suelen denominarse colonias populares.
La tragedia como muchas otras que tienen su origen en una inundación, interpela a todos los mexicanos como responsables de una política de desarrollo urbano y asentamientos humanos, que parece no existir mas allá de la letra muerta de leyes y reglamentos.
Es insoslayable que se magnifican los efectos destructivos del meteoro, como resultado de la construcción de zonas habitacionales en los lechos principal y los brazos del Río que no en vano se llama Bravo o Grande y su brazo principal en la zona, Río Escondido.
Estos nombres dados a los ríos de referencia por la sabiduría popular desde tiempo inmemorial, corresponden a la fuerza de su caudal y a lo inesperado y aleatorio de su corriente intermitente. Por ello es responsabilidad política de las autoridades y responsabilidad de sentido común para los habitantes de la zona, el respetar los cauces ancestrales por secos o abandonados que por momentos parezcan.
En nuestro país constituye una práctica viciosa, el construir en el lecho de las corrientes naturales, como si nada fuera a pasar y a ello obedece que del lado americano en Eagle Pass, población que es puerta de los Estados Unidos al través de Piedras Negras, la tromba destructiva no haya causado daños ni pérdidas de vida como ocurre de este lado del Río Bravo.
No se requiere ser adivino para prever que si se analizan y comparan las situaciones en ambos lados del Río Bravo, se advertirá que el fenómeno de la invasión de cauces es una constante de un lado y el respeto y la planeación es la regla en el otro. No vale que en el presente caso se diga que todas las comparaciones son odiosas, pues Eagle Pass no es precisamente una metrópoli, sino una pequeña población comparable en importancia social y económica a su correspondiente de este lado de la frontera.
En la zona fronteriza de Coahuila como en muchas otras partes del interior de nuestro país, la construcción de presas como fase de un progreso innegable, se ha visto acompañada de una especie de recuperación de superficies por la que se supone ya no correrá más el agua y que es vista como botín.
Tras este fenómeno surge la ambición y sigue una especie de industria que ha dejado pingües capitales económicos y políticos, a líderes sin escrúpulos y gobernantes irresponsables que han aprovechado la oportunidad como si de una mina de oro se tratara.
En el entorno de un régimen político que durante setenta años se sustentó más en la complicidad de intereses obscuros que en el consenso de aspiraciones legítimas, el autoritarismo estructural encuentra desfogue en el activismo y la movilización de masas que operan a contracorriente del orden jurídico y a la postre de su propio interés. En la medida en que sus líderes están en connivencia inconfesable con funcionarios del Gobierno, actúan como palanca de manipulación de la pobreza para fortalecer al régimen.
En virtud de la referida manipulación, se generan asentamientos que son ilegales en la medida en que contravienen las normas en materia de planeación y desarrollo urbano, cuya regularización convierte a los beneficiarios en clientela segura y carne de cañón en los procesos electorales. Al final las autoridades ceden, conceden y condescienden frente a la invasión de predios como hecho consumado. La entrega de escrituras de regularización de terrenos para viviendas en los lechos de los ríos, se convierte en promesa cumplida de campaña y en evento cívico que concluye en un explosivo: ¡Gracias Señor Gobernador!