La apariencia, o la percepción de cómo nos vemos, nos afecta enormemente y ese día, lo confirmo. ¿Quién no ha sentido inseguridad debido a su aspecto físico? Creo que todos. Ya sea por nuestro peso, la estatura, las manchas, el pelo, los granitos o las arrugas, el caso es que siempre hay algo que nos preocupa. La auto imagen afecta todo: Nuestros pensamientos, sentimientos, seguridad personal, autoestima y la forma como nos relacionamos con los demás, sin embargo, es algo de lo que no se habla. Se llama Jane: Quince años, mirada tímida, el pelo sobre la cara, a manera de cortina, y el mentón agachado. Desea pasar desapercibida. Una mancha roja, casi morada, le atraviesa media cara y la cubre, de oreja a oreja, como si se tratara de un tapabocas. Los maestros y médicos, en Cleveland, Ohio, nos han preparado durante una semana intensiva para tratar pacientes con algún tipo de deformación física severa, por supuesto, la preparación ha sido teórica. Maquillaje paramédico de camuflaje, se llama el curso. Al ver entrar a Jane me doy cuenta de que asimilar la teoría no tiene nada qué ver con enfrentarnos a la realidad. No puedo evitar sentir una mezcla de rechazo y compasión. Dudo que pueda pasar el examen. Omito la descripción. Sólo pienso en lo ridículos que podemos ser quienes nos quejamos por una mancha, una o diez arrugas, uno o quince pequeños defectos sobre la cara, cuando el deseo de algunas personas es poder verse lo menos desagradables que sea posible para poder elevar su autoestima y conseguir algún grado de aceptación en una sociedad obsesionada con la belleza. Con un Dios mío ayúdame, comienzo a trabajar sobre la cara de Jane. Intento establecer algún tipo de comunicación pero, ella, apenas responde. Conforme trabajo, noto que su actitud cambia poco a poco. Al concluir mi mejor esfuerzo, viene la prueba de fuego... el espejo. Gira la silla, Jane se ve de frente, sonríe, alcanzo a ver un brillo en sus ojos y, con el mentón en alto, pide un peine para acomodarse el pelo. Jane es otra. Pareciera que los cosméticos traspasaron su piel y pudieron maquillar su cerebro. Puedo respirar y me siento feliz. Sí, ese día lo confirmo. La percepción que tenemos de nosotros mismos es subjetiva. No se basa en hechos ni es un concepto tangible. Todo le afecta. Desde la buena o mala iluminación del sitio en el que nos encontramos, hasta nuestro estado de ánimo, los juicios de otros, la educación que recibimos, la situación por la que pasamos, incluso un pequeño comentario, todo, nos puede mandar a las estrellas o a las profundidades de la tierra. Y, conscientes o no, observamos nuestra imagen en cada espejo, vidrio o reflejo, varias veces al día. Algunos psicólogos afirman que hasta el 33 por ciento de nuestra autoestima está directamente relacionada con nuestra imagen corporal. Lo que quiere decir que la forma como nos valoramos a nosotros mismos, está ligada a la forma cómo creemos que nos vemos. El asunto es que para verte y aceptarte como eres, es necesario aprender a separar la negatividad de tus pensamientos de otros aspectos de la vida. Para esto, hay que identificar algunos de los errores que solemos cometer. Pensamiento, todo o nada: En extremos: O soy talla dos, o soy un globo de Cantoya. Hay que aceptar que el mundo no es blanco o negro, sino que tiene una amplia gama de grises. De no aceptarlo, nada de lo que hagamos será suficiente. Maximizar lo negativo: Si sólo vemos nuestros aspectos negativos, cualquier defecto puede convertirse en el rasgo que nos caracterice. No importa que baje de peso, que mi piel esté mejor, que me saque la lotería, ni que sea una persona sana si todavía me siento mal porque mi nariz es grande. Cuando sólo te enfocas en lo que no te gusta de ti, puedes ignorar todo lo que potencialmente puede hacerte sentir mejor. Personalizar todo: Sentirte responsable o enojarte por cosas que no tienen nada qué ver contigo y relacionarlo con todo lo que te pasa, puede ser fatal. Desecha los pensamientos del tipo: No se sentó junto a mí porque, seguro, mi piel luce horrible. Sacar conclusiones irracionales: No se ríen del chiste, se están riendo de cómo se me ve esta minifalda. Esto, no sólo te enoja, sino que te lleva a la profecía de la auto-realización, en la que tu conducta provoca la reacción negativa que esperas. Ver todo como el peor de los escenarios y exagerar: Como he subido dos tallas desde las últimas vacaciones, el cinturón del avión no me va a cerrar y tendrán que ponerle una extensión. A lo mejor hasta tienen que redistribuir el peso de la nave por mi culpa y todos se van a reír de mí... ¡Mejor no voy! Generalizar lo negativo: Exagerar el efecto de una experiencia desagradable y llevarla a otras áreas que nada tienen que ver. Mi último novio me dijo que no le gustaban las morenas, así es que lo más probable es que a la mayoría de los niños tampoco, por lo que no voy a poder tener otro novio ¡jamás! Entonces, queda claro que lo que pensamos afecta la forma cómo nos sentimos y, por eso, actuamos en consecuencia. La próxima vez que te veas cayendo en una espiral negativa acerca de tu auto imagen, trata de identificar las causas, analiza los pensamientos negativos y trata de reemplazarlos por otros más constructivos. El esfuerzo vale la pena, ¿no crees?