De la bocina de la radio salía su voz a punto de desgañitarse, con el mismo tono, supongo iguales ademanes y similares argumentos, que usaban los políticos de hace veinte, treinta o cien años arengaba a sus simpatizantes en algún mitin, localizado en la placita de una barriada. Al no haber pantalla tuve que imaginarme las mantas con leyendas alusivas al acto apoyando la candidatura del orador. Hubieron de llegar temprano pues habían sido convocados oportunamente y trasladados en camiones al rancho de un funcionario y empresario del Gobierno estatal. Se gastó un millón de pesos para darles de comer a las dos mil quinientas personas acarreadas. Estuvieron presentes el gobernador de Jalisco, el alcalde de Guadalajara y el dirigente estatal del PAN. Se trataba de destapar al secretario de Energía Felipe Calderón Hinojosa para figurar como abanderado de su partido político para la elección presidencial del 2006.
Las butacas del teatro Degollado lucían solitarias. Apenas un día anterior había concluido, con más pena que gloria, la III de las cumbres en que participan países de América Latina, del Caribe y de la Unión Europea. Los gritos aún rebotan de una pared a otra en el centro de la Perla tapatía. Son gemidos de dolor de seres humanos, porque los de protesta hace rato que terminaron, cuando fueron reprimidos brutalmente por una policía que está copiada al carbón de cuando los Gobiernos emanaban de los regímenes priistas. En las calles donde se golpeó a los muchachos aun se percibían olores a gases, que hacen derramar abundantes lágrimas en los ojos, que duelen y escuecen la piel, quedando el retumbar de los cascos de los caballos en el piso. Un uniformado se carcajea divertido, dejando que la luz de un solitario foco se refleje en un diente de oro que asoma por entre los labios, mientras observa a los chiquillos y chiquillas recostados boca abajo en el duro suelo de las oficinas judiciales. Tiene, el muy cobarde, una pistola empuñada.
En la escalinata de la residencia oficial de los Pinos, el presidente Vicente Fox, en conferencia de prensa ni se acordó de que en Guadalajara se encontraban en las mazmorras jóvenes sin haber comido ni bebido, tundidos a golpes, en una duermevela aquejados por malos presentimientos. Para el Ejecutivo lo esencial era manifestar su molestia por que Felipe, un hombres de partido, se le había salido del huacal yendo a una de esas haciendas que distinguen a los políticos de rancio abolengo para sólo, como diría el socarrón de don Porfirio, alborotar la caballada. Lo menos que dijo Fox es que eran un par de imprudentes, que lo que hicieron estaba fuera de lugar y fuera de tiempo, haciendo énfasis en que lo decía tanto por el secretario como por el gobernador del Estado y su equipo. La filípica tuvo su fundamento en el alegato de que la cumbre acababa de terminar por lo que los ojos y oídos del mundo estaban puestos en ese lugar.
Como ya es costumbre en él, sin darse cuenta de que no forma parte del IFE, ni puede hablar a nombre del PAN, ni es el papá de cualquiera de los dos, demostrando una rabia, que en otras ocasiones ha sabido disimular, procedió a darles un regaño como si se tratara de niños de párvulos y no hombres hechos y derechos. El gobernador, que no le debe el puesto, se mofa de lo que le dijo el Presidente diciéndole que no es nadie para que le estire las orejas. De Felipe se espera que demuestre de qué materia está hecho. Lo que podría hacer, si tiene un tantito así de vergüenza, es elaborar un pliego de renuncia. Dicen que más vale una vez colorado que cien descolorido. No es poca cosa que le digan a cualquiera que es un imprudente. Le dijo, en otras palabras, que es un inmaduro, un insensato y un indiscreto. Es la hora, Felipe, de que retire sus cosas del escritorio y entregue las llaves de su oficina. Si es que no lo hizo ya.