No estoy en contra del día de hoy sino de su comercialización. Todos estarán de acuerdo en que para las madres siempre tendrá más valor ese beso que muchos de sus hijos se esfuerzan en llevarle a diario, o el que le envían simbólicamente a través de teléfonos y celulares, que los que van de ramos de flores a automóviles y que aparecen hasta este día en el que no las dejan descansar, desvelándolas con las mañanitas, madrugándolas con misas y no dejándola descansar en todo el día hasta que las manecillas del reloj se empalman en el XII y ellas acaban como locas, odiando el día, o casi. Menos mal las que son llevadas a comer fuera de casa, a comer mal y aprisa, porque todos los restaurantes este día están llenos y los que esperan lo hacen a espaldas de los que están comiendo y les van a dejar los lugares y con ello terminarán sus sufrimientos; pero, las madres a las que todo les organizan en sus propias casas, lo que suele sucederles es que al final del ágape, vean escapar a todos sus hijos, ya que la fecha no es de cierre obligatorio y tienen que volver al trabajo, como consecuencia de lo cual ella tendrá que levantar sola todo lo utilizado en su mesa, o ayudar a hacerlo a su secretaria doméstica y esto siempre y cuando ella no sea también madre y le haya concedido el día para celebrarlo con los suyos.
Esta celebración, que a las madres primerizas emociona y llena de esperanzas, por la sencilla razón de que el causante de su nombramiento ni participa, ni nada y la celebración de todo el día y de la noche, transcurre entre ella y su marido, entre las que tuvieron muchos hijos y tienen ya cierta edad muchas están pensando en hablar con ellos para proponerles tomar las cosas más tranquilamente este día: que hagan el esfuerzo de visitarlas con más frecuencia dentro del año, dándoles mensual, semanal o diariamente pruebas de su amor, en lugar de tratar de convencerlas de él en un solo día anual con sus exageradas demostraciones. Es decir, que todos los hijos hagan sentir a su madre que lo es todos los días del año, menos éste en que el comercio lo celebra. Y es que las celebraciones van llegando a la exageración y olvidando que todas las madres del mundo cada año tienen un año más, las someten de la mañana a la noche a pruebas de resistencia que dejarían exhaustos a verdaderos deportistas.
“Visitarla en este día, ¡pues claro!, sería no solamente falta de cariño, de respeto, no hacerlo. Y llevarle un regalito, ¡por supuesto!”. Eso fue por años y años, costumbre muy nuestra, pero, sin pasar de la atención y el cariño a la ostentación, ¿a qué madre se engaña con eso?
Y ya que en estas andamos, ¿por qué no comprometerse aquellos que tienen la dicha de conservar a sus madres, a visitarlas o hablarles por teléfono a diario disminuyendo el programa de celebraciones de este día que, para las de más edad resulta, a veces, peligroso por la actividad a que las someten y a la que se han desacostumbrado? Todo lo anterior sin perjuicio de recordar lo que dijera Gregorio Martínez Sierra en el intermedio de su “Canción de Cuna”: “Ya que toda mujer, / porque Dios lo ha querido,/ dentro del corazón / lleva un hijo dormido”.