El Distribuidor Vial Revolución es una obra realizada con tecnología de punta y que además, no presenta ningún problema estructural, no se va a caer y eso no hay quién lo pueda refutar hasta el momento.
El problema del DVR es que la obra entregada no es la misma a la proyectada en el diseño original y eso sí se puede probar, aunque el Sectretario de Obras Públicas del Gobierno del Estado, Jorge Viesca Martínez, insista en tapar el sol con un dedo.
Resulta patético a estas alturas, ya que además refleja una soberbia impropia de un servidor público (por que eso, y sólo eso es el ingeniero Viesca), el insistir en que todos los señalamientos que se realicen al DVR no son más que resulta de una campaña desprestigio orquestada por El Siglo de Torreón en su contra. En principio la acusación es grave por falsa y tendenciosa, pero lo es aún más ya que refleja un ego desbordado por parte de quien se atribuye una importancia que simplemente no tiene.
Notable sin duda es que el funcionario intente vender cuentas de colores a la población de Torreón. Qué clase de ciudadanía considera el funcionario que es la lagunera, a la que insiste en presentar espejos como si se tratase de oro sólido. Ningún automovilista que haya transitado por el DVR y haya visto a los policías, los armazones de soporte, los señalamientos y media docena más de detalles puede comprar el dicho de que en el Distribuidor todo está bien: ¿entonces para que tantas reparaciones si nunca hubo ningún problema?
Jorge Viesca cometió un error fundamental, el permitir que su soberbia lo cegara. Tan simple que hubiese sido el que desde un principio se reconociera que no es seguro circular a una velocidad superior a los 50 kilómetros por hora. Qué sencillo si se hubiera entregado la famosa bitácora cuando se solicitó.
Qué simple hubiese sido el atender en tiempo y forma todos los señalamientos y haber despejado todas las dudas con datos técnicos verificables, en lugar de intentar reducir cualquier palabra que no le agrade al oído a una campaña en su contra.
Los verdaderos profesionales que atentan contra el progreso de la región no son los que señalan y tienen dudas, sino aquellos que piensan que su verdad es incuestionable y que nadie puede jamás atreverse a contrariarlos, sobre todo si se trata de funcionarios públicos, empleados del pueblo.